La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Pasando la Cadena

Grandeza humana y humana tozudez

O estupidez, según se mire desde la filia o la fobia. Porque pocos pueden defender desde el entusiasmo que hacer titulares en el combinado nacional a quienes son suplentes habituales en sus equipos sea una sabia elección.

La parte noble de esta semana fue la despedida de un grande del tenis mundial, Roger Federer, acompañado de sus más acendrados rivales y, sin embargo, amigos; sobre todo quien ostenta el récord de grandes campeonatos: Rafael Nadal. El gesto de ambos cogidos de las manos y emocionados hasta las lágrimas en el último minuto de la vida competitiva del suizo es uno de esos momentos grandiosos de la vida; afecto, cariño, reconocimiento, elegancia, corazón, alma y nobleza. Lo que estos dos grandes atesoran como distintivos humanos, más allá del deporte, y que precisamente lo engrandece. Como a ellos mismos y a quienes se hayan emocionado al unísono. Porque gestos así también nos recuerdan la propia grandeza del ser humano cuando sus talentos muestran lo mejor de su naturaleza.

Los aficionados a cualquier deporte tenemos algunos recuerdos de ese tenor: aquel ciclista que esperó a su máximo competidor después de una caída fortuita para continuar su lucha, a riesgo de que al final le gane; el de aquellos futbolistas en activo que no han escatimado elogios sinceros a sus más enconados rivales, no de postureo, sabiendo que a parte de sus seguidores no les gustará porque son acérrimos en la defensa de sus colores; el de aquellos regatistas que abandonaron la ruta para ayudar a contrarios en apuros, aun a riesgo de su descalificación; o los propios tenistas otorgando un punto al rival pese al fallo arbitral favorable. Eso es deporte en la más noble de sus acepciones.

Volviendo a lo de personalidad o farsa, es un tópico en España que todos llevamos un seleccionador dentro, pero tal eventualidad cuando vienen mal dadas es producto de la enorme afición a este deporte, la máxima en nuestro país, de gente que normalmente lo ha practicado en mayor o menor medida, y de la frustración generalizada que producen las derrotas. Por supuesto que cada cual tiene sus preferencias. También es clara la libertad de expresarlas, faltaría más. Los profesionales del fútbol deberían saber que la crítica es un derecho de todos, y que si no la aceptan ni la respetan deberían dedicarse a otra cosa.

A veces, Luis Enrique es un paradigma de esa intransigencia. Y no solamente la desprecia, sino que mide sus fuerzas con sus críticos reales o imaginados haciendo de su gestión un crisol de contradicciones con tal de contradecirles. Genio y figura.

Pocos discuten sus conocimientos y preparación para dirigir a cualquier club o selección. Tampoco su bagaje profesional, tanto de jugador como de técnico, pero debería recordar que salvo el gran Barça que heredó nunca ha ganado nada ninguno de sus equipos. El asturiano acierta y se equivoca, como todo el mundo, y lo del sábado ante Suiza fue un muestrario de errores imprevisibles en alguien que tenga como dedicación seguir el trabajo de los seleccionables en sus clubes. Otra cosa es que quiera hacer de la Selección, como pregona, un club de fútbol; nunca lo será. Por definición, una selección ni lo puede ni lo debe ser jamás. Es mucho más complejo y difícil por razones evidentes, aunque no tenga los límites de una plantilla.

Como decíamos, el fallo monumental del sábado fue poner medio equipo titular de suplentes habituales en sus equipos. Los tres de arriba, por ejemplo, por falta de la confianza, de la velocidad y del ritmo que otorga la competición, en lugar de triangular rápido para llegar al área o usar paredes y desmarques sorpresivos, como seguramente esperaba su técnico, se dedicaron en la primera parte a enviar balones a la olla en busca de rematadores inexistentes, o a buscar balones altos o bajos que los laterales, con idéntica falta de partidos, les mal ponían por esa misma ausencia de ideas y de posibilidades reales de desborde. Y para qué hablar del juego organizativo y defensivo. Tapado Busquets y con Pedri grisáceo, el medio campo fue una sombra, y menos mal que Gavi metía pierna; pero para buscar soluciones está el técnico. Y atrás, cada córner o falta lateral, un drama. En fin, de pena, como él mismo reconoció.

Personalidad es defender criterios propios, pero inteligencia es tener cintura y sabiduría para corregir errores.

Grandes Federer y Nadal. Y tozudo, por ser benevolente, Luis Enrique.

Compartir el artículo

stats