La dimisión de Manolo Molina en la dirección deportiva del Real Murcia ha supuesto un tsunami de críticas en las redes sociales hacia la directiva del club, más concretamente hacia Agustín Ramos, presidente de la entidad. Y es que, las diferencias con el presidente en la política de fichajes fueron las que provocaron la salida de Manolo Molina después de haber sido el arquitecto del equipo que ascendió a Primera RFEF.

El año de Manolo Molina al frente del proyecto grana se puede calificar como positivo por el ascenso conseguido, que era el objetivo principal del club al comienzo de su mandato. El exdirector deportivo acertó en muchas ocasiones y en momentos clave del pasado curso. Como por ejemplo, fue el gran defensor de Mario Simón después de la dolorosa derrota ante el Hércules en el Rico Pérez. Sin embargo, no toda su gestión fue acertada, acumulando errores que tuvo que subsanar en el mercado de invierno.

El director deportivo acertó con la llegada de jugadores que a día de hoy serán importantes en Primera RFEF. El caso más destacado es el de Pablo Ganet, que ha demostrado tener una calidad superior. También es el caso de Alberto González, dueño y señor de la zaga con un gran rendimiento, tanto en esta pretemporada como a lo largo del curso pasado. Pero también se equivocó en la contratación de ciertos jugadores. Por ejemplo, en el lateral izquierdo tuvo que rectificar hasta en dos ocasiones hasta conseguir el fichaje de Alberto López. Primero fue Popovici, que convenció al cuerpo técnico por su manejo con las dos piernas la pasada pretemporada. Apenas jugó minutos cuando comenzó lo serio. Tampoco acertó con Luis Madrigal, que no tuvo nivel suficiente para lo que se esperaba en un equipo con aspiraciones de ascender.

Una visión más austera que la de Ramos provoca su dimisión en un club donde priman las urgencias

A lo largo de toda la temporada pasada, al Real Murcia le faltó chispa por la banda. Tuvo Mario Simón que acudir a Pablo Haro, jugador que apenas contaba al principio y que se fue ganando el puesto al ver que los extremos no funcionaban. Juanfer, que venía con un buen cartel, no cumplió las expectativas. Tampoco lo hizo Athuman, que a pesar de que tuvo buenos momentos, apenas contó para Mario Simón.

Las plazas para sub-23 tampoco fueron su punto fuerte, pues ninguno llegó a cuajar. Los únicos dos sub-23 que cuajaron fueron Manu Pedreño y Zeidane Inoussa, ambos fichados en el mercado invernal. El primero adelantó por la derecha a Héctor Martínez, otro de sus errores, ya que cobraba una ficha bastante elevada y apenas jugó. Y en el caso del extremo sueco, vino de la mano de Quique Pina, que actuó como intermediario en la operación.

Otro de los errores de Manolo Molina fue incluir en los contratos de casi todos los jugadores la renovación automática en caso de ascenso. Un dardo envenenado que, en algunos casos, le ha salido bien para atar a algunas de las piezas más importantes, pero que en otros obligó al club a acordar una rescisión de los contratos de los que no contaban este curso.

Esta pretemporada, no avaló el fichaje de Pedro León, un jugador que venía de marcar diez tantos en Segunda y que, como se está viendo en pretemporada, sigue siendo un futbolista de superior categoría. Su elevado sueldo, el gran inconveniente. Al igual que las llegadas de los delanteros, ya que creía que podría romper el equilibrio que existe en la plantilla.

El mandato de Manolo Molina tiene más luces que sombras. El ascenso es la prueba inequívoca de ello. Pero, por el camino, también cometió errores. El murcianismo se echa las manos a la cabeza con su salida. Pero, en estos casos, casi como siempre, el mejor juez será el tiempo. Será el que dicte si la austeridad del proyecto de Molina supera el nuevo plan de Agustín Ramos o, si por el contrario, se echa de menos su templanza.