Unos saludan desmonterados y otros vuelven a las grandes ferias con la coleta intacta. El fútbol es cíclico y ahora entramos en la época de los nacidos en este siglo.

El XXI nos ha traído la marea del internet para todo con su tsunami de aplicaciones generalizadas. No se entiende nada en la humanidad sin el parpadeo de un teclado en cualquier pantalla, conectados aparatos y almas al mundo mundial. La aldea global que preconizó el filósofo canadiense McLuhan a mitad del XX ya es una realidad incuestionable. Y el medio -internet-, su mensaje; el dictador implacable que nos gobierna.

Y como tanto reiteramos, el fútbol no es ajeno al devenir humano. Ahora vemos en los banquillos de cualquier categoría al entrenador de prima donna, como siempre fue, pero rodeado de una corte de segundos y terceros, analistas y demás especímenes para cualquier nimiedad, tecleando aparatejos, apuntando y aportando datos en pizarritas tecnológicas a los suplentes que se incorporan al partido, más los que desde la grada propia y las ajenas van nutriendo sus memorias artificiales de movimientos tácticos, detalles estratégicos, recorridos individuales, colectivos y hasta las pulsaciones que les remiten los jugadores monitorizados. Nada escapa ya al ojo invisible del Gran Hermano que gobierna nuestras vidas.

Pero en ese grisáceo panorama, emergen como oasis salvadores en nuestro deporte los fenómenos que siempre emocionan. Desde los jóvenes que ya se desmonteran, tipo Gavi o Nico y los recientes Pedri y Ansu, con Vinicius ya en la mesa de los futbolistas de oro, como quienes viven una espléndida segunda o tercera juventud: Modric, Benzema y Kroos sobre todos, junto a los que alargan tanto a nivel de clubes como de Selección sus individuales épocas doradas; Busquets, Alba y Koke, por ejemplo. Y en los albores de esta nueva época, penurias institucionales mediante, incluso vuelven a los ruedos figuras ya retiradas o casi. Alves en la monumental culé puede ser su emblema, que retorna con espada y de oro para encabezar carteles y no como subalterno de fortuna; será titular en el campo claroscuro, ya enverdinao por juventud, de los de Xavi.

Les chocará, tal vez, que use de vez en cuando terminología taurina en estas páginas futboleras, pero como comentaba el otro día con mi amigo Francisco Blesa, el mundo del toro es un reservorio privilegiado y esplendoroso de nuestro mejor acervo lingüístico. Algunos estamos hartos de que comunicadores del fútbol prostituyan y minusvaloren la riqueza del idioma común español, incorporando por mimetismo al lenguaje de jóvenes y veteranos aficionados y deportistas términos copiados de fuentes académicas no solo distintas sino competitivas con la lengua de Cervantes.

Expondré un solo caso, deseando que alguien me lo explique. A ver, ¿si cuando un jugador marca dos goles, esos mismos aborregados no tienen reparo en hablar de doblete, por qué si hace tres usan el aborrecido hat-trick en lugar de triplete? Y es un absurdo generalizado en los medios de comunicación, como hay otros en cualquier actividad. Es penoso contemplar impotente tanta falta de personalidad y orgullo en gente que debieran ser faros y guías de nuestra cultura. El imperio inglés y sus corsarios siguen machacándonos quinientos años después por el mismo complejo de inferioridad que nos fue barriendo conforme perdíamos la primacía mundial. Si nuestra ilustre y decepcionada generación del noventa y ocho levantara la cabeza les seguiría doliendo España.

Volviendo al fútbol, comentaba ayer con Sánchez Carrillo que el Barça de Xavi, a poco que le den tiempo y medios, puede eclosionar en un equipo importante. El mismo técnico blaugrana confesaba asombrado que a él le temblaban las piernas con dieciocho años, cuando debutó en el Nou Camp, valorando la enorme valía de un Gavi que con diecisiete es capaz de echarse al equipo a las espaldas y ganar un partido ante decenas de miles de aficionados.

Y dejo para el final el extraordinario caso del agigantado Madrid de Ancelotti. Un equipo reverdecido sobre la ruina física que dejó el de Zidane, como el olmo viejo del Duero machadiano. Veremos en primavera, pero lo portentoso es que veteranos de aparentes escasas lunas brillen de nuevo con un poderío incontestable, y que los jóvenes Vinicius o Militao hayan pasado en meses de carne de memes a manjares exclusivos del fútbol exquisito.

Como encima le traigan a Mbappé, Haaland, o a los dos, el color blanco volverá a reinar en Europa muchos años.

Mientras, disfrutemos a los que se desmonteran por faenas grandiosas.