María del Pilar Robles Pasquín (Murcia, 30 de diciembre de 1995) es una mujer inquieta que practica rugby en el club CUDERMurcia, hace skate y también krav magá, que es defensa personal israelí. Solidaria y comprometida, también ha sido jefa de cocina, técnico de sonido y ha trabajado en residencias.

¿Cuándo empezó a hacer deporte?

Desde que era pequeña porque el deporte siempre es la mejor opción para desarrollar tus habilidades. No sabría decirte desde qué edad estoy haciendo deporte, pero siempre me recuerdo dando volteretas por mi casa hasta que me apunté a gimnasia rítmica que, por cierto, me engañó mi madre, porque primero me dijo que era fútbol, pero al final me quedé tres años.

Y ha acabado en el rugby.

Sí, pero también hago skate y krav magá, que es defensa personal del ejército israelí. Precisamente estos días hemos dado una charla de defensa personal en La Merced porque que es algo que debería conocer desde un bebé hasta mi abuela.

¿Cuándo llegó el rugby a su vida?

Me vinculé hace seis años. Volvía de trabajar en Mojácar, de jefa de cocina, y estaba una noche en las tascas disfrazada de Bender, de Futurama. A la mañana siguiente me desperté y en el disfraz llevaba una tarjeta donde había dos números de teléfono en un tríptico donde decía que nos uniéramos a jugar al rugby. Llamé por teléfono y la chica que me lo cogió se sorprendió muchísimo porque la gente normalmente solo le escribía la gente. Me dijo que era la primera vez que la llamaban y me facilitó los horarios de entrenamientos, que son los mismos horarios que tenemos a día de hoy. He estado muchos años viviendo en Madrid, pero siempre que he vuelto, si no puedo aportar dentro del campo como jugadora, entreno, me desfogo y dejo de entrenar para llevar a las chicas que vienen nuevas. Al principio sí jugaba, pero después fue creciendo mi volumen de trabajo por la empresa y no me podía comprometer.

¿Qué ha encontrado en el rugby?

Desde fuera se puede interpretar que es un deporte violento, pero no es así, porque los contactos son sanos. Yo creía que solo iba a encontrar en el rugby desahogo, pero al final he encontrado una familia que muchas veces es más que la familia que me ha tocado. En mi equipo he encontrado de todo.

¿Cómo se gestionan?

Nos entrenamos entre todas y también instruimos a las nuevas para que lo hagan el día de mañana. El otro día ganamos por una diferencia abismal a un equipo que pone pisos a sus jugadoras y tienen un sustento. Nosotros no tenemos entrenador fijo ni campo. Es la primera vez en seis años que tenemos ropa de nuestro equipo. Impresiona lo mucho que conseguimos con lo poco que tenemos y a mí me hace sentirme más orgullosa. No tenemos fisio, entrenador, campo y equipaciones, pero hacemos todo lo posible cada una para que esté todo y no falte de nada. Y aunque está mal que yo lo diga, todos los equipos flipan con nuestros terceros tiempos. Hacemos una lista durante la semana, cocinamos nosotras y nunca falta cerveza.

¿Compite en skate o solo lo practica?

Hace unos años le dieron la consideración de deporte olímpico, pero aquí en Murcia no hay liga, te tienes que ir fuera a competir, sobre todo a Valencia. Hacemos clasificatorias para llegar a las olimpiadas y es muy complicado porque las organizamos nosotras. Nos lo pasamos muy bien, nos hace felices y es algo que nunca voy a dejar de hacer. Empecé a patinar cuando llegué a España, en mi calle.

¿Ha estado muchos años fuera?

Sí, unos trece años. He vivido en Napolés, en Tampa (Estados Unidos), Alemania y Turquía. Mi abuela me decía que mi casa está donde está mi corazón, y mi corazón está en Italia. Pero años después me he dado cuenta que necesito sentir un sitio como mi casa y al final me he dado cuenta de que está donde están las personas que te hacen sentir, en mi equipo de rugby y mi amigos. De eso me he dado cuenta desde no hace mucho. Desde los 17 años he estado viviendo fuera de casa, trabajando siempre porque antes de empezar a colaborar con mi hermano en la empresa, soy técnica de sonido, he trabajado en residencias porque me gusta ayudar a personas de diversidad funcional y mayores, y también he sido jefa de cocina en muchos restaurantes de Murcia. De la hostelería salí jurando que no volvería, pero a veces me piden que les eche una mano algunos amigos y los viernes y los sábados estoy trabajando en el Myrtia.

¿Y para qué le queda tiempo?

No duermo mucho, hay veces que ni siquiera lo hago y no tengo mucho tiempo, pero también he estado un tiempo parada.

¿No ha sufrido el machismo por ser mujer y hacer deporte?

Sí, he escuchado que soy marimacho, a día de hoy aún lo estoy soportando y lo que me queda. Pero yo no voy a estar educando a la gente, porque lo que tiene es incultura. Ya no me molesto. Cuando era pequeña sí que pasé un proceso porque esas personas me hacían dudar de mí misma al estar formándote y no saber quién eres. De pequeña he sufrido mucho, pero dentro de lo mal que lo tenía que haber pasado, como mi personalidad ha sido fuerte, cuando alguien me venía a vacilar, yo le vacilaba más. A día de hoy, que me digan lo que quieran porque tengo herramientas emocionales y verbales para defenderme.

Creativa e inquieta.

Así es, porque con trece años ya organizábamos conciertos. Algunas veces palmábamos dinero o solo teníamos para esa noche, pero lo hacíamos para que los artistas que contratábamos vinieran a nuestra ciudad. Y luego conseguimos monetizar todo eso. A raíz de todo, empecé a conocer mucha gente de la noche y a hacer contactos.