Pasando la Cadena

De copas y copones

José Luis Ortín

Dudo entre que Vinicius no tenga remedio y que haya interiorizado que estará poco tiempo en España; al paso que va será enemigo de todos. Tan excelso jugador de fútbol como adolescente enrabietado, este portento deportivo vive en extremo sus días de fútbol: imparable exterior izquierdo a pierna cambiada y extremada dinamita en una personalidad a punto del estallido; con echarle el balón se gana y explota con un solo destello de lumbre. Sus compañeros lo saben y los rivales también.

Ganó el Madrid su vigésima Copa de España en una Sevilla de farolillos. No podía haber un final de Feria más vistoso que esa marea roja y blanca a orillas del Guadalquivir que acogió hace veintiún años aquella Feria Universal como exponente de la modernidad recién estrenada en España, Juegos Olímpicos incluidos, en una Barcelona todavía luciendo europeísmo en lugar del aldeanismo sectario que ahora se empeñan en que la afeen algunos politiquillos de feria. España se mostraba al mundo de lado a lado de una forma tan brillante como el sábado lucía Vinicius su portentosa velocidad y el regate eléctrico para subir al podio de las leyendas. Quizá sea ahora el delantero más determinante junto al deseado Mbappé. Y, casualidades futboleras, jugando ambos en idéntica posición.

Sin embargo, coincide en estos dos grandes deportistas una diferencia esencial. El brasileño parece vivir emocionalmente desequilibrado y el desequilibrante francés rebosa equilibrio en sus expresiones. Asignatura que deberá superar el madridista para no acabar donde vaya como el rosario de la Aurora. Y no ayuda en esa superación la justificación de sus errores. Florentino Pérez debería dejar sus quejas foroferas para la intimidad y remar en la buena dirección que los propios compañeros y técnicos intentan reconducir al fenómeno merengue. Ancelotti fue sabio también en esto: «Debemos dedicarnos a jugar al fútbol». Las protestas, en la grada, se podría añadir.

Ganó bien el Madrid usando sus mejores armas delante, con Benzema esta vez haciendo solo de lubricante para que los estiletes de los extremos desequilibraran un partido en el que Osasuna también lució sus cualidades. Presión, garra, buena asociación en medio y unos delanteros que casi siempre ganaron por arriba a los blancos; hubo demasiadas segundas jugadas cerca de Courtois por falta de contundencia de su zaga. Y esa debilidad atrás en los torneos nacionales puede ser fatal si se contagia a la Champions. Ante el City, las dudas pueden ser goles en lugar de saques de esquina o banda.

De Bruyne, Haaland, Bernardo Silva y compañía vendrán con el cuchillo de la muestra y la revancha en sus botas. El gigantón noruego para confirmar en el Vaticano del fútbol europeo que es el mejor goleador del mundo, y el resto a desquitarse del esotérico revolcón del año pasado. Si hubiera que apostar, el estado actual de blancos y azulillos aconsejaría hacerlo por los de Guardiola, pero, ¡ay, amigo!, contra el Real, ni el mismo técnico catalán se atrevería a jugarse mucho en el envite. Sabe por propia experiencia la actualidad del afortunado mantra de otro sufridor de que para coronarse en Champions hay que ganar primero al Madrid, igual que antes del siglo XXI Lineker definió el fútbol como «ese juego en el que son once contra once y siempre ganan los alemanes».

Con Militao en la grada -afortunadamente, porque ahora está para descansar-, igual surge el bombero Nacho y le pone una sombrilla al rubio goleador, o el rudo Rudiger, todavía por descubrir en Chamartín, le mete los pavos en la sombra, o el curtido Alaba tira de veteranía para pincharle las botas. Todo puede ser tratándose de jugarse en la ida el pase a la final de Estambul. Haaland puede ser determinante si no lo amarran corto en el Bernabéu, porque a la vuelta, como titulamos el año pasado de Madrid, en Manchester también lo venden tinto. Es complicado confiar en una debacle citizen en su estadio. Habrá que hacer los deberes antes. ¿Un resultado? Al menos, un par de goles arriba. Porque también se antoja difícil que los de Ancelotti no mojen allí. El martes próximo será de pasión para los madridistas y emocionante para los amantes del fútbol.

Coloquialmente, parecido podríamos titular la final sevillana. Supuso el recopetín -de Bullas- para los entusiastas osasunistas, una más de copas para los merengues, y Vinicius, para lo bueno y lo malo, fue el copón.

Así como el recopón del tenis mundial es Alcaraz. Andando se hace camino, Carlitos.

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