La Opinión de Murcia

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Pasando la Cadena

Y se merendará a laporta

Gerard Piqué Bernabéu ha sabido retirarse a tiempo. Y en su caso, además de una victoria personal por diversos motivos, le sirve para encaramarse a la categoría de icono barcelonista para siempre.

Dotado de inteligencia natural y adinerado de cuna, ha sabido multiplicar sus talentos dentro y fuera de los terrenos de juego hasta ganar la libertad con treinta y cinco años. Socio culé desde que nació, se retira como leyenda del Barça. Y tras ganarlo todo en su club y con España, con el reconocimiento añadido de entrenadores, seleccionador, compañeros y rivales, entra por derecho en el parnaso de los futbolistas inolvidables, más allá de haber sido el central más completo del Barça y de los mejores españoles y europeos, junto a sus amigos Puyol y Ramos.

Emprendedor nato, con una capacidad de liderazgo asombrosa, supo mantenerse en el candelero generando polémicas interesadas con mensajes y declaraciones tan irónicas como inteligentes. El mundo del fútbol se le quedaba pequeño y jugaba tanto al póker como a enredar, aunque le costara algunos disgustos y pitos por los campos de fútbol españoles hasta vistiendo la camiseta de la Selección. A la que, por cierto, se entregó y defendió siempre sin reservas.

Y tanto fue así, que cuando probó con los negocios, porque solo jugar al fútbol le aburría, ya no pudo dejarlos. En el mundo empresarial podía desarrollar mejor sus portentosas capacidades.

La estrategia es una de ellas. Por eso, tengo la convicción de que a Piqué no lo han echado ni Laporta ni Alemany, aunque lo hayan intentado hasta con descaro, con Xavi haciendo el impropio papel de bien mandao, siendo excompañero y supuesto amigo. Piqué es todavía el mejor central del Barça si le hubieran dado cancha en lugar de banquillo.

Y hablo de estrategia porque nunca es a corto, a pesar de esa gilipollez de llamar estrategia a jugadas ensayadas. Movimientos tácticos, en definitiva, como enseñan los manuales de ciencia militar y empresarial.

El movimiento táctico de Piqué ha sido gestionar estratégicamente su retirada, incluso, ¡ojo!, perdiendo menos dinero de lo que dicen. Eso le permitirá ejercer de padre custodio de sus hijos sin limitaciones, compartiendo tal condición con su exesposa; dedicar tiempo a gestionar a tiempo completo sus empresas, además de liberarse para reordenar su vida privada; y, finalmente, señalizar un hito más hacia lo que le apasiona, dentro de su implacable plan de marketing para acceder a la presidencia del Barça.

Y lo ha hecho con un gol por la escuadra a Laporta, ninguneado en el relato de su adiós. Su “¡Volveré!”, mirando al palco, se asemeja al del general MacArthur cuando los japoneses lo echaron de Filipinas en la II Guerra Mundial. Y volvió triunfante.

Llegado el momento, probablemente no muy lejano, se merendará crudo a un Laporta que va camino de dilapidar el crédito de su primer mandato, del que salió erigido como mejor presidente culé en lo deportivo.

El actual presidente ha demostrado no ser es buen estratega. En sus ansias de emular a Florentino Pérez ha pasado por alto los altibajos de su trayectoria, de los que debería haber extraído conclusiones para tan ambicioso objetivo.

Pérez los tuvo en su primera presidencia, con las luces de sanear al Real Madrid e incorporar jugadores extraordinarios, y las sombras de recrearse en sus galácticos, hasta que impotente para gobernarlos dimitió, harto de fracasos. Y reincidió en su vuelta, con el borrón de Mourinho como muestra, que a punto estuvo de manchar el prestigio histórico del Real con actitudes barriobajeras. Laporta debería haberse fijado en que el presidente merengue alcanzó su zenit cuando dejó el protagonismo a los profesionales, salvo en los fichajes estratégicos. Él está, como debe ser un buen dirigente, para dirigir el futuro. El presente lo administran sus ejecutivos.

Y hay un paralelismo con el caso de Piqué, en el que su admirado Pérez le ha dado sopas con honda. La relación con otro central legendario: Sergio Ramos. Si el presidente blanco hubiese puesto la proa al sevillano en sus primeros berrinches, no hubiese ocurrido el milagroso gol de Lisboa. Y de no suceder, como sabían sus allegados y contamos en su momento aquí, Pérez se habría marchado. ¿Cuándo se puso en su sitio? Pues en cuanto su posición era más fuerte que la del futbolista, cuatro Champions después.

Así que, póngase en paz con Dios Laporta, porque el primer clavo de su ataúd presidencial ha sido la estratégica retirada de Piqué.

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