Santiago Godoy Santana (Fuerteventura, 9 de abril de 1955) ha sido durante muchos años director médico de Ibermutuamur. Ahora está en prórroga de jubilación y tras pasar por el Ciudad de Murcia, Águilas y Real Murcia, es uno de los médicos del UCAM Murcia CB. Acaba de publicar su segundo libro, 19 sonetos y 500 cuarteros, cuyos beneficios va a destinar a los vecinos de La Palma, donde pretende construir casas prefabricadas. 

¿Desde cuándo está en Murcia?

Desde 1972 porque mi padre era militar. Él falleció teniendo yo 14 años y entonces pasé dos años en Valladolid por el patronato de huérfanos militares, pero después me enviaron aquí. Y cuando terminé la carrera, no encontré ninguna razón para moverme de Murcia y sigo sin encontrarla.

¿Médico por vocación?

Por vocación y, además, lo decía en una página e instagram: soy de los médicos de la vieja usanza. Donde más disfruté trabajando fue en Los Dolores de Cartagena y en Zeneta. Siempre he sido de ir a ver a los viejos porque creo que soy un geriatra frustrado. Después empecé a picar en la Mutua, me metí en accidentes de trabajo y me aplicaron las incompatibilidades. En aquellos momentos, siendo interino, era más seguro la mutua y ahí me quedé hasta el día hoy. Ahora estoy en prórroga de jubilación. No sé el tiempo que me quedará, pero quizás ya me retire totalmente este año.

¿Cómo aterrizó en el mundo del deporte?

Fue en el Ciudad de Murcia hace 17 años. Andrés López Atenza, primo de Quique Pina y amigo mío, me pidió que echara una mano. Nunca había estado en el deporte y me dediqué a controlar los accidentes de trabajo. El club acababa de subir a Segunda División y me apetecía tener esa experiencia. Mi trabajo era ir al campo, atenderlos y viajar con ellos, porque siempre me ha gustado viajar. Me fui metiendo, allí conocí a Rogelio Diz y empezamos a trabajar juntos. Había cosas que me gustaban más y otras menos porque Pina tenía una forma muy peculiar de ser presidente y al año siguiente me lo dejé. También estuve en el Águilas un tiempo y en el voleibol de Evedasto Lifante, pero me lo dejé porque yo no soy capaz de rendir pleitesía. Yo, si lo necesitas, te doy, pero no me digas que te tengo que dar por obligación cuando no cobro.

Y después apareció el Real Murcia.

Sí, porque estaba en la mutua y soy amigo de Martínez Abarca. Teníamos a Paco Martínez, que también estaba en la Arrixaca, y me dedicaba a hacer de machaca, como ahora en el UCAM Murcia CB, porque quien sana a los jugadores es el equipazo de traumatólogos que tenemos en la mutua. Yo me dedico a poner la cosa fácil a todos. En el Real Murcia estuve tres años, viajaba con ellos y disfruté mucho, sobre todo la temporada de Segunda B que nos tocó jugar en el grupo primero.

Si aquella temporada fue infernal.

Sí, pero no los pasábamos muy bien, porque me hice amigo de Morote y en los viajes aprovechábamos para conocer sitios que no sabía ni que existían.

¿Por qué se acabó?

Me pilló la temporada de Julio Velázquez, que no me gustó lo que hizo porque ya había apalabrado su fichaje con el Betis antes de terminar la liga, y empecé a ver cosas en el club que no me gustaban. Entonces me quité del fútbol.

¿Cómo llegó al UCAM Murcia CB?

Surgió en una comida con Rogelio. Se decidió que Juanjo Martínez Navarro y yo hiciéramos un tándem. Y cuando terminábamos la conversación, le pregunté a Alejandro Gómez cuánto me iban a pagar. Se me quedó mirando y le dije que quería la matrícula para que mi ahijado jugara al baloncesto con los infantiles. Y ese fue mi contrato, pero como el crío se pasó al fútbol, cuando empezó esta temporada le pedí que me diera una equipación como recuerdo. Yo me cobro en especies, y una de ellas es la satisfacción de tenerlos atendidos, de haber participado sin ningún aspaviento en ser el equipo con menos lesionados de la primera vuelta y haber dado toda la agilidad que se le puede a un equipo profesional. Y al margen de todo esto, en el banquillo me divierto.

Antes de la entrevista me ha dicho que sufre mucho.

Bueno, me divierto cuando suena el pitido final o cuando ganábamos por 14 puntos ante el Tenerife, pero no olvidaré los segundos finales.

¿Qué ve en este equipo que no tenía otros?

Lo que veo es que se nota que todos quieren los mismo. Nadie quiere tener más puntos que nadie. Tienes un tío como Taylor, que se lo llevarán si sigue haciendo la temporada que lleva, pero en este equipo notas la química que hay porque se jalean y animan desde que se están vendando. Por referencias, porque no me meto en el vestuario, cuando se pierde se cabrean todos. Yo creo que conforman el equipo que juega de memoria y donde tienes ciencia cierta de que todo el mundo quiere lo mismo, pero desde el cuerpo técnico a los servicios médicos. Cada jugador tiene su rol, pero es un grupo, una plantilla. El año pasado dependíamos de Frankamp y el anterior era casi exclusiva de Booker. Veo un grupo perfectamente avenido y te hace estar tranquilo. Se pierde porque se tiene que perder, pero no porque se desmembre el grupo.

En Ibermutua hay muchos profesionales de la sanidad vinculados al deporte en Murcia.

En realidad nosotros no marcamos esa especialización. Para Ibermutua se trata de empresas asociadas y tratamos de dar el tratamiento específico a cada una. El deporte, y más el de élite, requiere profesionalidad, técnica médica y sobre todo inmediatez. Tenemos las tres cosas, de ahí que nos encarguemos en buena medida del deporte de élite: ElPozo Fútbol Sala, cuyo médico es mi compañero y amigo Manuel Carrillo, y el UCAM Mucia CB, del que me encargo yo desde la Mutua. No metemos goles ni canastas, pero nos gusta pensar que colaboramos al 100% de nuestras posibilidades.

Hablemos de su faceta literaria, porque lo lógico en un médico es que haga artículos científicos, pero usted no es así.

Pero no de los médicos de pueblo, aunque ahora trabaje en una mutua muy grande, pero yo creo que cualquiera que haya estado trabajando como médico de un pueblo, cuando ves el consuelo en una visita a domicilio, eso no lo tiene un centro de salud ni un hospital en esta Murcia que es tan hospitalaria. Desmitifiqué a los gallegos, porque estuve trabajando allí, para bien. Desmitifiqué a los sevillanos cuando estuve allí porque la gracia es la que ellos cuentan, pero no entienden la de los demás. Y sí que me he dado cuenta después de haber danzando por muchos sitios durante tiempo, que Murcia te abre los brazos y te abraza.

Es que a Murcia se llega llorando y uno se va llorando.

Pregúntale a todos los deportistas que han pasado por aquí, porque Murcia es un sitio que cuando piensas en irte a otro, lo puedes hacer por trabajo, pero no a buscar cariño. Y de hecho, llevo más de 45 años en Murcia y todavía no he encontrado una razón para irme. Es más, cuando me han desplazado, siempre ha sido con la condición de seguir aquí.

¿Cómo descubrió esa vena literaria?

En la universidad fui un poquillo quisquilloso. Antes de Franco era una universidad muy viva y en aquel momento era un cantante protesta, como se llamaba por aquella época. A partir de ahí empecé a escribir para mí. Tuve algún problema con el gobierno civil de entonces, pero he escrito desde los 17 años y se han quedado ahí, en un armario de mi casa.

¿Y qué le gustaba escribir?

Solo canción protesta, pero luego escribía estados de ánimo míos y de la gente de mi entorno. Los ponía en el teléfono y cuando llegó la inundación de Los Alcázares, cuando me di cuenta que tenía más de cien estados, autopubliqué un libro que se llama ‘Los estados del alma’. Entonces tuve una mala experiencia porque le ofrecí los beneficios del libro a Cáritas, pero sorprendentemente un día me llamaron para decir que no iba con su ideario. Ahí lo dejé y me mandaron un correo a firmar donde destacaron dos cosas: que recibían el dinero, pero que no figuraban en ningún sitio, y que debía firmar un contrato de confidencialidad. Entonces mandé un correo al secretario general y, por supuesto, me desvinculé. Le cedí los derechos durante un año a varias ONG para lo que quisieran. Después, durante la pandemia escribí el siguiente libro, cuyo título salió de una canción de Sabina, ‘19 sonetos y 500 cuartetos’. Se lo pasé a una editorial y mi sorpresa fue que me lo editaron.

¿Va a donar a alguien los beneficios?

Sí, pero lo voy a hacer de una manera distinta, voy a dedicarlo a La Palma. Mi proyecto es comprar casas prefabricadas para donarlas, pero si hay otra necesidad, se cubrirá con los beneficios. No se trata de hacer una cuenta bancaria y mandar el dinero, es ver qué necesita la población.

Además, veo que este libro lleva ilustraciones en algunos poemas…

Esto fue mera casualidad. Su autora es Maribel Carrasco, logopeda que trabaja con la Mutua y, además, es lingüista. Me compró el primer libro y, a partir de ahí, hablando de ello, decidimos colaborar. Producto de ello surgen estas ilustraciones en algunos de los poemas, las cuales le dan al libro una originalidad especial. Los cuadros y la revisión que hizo a cada poema, casi un tercer grado, a veces, generó un simpático debate. Ahora somos amigos a los que nos une la poesía. Nos gusta decir que, a veces, no sabemos si ella pinta un poema o yo escribo un cuadro. Desde aquí, Maribel, mi agradecimiento por tu gran esfuerzo y complicidad con el libro.

¿Qué ha cambiado de ese universitario que cantaba canción protesta a hoy?

Sigo siendo protestón. Si lees ‘Los estados del alma’ hay protesta y estoy trabajando en un libro que se llama ‘Alma rebelde’ porque ahora hay mucha chicha. No quiero meterme demasiado en profundidades, pero le dediqué poemas a los siete pecados capitales, a la pandemia y otros dirigidos al hacer política, no a los políticos, porque no se puede estar escribiendo indefinidamente del amor y el desamor porque eso se agota. También le hice un poema al recorrido que hay de la calle Mayor de Espinardo, porque es una calle donde el afilador pasa por las mañanas y el coche fúnebre anuncia los fallecimientos con los motes de la gente de Murcia. Le escribo y critico a la gente y a la calle.

Pues se ganará amistades y enemistades.

Por supuesto, pero en este libro, en la introducción, lo digo, que tengo una edad en la que de todo se aprende. Y aprendo más de los contrincantes que de los aliados. Si cometo algo es un delito de opinión, pero por opinar en este país actualmente no se lleva a la cárcel a nadie, aunque antes sí. Ahora la calle está muy viva y la gente está muy desorientada.

La pandemia lo ha cambiado todo y ha hecho más egoísta a la gente.

Porque cuando eres frágil se tiene miedo y uno se retrae, es como en la parte económica, donde cuando la economía está mal, meto el dinero en el colchón. Todo esto nos ha hecho ver la fragilidad tremenda en la que estamos, que volvió loco al mundo entero. En España se preocuparon más de tirarse los trastos unos y otros partidos, y no se dieron cuenta que, mientras tanto, se estaba muriendo gente. No es una cuestión de una revolución, sino de que la gente tenga tranquilidad porque en los atolladeros nos meten los políticos, pero se sale con la gente.

Tengo amigos negacionistas. ¿Cómo se les puede hacer cambiar de opinión?

La gente que opina de eso no sufrió la gripe del 18. Estamos ante algo desconocido. Este mundo, en situación mental y psicológica, poco ha avanzado, pero en técnica sí. Los grandes laboratorios pusieron a todo el mundo a trabajar en esto, si no en la vacuna perfecta, sí en la que mitigara algo. Negar eso es como negar que el día es día. Te puedes negarte a tener fe, pero no puedes negar la evidencia. Lo que pasó en la primera fase de la pandemia no está pasando en esta y probablemente tampoco pase en la próxima. Lo único que le deseo a los negacionistas, que están en su derecho, es que tengan suerte, y la suerte es que no contaminen a sus padres, sobre todo si los tienen de avanzada edad, y que no les pase nada a ellos, pero en mi opinión son unos inconscientes.

Los hospitales están llenos de gente que no se ha vacunado.

Yo lo que haría es dar un paso más y no soy pionero en este pensamiento, pero si usted cae en la UCI, que económicamente es casi un hotel de siete estrellas lo que vale, se la tiene que pagar. Lo que no tiene sentido es que hacer lo que me da la gana porque es mi derecho, pero después extorsiono al país diciéndole que me trate como a un potro de carreras de gran nacional. Una cama sanitaria cuesta una barbaridad y hay profesionales que se están dejando la piel. Eso es lo que haría, pero afortunadamente no soy político.

¿Nunca ha tenido tentación de meterse en política?

No porque el poder, en mi opinión, corrompe, habría que tirar todo para atrás. Y la política que se hace, como el deporte, si no eres capaz de implicarte en esa forma de hacer política o deporte, no te metas, aparte de que ahora, a cualquiera que se mete en política, lo primero que se hace es investigar qué trapos sucios se le pueden sacar, y como yo seguramente tengo trapos sucios, para qué me voy a meter en esos berenjenales.