Múnich. 6 de agosto de 2002. Allí empezó todo y en la misma ciudad ha continuado el idilio de José Antonio Carrillo Morales (Cieza, 27 de noviembre de 1956) con la capital de Alemania. Aquel día de hace ya veinte años, desapacible, Juan Manuel Molina Morote lograba la medalla de bronce en los 20 kilómetros marcha. Fue la primera de muchas que han llegado después para este médico que en su juventud fue atleta y que muy pronto comenzó a entrenar a jóvenes, que regresará mañana lunes a su tierra natal, previo paso por Llano de Brujas, con dos medallas de oro, como en una nube. El primer oro lo logró el pasado martes Miguel Ángel López Nicolás; y el segundo, Álvaro Martín, un extremeño que hace año y medio decidió abandonar su tierra para afincarse en Cieza y seguir los sabios consejos de Carrillo.

El ciezano, que antes de aquella gesta de Molina había llevado a unos Juegos Olímpicos a Fernando Vázquez, ha vivido unos Campeonatos de Europa de grandes sensaciones: «Aún estoy digiriendo todo lo que ha ocurrido esta semana», decía ayer desde Múnich horas después de ver a Álvaro Martín colgarse el oro en 20 kilómetros marcha en una prueba donde otro español, Diego García, logró el bronce. El martes ya fue un día de grandes sensaciones. No solo por el triunfo de Miguel Ángel López, sino también por el cuarto puesto de Manu Bermúdez. Y ayer se completó con otro oro y el undécimo puesto del yeclano Iván López. Pocos entrenadores han tenido tantos atletas en Múnich como este murciano y con resultados tan brillantes.

Bermúdez: «Es como un padre»

Carrillo es como un padre para sus atletas. Tira de las orejas cuando debe hacerlo y da cariño cuando más lo necesitan. Es duro, muy duro, y disciplinado. Por eso sus marchadores son técnicamente casi perfectos. El más fiel reflejo es Manu Bermúdez, a quien dirige desde que tenía solo seis años. «Yo lo veo como a un padre, pero es diferente mi perspectiva a la de otra gente. Es un entrenador que ha nacido para eso, es único en nuestra disciplina deportiva y eso que llegó de rebote porque no quería la marcha. Siempre he dicho que Carrillo es mi segundo padre y lo voy a decir siempre. Yo voy a llegar donde quiero llegar y él me va a acompañar», dice este estudiante de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la UCAM.

El abrazo que le dio en plena carrera Miguel Ángel López a Carrillo refleja el cariño que le tienen sus pupilos. Y todo ello pese a su fama de duro en el trabajo diario. «Es que tiene que serlo», lo justifica Bermúdez, porque «de lo contrario, no hubiéramos sacado los resultados de estos campeonatos. Si nos dejara hacer los que nosotros queremos, no sería buen entrenador. Algunas veces nos echa una bronca e incluso nos da alguna colleja, pero siempre de forma cariñosa», desvela

Pero una de las mayores virtudes de Carrillo es la complicidad que adquiere con todos sus pupilos porque «nos trata a todos por igual. No distingue entre un campeón de Europa y un atleta que está empezando. Va con las misma ganas a entrenar con Miguel Angel y con Álvaro que con los críos de la escuela de atletismo por las tardes. Eso dice mucho de Carrillo, ama la disciplina, nos trata como si todos fuéramos suyos», expresa Bermúdez.

Durante el trabajo, la seriedad es esencial, pero cuando se acaba la tensión de los entrenamientos, todo cambia. Hasta en ese punto es capaz de relajar el ambiente: «Cuando se suelta le gusta gastar bromas», dice Bermúdez, quien recuerda las veladas durante estos meses de largas concentraciones, primero en Sierra Nevada y después en Font Romeu: «Tanto en la sobremesa como antes de dormir nos gastábamos nuestras bromas, que tenemos algunas internas del grupo».

Otra de las claves del buen funcionamiento del grupo de trabajo a las órdenes de Carrillo es el compañerismo que fomenta entre todos ellos: «Nosotros somos rivales, nos picamos en los entrenamientos, pero nos llevamos bien entre nosotros. No hay ni un mal rollo y somos de los mejores grupos de entrenamiento que hay en España. Siempre nos gusta ganar al otro, pero de buen rollo», relata un Manu Bermúdez que siempre encontró apoyo en Carrillo en esos años en los que no salían los resultados pese a que los entrenamientos eran excelentes. Una situación similar a la que ha vivido en los últimos tiempos Miguel Ángel López, que ofrecía un rendimiento extraordinario en el trabajo diario pero luego no lo veía recompensado en la alta competición. Porque si algo ha hecho Carrillo durante estos años ha sido creer en todos sus atletas, que siempre le han respondido en las buenas y en las malas, con una fe ciega en sus métodos de entrenamiento cuando las dudas, lógicas en todo deportista de élite, han aparecido.