Fútbol

El magnate del Chelsea no era Abramovich: el derroche de 460 millones de Todd Boehly

El propietario norteamericano de los 'blues' ha reventado el mercado con operaciones como el reciente fichaje del ucraniano Mudryk, procedente del Shakhtar por 100 millones | Forma parte del accionariado de los Dodgers (béisbol) y las Sparks (baloncesto femenino), dos franquicias del deporte estadounidense que quiere implementar en la Premier

Todd Boehly, propietario del Chelsea, durante un partido de la Premier League.

Todd Boehly, propietario del Chelsea, durante un partido de la Premier League. / EFE

Denís Iglesias

El Chelsea siempre ha sido un equipo gastador, incluso cuando no ha luchado por títulos. Como si estuviera imbuido por el elegante barrio londinense del que toma su nombre. Un reducto para acaudalados residentes donde se fundó, en 1905, un club que hasta los 90 conservaba cierta naturaleza barrial, sobre todo por el reducto de hooligans que le habían acompañado en sus grandes gestas hasta esa fecha: la Liga de 1955, la FA Cup de 1970 y la Recopa de 1971.

El ruso Roman Abramovich compró el club en 2003 por 164 millones de euros, una inversión reforzada con costosos fichajes que se tradujo en cinco títulos de la Premier, dos Champions League y dos FA Cup. En mayo del año pasado, las conexiones del oligarca con el gobierno de Putin, ejecutor de la invasión de Ucrania, llevaron a Abramovich, quien cambió el fútbol moderno, a poner a la venta el club. No tardó en encontrar comprador: Todd Boehly, quien cerró la operación en los 5.000 millones de euros.

100 millones por Mudryk

Aunque el dinero no tiene nación, sí importa el país de quien lo pone sobre la mesa de los negocios, colonizada en los últimos tiempos por los estadounidenses. Boehly ha abierto más aún el grifo que su antecesor, hasta el punto de cerrar compras por más de 460 millones de euros desde el verano. Las últimas, la compra de Mykhailo Mudryk al Shakhtar por 100 millones y la cesión de Joao Félix por otros 10, dos movimientos que explican el afán derrochador del que también es copropietario de Los Ángeles Dodgers, franquicia de béisbol en la Major League Baseball (MLB), y de Los Angeles Sparks, equipo de baloncesto femenino de la WNBA.

La historia se repite. Durante los años 30 y 40, los blues estuvieron a punto de arruinarse tras contratar a estrellas de la época como Hughie Gallacher y Tommy Lawton. En los 70, una reforma en Stamford Bridge hizo aparecer la sombra de la bancarrota. Por cada fiasco financiero, el Chelsea ha intentado construir una historia de éxito alrededor de fichajes como Drogba o Fernando Torres. Pero Boehly ha abierto una cortina de humo que supera lo conocido en el Chelsea. En verano, de la caja fuerte salieron 283 millones.

La inversión estuvo dirigida por el propio Todd Boehly, que ejercía como director deportivo hasta hace unos días. Decidió dar un paso al lado, según la prensa inglesa, por los resultados recientes. El equipo londinense es décimo después de vencer al Crystal Palace (1-0) en la última jornada gracias a una gran actuación del meta español Kepa. Está a cinco puntos de Europa y a 16 del líder, el Arsenal, una distancia impropia para un equipo que durante el duelo hizo oficial la incorporación del ucraniano Mykhailo Mudryk.

Joao, debut y expulsión

El Chelsea pagará 100 millones de euros al Shakhtar por un jugador que, a sus 22 años, apenas acumula 50 partidos en el club 'minero' y una decena de internacionalidades. Una inversión extraordinaria que se ha producido ya bajo el mando de Christopher Vivell, que ha asumido las funciones de director técnico en lugar de Boehly. El alemán ha sido analista, ojeador y responsable de fichajes en el HoffenheimRB Salzburgo y RB Leipzig. Su destacado trabajo en estos los dos últimos 'clubes franquicia' es lo que ha convencido al magnate estadounidense, quien desearía que el Chelsea fuera la primera piedra de una red como la que ha construido Red Bull.

En la jornada anterior debutó ante el Fulham el otro gran fichaje de este mercado de invierno: Joao Félix, por el que el Chelsea ha pagado 10 millones de euros al Atlético de Madrid simplemente para que juege hasta el final de temporada. Para el portugués, una auténtica reválida que se tomó demasiado en serio en su primer partido. Tras emplearse con intensidad, acabó expulsado por una entrada a destiempo que le llevará a perderse tres partidos entendidos como tres oportunidades para buscarse un nombre en la categoría más atractiva del fútbol mundial. Esto le costará a su nuevo equipo unos dos millones de euros.

Ninguno de los dos fichajes resuelven una necesidad concreta como la de cubrir la vacante de delantero centro, una de las obligaciones del Chelsea en este mercado. Joao Félix actúa tiene un radio actuación muy similar al de su compañero Mason Mount, con un perfil creativo que origina el último pase. Mudryk es extremo izquierdo y habrá que ver cómo es su actuación al fútbol de primer nivel. Aunque su fichaje, más allá de lo deportivo, lleva la huella de Boehly en lo comunicativo. El joven talento ucraniano lo tenía prácticamente hecho con el Arsenal, el líder de la Premier. Hasta compartió varias 'stories' en Instagram con claros guiños a los 'gunners'.

Contratos largos

El Chelsea apareció en la negociación y puso 10 millones más que su contrincante sobre la mesa, suficiente para que el Shakhtar, que necesita liquidez por la situación extraordinaria que vive su país, cambiase el destino de su exportación. El fichaje de Mudryk ha sido retransmitido en vivo, con tutis de los dos equipos informando de las negociaciones, algo inédito. La cuenta oficial de Instagram del equipo londinense publicaba un 'post' en el que se pedía apoyo a los seguidores para decantar la decisión de un jugador que ha firmado hasta 2031.

Siete años y medio de contrato con los que Boehly quiere comprometerse con un proyecto a largo plazo. La circunstancia se repite en el resto de incorporaciones. Hasta en la de Graham Potter, actual técnico del Chelsea que sustituyó a Thomas Tuchel en septiembre. El ex del Brighton firmó hasta 2027 con un equipo que por aquel entonces era sexto, a cinco puntos del líder. Al despido del germano, Boehly tuvo que añadir a la partida de gastos el precio de la desvinculación de Potter del Brighton: 20 millones. De este mismo club llegó el segundo fichaje más caro del pasado mercado estival: Marc Cucurella (65 millones).

La operación más cotizada fue la de Wesley Fofana (80 millones, del Leicester). Tras el valor del español, los siguientes en la lista son Raheem Sterling (56 millones, del City), Kalidou Koulibaly (38 millones, del Napoles), Carney Chukwuemeka (23 millones, del Aston Villa), Pierre-Emerick Aubameyang (12 millones, del Barça) o Gaga Slonina (9 millones por un préstamo del Chicago Fire).

En esta ventana hay que incluir el préstamo de Denis Zakaria, procedente de la Juventus. La fiebre de gasto se está manteniendo en el mercado de invierno. En lo que va del mismo, el Chelsea ha hecho oficial, además de a Joao y Mudryk, a Benoit Badiashile (38 millones, del Mónaco), Datro Fofana (12 millones, del Molde) y Andrey Santos (12 millones, del Vasco da Gama). Transferencias que elevan la cifra hasta los 460 millones que podrían aumentar si se confirma el preacuerdo cerrado con el RB Salzburgo por Christopher Nkunku, que sería jugador 'blue' en junio por 65 millones de euros.

El fracaso de Lukaku

No se ha abierto con tanta alegría la caja de los ingresos. La mayor venta reciente es la de Timo Werner al RB Leipzig por 20 millones, seguida de Emerson, por el que el West Ham pagó algo más de 15 millones, mientras que Billy Gilmour dejó en las arcas de los blues 8,3 millones y Michy Batshuayi 3,5 millones. Gratis se marcharon Antonio Rüdiger (Real Madrid), Andreas Christensen o Marcos Alonso (ambos al FC Barcelona) para liberar masa salarial, pero que obligaban al refuerzo integral de la zaga. Un deber único que acabó convirtiéndose en una reforma total.

Bajo la misma fórmula de la cesión con pago añadido, como la de Joao Félix, salió Melanga Sarr rumbo al Mónaco por 1 millón de euros y Romelu Lukaku al Inter por una cantidad cercana a los 8 millones. La del belga es una de las peores transferencias en la historia del club. Apenas un año antes el Chelsea había pagado a los interistas 113 millones de euros por el ariete. Sobre él querían armar un proyecto colectivo que ha naufragado en todas las facetas. Sobre todo en la punta del ataque. Christoper Viveli acaba de incorporar a David Datro Fofana, delantero centro del Molde. De ese mismo equipo reclutó en 2019 para el RB Salzburgo a un tal Erling Haaland.

Por su parte, Armando Broja sufrió en diciembre una lesión de rodilla con la que puso fin a su temporada. Mientras que Pierre-Emerick Aubameyang está teniendo un papel testimonial, con apenas 800 minutos. Esta circunstancia le pone en la rampa de salida, pero el gabonés está atrapado burocráticamente en el Chelsea por los 8 minutos que disputó con el Barça en la primera jornada de Liga frente al Rayo. No podría jugar en tres equipos diferentes, a excepción de en Norteamérica o Sudamérica, según una excepción que recoge el reglamento de la FIFA.

O cualquier otra competición que se inicie en enero o febrero. No podría regresar a la entidad azulgrana, como se especuló, por lo que contempla el punto 5 del artículo 141 del reglamento de la RFEF: "Los futbolistas a los que cuya licencia se cancele, no podrán en la misma temporada obtener licencia en el mismo club al que ya estuvieron vinculados". Pero la revolución del Chelsea va mucho más allá, porque según Daily Telegraph, Todd Boehly quiere deshacerse de un puñado de jugadores, algunos clave, como son Kai Havertz, Hakim Ziyech, Christian Pulisic, Édouard Mendy, Kalidou Koulibaly, Jorginho y César Azpilicueta.

'All-Star' y red de clubs

La política expansionista de Boehly al frente del Chelsea no es una novedad en su carrera. En las cuatro primeras temporadas al frente de los Dodgers, la gestora de la que formaba parte gastó más de 1.000 millones de dólares en salarios, lo que le valió un apercibimiento por parte de la Major League Baseball. La propiedad siempre argumentó que el gasto era necesario para que la franquicia fuera competitiva y para reconstruir su infraestructura.

"La Premier tiene que aprender de los deportes estadounidenses", dijo Boehly en septiembre, planteando que la competición británica debería hacer un partido 'all-star' entre los equipos del norte y los del sur. "En la MLB, el último evento de este tipo nos reportó 200 millones de dólares", argumentó, a la vez que sumó otras propuestas como un torneo eliminatorio entre los últimos cuatro clasificados para determinar el descenso. En lo relativo al Chelsea, el magnate habló abiertamente de la creación de una red de clubs al estilo de Red Bull o el City Football Group.

"Red Bull hace un muy buen trabajo: tienen al Leipzig y al Salzburgo en Champions. En el caso del Manchester City, han construido una gran estructura de clubes. El Chelsea tiene un desafío con esto. Generar una red te permite mover a jóvenes estrellas para tener controlado su desarrollo", afirmó el propietario del equipo inglés para quien un conglomerado de este tipo ayudaría a sortear los problemas de permisos de trabajo que ha provocado el Brexit.

Boehly no solo es un actor que no pertenece al fútbol tradicional, sino que busca cambiar este ecosistema. Por eso habla en primera persona de cuestiones que las entidades se diseminan entre diferentes cargos como el director deportivo, director de comunicación, secretario técnico o derivados que él quiere aglutinar en su persona. Una concentración de poderes para remover los cimientos de un deporte en continua transformación, pero donde los títulos, a diferencia del modelo franquiciado, siguen contando.