Presidente de la Federación Murciana de Baloncesto. Juan Carlos Hernández González (Lorca, 30 de junio de 1965) es director comercial del concesionario BMW, Mini y Motorrad en Orihuela y Torrevieja, pero en nuestra Región es conocido por ser el presidente de la Federación de Baloncesto desde hace veintiún años. Fue jugador del Eliocroca, club que también dirigió en los despachos, y se convirtió en entrenador con apenas 18 años.

¿Cómo empezó a jugar al baloncesto?

Mi hermano Alfredo jugaba al baloncesto, pero yo empecé muy tarde, con 15 años, cuando estaba en el instituto. De repente vino un entrenador para ver si algún chico quería apuntarse y yo medía 1,80 en ese momento, aunque después crecí y me fui a 1,96. Me gustaba mucho el baloncesto, pero estaba regordete y no me había llamado la atención.

¿Pero hacía algún deporte antes?

En el colegio jugaba al fútbol en el equipo de Alfonso X El Sabio y me llamaban ‘Carlillana’ porque era el más alto y me ponían a rematar. Esa fue una época donde yo quería jugar al baloncesto, pero me decían que era un deporte de niñas y solo se podía jugar al fútbol. Gracias a Dios, eso ha cambiado mucho.

¿Y quién le introdujo en el baloncesto?

Juan Antonio Lorente, que en paz descanse, que para es mi padre deportivo y personalmente es mi segundo padre. Él me metió la adrenalina del baloncesto y una vez que entras, es muy difícil dejarlo.

Jugó muchos años. ¿Le tuvieron que echar o se fue?

No, me lo tuve que dejar. Empecé a jugar, después estaba entrenando y jugando, me encargaba de un equipo femenino que fue subcampeón de la Región de Murcia porque siempre nos ganaba Jesuitinas. Después también entrené masculino, pero hubo un problema en el Eliocroca y me nombraron presidente de una comisión gestora durante un año, pero al siguiente tuvimos que seguir y al final optamos por presentar una candidatura a la presidencia. Al final estuve trece años en una presidencia que dejé para entrar en la Federación Murciana.

También estuvo en Puerto Lumbreras entrenando.

Sí. Me llamaron para crear unas escuelas y el primer día se nos presentaron 120 críos. Solo teníamos dos balones y una pista para todos. Hablé con el alcalde y lo arreglamos, pero el primer día fue increíble.

¿Solo le ha faltado ser árbitro en el baloncesto?

Así es. La verdad es que es la única faceta que no he desarrollado.

Pero se casó con una colegiada.

Sí. De hecho hizo Carlos Illán, en La Opinión, escribió un artículo donde hablaba que esperaba muchas canastas y pocos tapones. Aún tengo guardado el recorte en casa. Al final mi mujer es una persona del mundo del baloncesto que yo conocí, acabamos juntos y llevamos 21 años. Parte del éxito y del fracaso mío es de ella.

¿Era marrullero como jugador?

Ni era ni marrullero ni duro, todo lo contrario. Yo tenía buenos movimientos de pies para aquella época, y me cabreaba mucho cuando me daban pellizcos o puñetazos para intentar pararme. Tengo amigos que me han defendido y a los que recuerdo que eran unos marranos. Me hacían cosas que no son legales, pero no protestaba porque hacerlo no te llevaba a nada.

¿Cuántas técnicas le pitaron en su vida?

Dos y fueron en el mismo partido, por lo que me echaron. Me fui al centro del campo y dije que no me iba, pero solo me pasó ese día. Recuerdo que en mi primer matrimonio me casé un sábado y jugué un domingo. Hasta ese punto me gustaba y respetaba el baloncesto.

Y eso que empezó tarde.

Sí, pero me metí a llevar las escuelas deportivas, iba a la universidad y me volvía rápido, sin ir a la última hora porque a las dos tenía que estar en el Colegio San Francisco, que era de monjas, y como anécdota te puedo decir que fui el primer hombre que entró allí. Tuve a Sor Concepción asomada todo el año entero al balcón mientras yo entrenaba con las crías, hasta que un día le dije que podía estar tranquila y que no iba a haber ningún problema. También te puedo contar que llegamos a un colegio de monjas en Las Torres de Cotillas y no me dejaron entrar al vestuario para dar la charla. Entró la monja conmigo, pero estamos hablando de hace 38 años porque empecé a entrenar con 18.

Es decir, que empezó a jugar con 15 y a los 18 ya entrenaba. ¿Tan clara tuvo la vocación?

Sí porque Juan Antonio Lorente me inculcó muy bien los valores de nuestro deporte. Gracias a eso he conocido a mucha gente y he disfrutado de muchas cosas en la vida, porque, además, mis grandes amigos son del baloncesto.

¿Con quién mantuvo los duelos más duros bajo los tableros?

Los duelos con Chumi de Cieza, con Marcos Molina en Cartagena, con los Manzano en Molina, sobre todo con Pencho… Yo era de los más jóvenes pero ellos estaban ahí ya tiempo. Y no te cuento nada los partidos en Archena, en una pista cuesta abajo. Pasados los años, lo que nos podemos sentir orgullosos todos es que las instalaciones han cambiado mucho. Recuerdo jugar en San José de la Vega, donde en mitad del campo no había cemento, estaba el desagüe y teníamos que botar hacia adelante para que el balón no se nos fuera. Las instalaciones han mejorado mucho, los entrenadores también. Siempre digo que Los Ángeles 84 fue una gran época para su momento, pero un jugador de aquella época trasladado ahora sería muy normalito.

¿Dónde cree que en el baloncesto actual hubiera llegado a jugar?

Solo en Primera Nacional. Piensa que yo jugaba de 4 y el pívot más grande era Ignacio, que medía 2,02 metros, no había gente con más altura. Aquí, cuando vino a jugar Miguel Tarín, con 2,17, era otro mundo.

¿Se enfrentó a Miguel Tarín cuando estuvo en Cartagena?

Solo en un amistoso, pero como jugadores importantes a los que me he enfrentado está Randy Owens, cuando llegó al Júver en Tercera. Recuerdo que no teníamos este día pabellón porque estaba en obras y Antonio Baños Albacete metió unas máquinas, asfaltó una pista un sábado por la mañana y a las dos de la madrugada estábamos pintando la pista. Además, los operarios del Ayuntamiento se tiraron toda la noche montando gradas de Semana Santa para que jugáramos contra Randy Owens. Antiguamente se hacían las cosas de otra manera.

¿El gran despegue del baloncesto español coincide con la formación de los entrenadores?

Y la profesionalización de los clubes, porque antes ibas, entrenabas tres horas al día y se acabó, pero ahora hay un volumen de trabajo. Los entrenadores están cada vez más formados y hay una cosa muy importante, que mi padre iba a verme una o dos veces al año cuando tenía un partido importante, pero hoy no es así, porque las familias ayudan a que las canteras funcionen y van a todos los partidos y siguen a sus hijos, aunque a veces no es tan bueno.

Pero hay padres y padres.

Sí, pero en el baloncesto la mayoría respetan al contrario. No somos un deporte de grandes problemas y cuando lo hemos tenido, lo hemos zanjado con sanciones importantes para que no vuelva a ocurrir. La violencia no existe en el baloncesto.

Además, como hace muchos años se decía que era un deporte de chicas, quizás no exista tanto sexismo como en otros.

No, es que la palabra sexista es ahora. Fíjate, ahora está de moda eso de los cupos, ¿pero qué es eso? Yo quiero rodearme de los mejores, me da igual que sea cupo o no, ya sea mujer u hombre. A las mujeres hay que facilitarles la situación, porque no es lo mismo por su fuerza física, aunque por inteligencia quizás sean superiores a nosotros. Yo estoy encantado porque tengo tres hijas.

¿Las tres juegan al baloncesto?

La mayor no juega, pero la mediana, que tiene 17 años, está en el Jairis, y la pequeña tiene 11 y está en el Infante.

Los fines de semana tienen que ser una locura en su casa.

Hay veces que tenemos que dividirnos Juani y yo. Cada fin de semana me veo de cuatro a seis partidos porque me da igual que sea de críos como de ACB, que solo veo uno cada tres o cuatro semanas, porque voy a LEB Plata, Liga Femenina o Primera Nacional. Me gusta cualquier partido, pero ver a los pequeños y ver la ilusión de los críos, te pone las pilas y querer seguir trabajando en este deporte.

¿Y qué piensa de que muchos clubes no ponen a los mejores entrenadores en las categorías menores?

Muchas veces no se hace y se pone en las categorías de base a los que se acaban de sacar el título y eso es para mí un gran error. Mi idea, a nivel personal, porque no voy a entrar a dar órdenes en ningún club, es tener técnicos muy especializados en las categorías de abajo para formar jugadores y ya llegarán las victorias después. De nada sirve en alevines el doble bloqueo si luego no sabes botar ni pasar el balón.

¿No hay demasiados entrenadores resultadistas en las categorías inferiores?

Sí, claro. Lo primero que tiene que hacer un entrenador novel es escuchar, que es lo que yo hice cuando empecé. Escuchaba a Juan Antonio Lorente, a otros entrenadores de mi club, veía los entrenamientos, es decir, que si quieres aprender tienes que ver, observar, leer y poner en marcha todas las acciones.

¿No tiene un problema el baloncesto español con tantos extranjeros en las canteras de los clubes?

Nosotros intentamos a nivel regional limitar ese tipo de situaciones, pero si están escolarizados no puedes hacer nada ni plantear ningún tipo de limitación porque no es legal. Nosotros intentamos llevarnos los menos posibles a las selecciones, pero algunas veces sí lo hemos hecho porque el chaval no tiene culpa de haber nacido en otro sitio. Luka Doncic, por ejemplo, llegó aquí con 14 años. Ya tenía un gran talento, pero se formó en nuestro país. A España viene buena gente, pero el trabajo que se hace aquí es el que les hace muy buenos. Por ejemplo, el UCAM Murcia se trajo al mejor cadete del Eurobasket, que es turco, pero está trabajando mucho y la llegada de Sito Alonso ha marcado un antes y un después porque no había visto a nadie trabajar con las bases como lo hace él.

¿Qué personas considera que han influido más en el despegue del baloncesto murciano?

El primer salto de calidad lo dimos cuando Juan Valverde y el Júver llegaron a Primera B. Recuerdo el Príncipe de Asturias lleno a reventar o esa fase de Eurobasket que jugó Rusia aquí, con jugadores que cuando pasabas a su lado se hacía de noche. El baloncesto antes dependía mucho de personas, como ocurría en Lorca con Juan Antonio Lorente, en Alcantarilla con Andrés Francés, en Cartagena con Pencho Madrid, Salva Rosique y Julián Galindo, Marcos y Andrés Carreras en Archena, Fulgencio Manzano y Javi Aguilar en Molina… Todos los clubes tienen una o dos personas que han tirado del carro, pero ahora hay ya muchos entrenadores en los clubes y eso te da seriedad en el trabajo. También ha influido la llegada de otros técnicos, como Felipe Coello, que se han involucrado con las canteras, como también ocurrió con Manolo Hussein.

¿Tanto gana como presidente de la Federación para llevar tanto tiempo en el cargo?

Pues sí, gano mucho placer y muchas situaciones de alegría y disgustos, pero es que me gusta. Mi trabajo, que es ser director comercial de un concesionario de coches, me estresa tanto, que cuando llego a la Federación y veo otros problemas diferentes, me sirve para desconectar. El baloncesto es mi válvula de escape. Y en cuanto al dinero, yo tengo una asignación de 200 euros al mes por gastos, que es la misma asignación que tenía en 1987 el presidente, pero entonces era en pesetas. La diferencia es que antes teníamos una Federación con un presupuesto de 7,5 millones de pesetas y ahora el volumen, antes de la pandemia, era de 800.000 euros. Yo no soy un presidente que ha venido a servirse del baloncesto. El día que lo deje seguiré yendo a ver partidos.

¿Qué es más difícil hoy en día, vender un coche o sacar el presupuesto de un equipo?

Ambas cosas son difíciles, pero al final el coche es una necesidad y un equipo es una ilusión. Un club nace de una demanda de críos que quieren jugar. Antes los ayuntamientos te incitaban a formar equipos, pero ahora son grupos de padres que promueven sacar un club.

¿El fútbol roba muchos jóvenes al baloncesto?

No, el fútbol funciona de manera diferente. Sí que hemos tenido esa competencia, pero nos ha servido para espolearnos.

¿Pero no es el mayor rival del baloncesto?

Sí, claro. Hasta que para practicar el atletismo fue obligatorio tener una licencia, nosotros éramos la segunda Federación y la primera en el porcentaje de chicas y chicos. Ahora eso ha cambiado.

Pero es que hasta el fútbol está captando ahora mujeres.

Sí, pero algunas se lo dejan y se vienen al baloncesto, aunque también hay casos a la inversa, pero lo importante es que todo el mundo haga deporte y elija el que le gusta porque es sano, te enriquece, conoces gente y fomenta los valores del trabajo en equipo y la solidaridad. Los mejores amigos, si echas la mirada atrás, son del baloncesto.

Yo no jugué tantos años como usted, pero sí que tengo muy buenos amigos del baloncesto, como los de ‘Tonterías las justas’.

Yo tengo amigos árbitros como Miguelo y Murillo, que están conmigo en la junta. Son árbitros, pero son amigos y no consiento que nadie se meta con ellos porque están trabajando mucho para que el colectivo mejore. Lo que nadie sabe es que los árbitros se reúnen todas las semanas por grupos en la Federación y que trabajan, ven vídeos y tienen reuniones durante todo el año. Se piensan que se ponen el chándal por la mañana y se ponen a arbitrar.

¿Cómo ha salido el baloncesto de la pandemia?

A los pequeños es a los que más ha afectado, porque el resto han vuelto. Hemos recuperado un 42% sobre un 48% que habíamos perdido, y han vuelto más senior que antes, pero gracias a eso los campus y las escuelas han funcionado. Todo el mundo tiene ganas de salir de esto porque a los padres les interesa que los críos desconecten y hagan deporte, a la vez que hacen amigos porque el baloncesto es un deporte de equipo.