Dicen que nadie es profeta en su tierra. Que en casa nunca te valoran como lo hacen fuera. Son muchas personas célebres las que son dictaminadas como ‘non gratas’ en su propia ciudad natal. En muchos de estos casos, el refrán tiene razón. Pero en muchos otros casos, está equivocado. Y eso es lo que pasa con Pedro Acosta. El piloto de mazarrón, en una jornada muy intensa a la vez que merecida, se ganó a todos sus vecinos. Pero esta vez, con un micro y una sonrisa en la mano, en vez de subido a una moto.

Fue una jornada intensa a la vez que apasionante para el piloto de Mazarrón. Por la mañana volvió a enfrentarse a la presión que ejercen las autoridades y plasmó su hazaña para siempre en el libro de honor de la villa. Se vio más tenso que de costumbre aunque la situación, en el evento de la tarde, ya mucho más relajado, dio un giro por completo. Se convirtió en la verdadera estrella dispuesto a dar show y todo el mundo se fue satisfecho con la estrella.

El día empezó torcido y el clima no acompañaba para nada. Lluvioso, nublado y frío. No invitaba a darle la calurosa recibida que merece el piloto murciano. En principio, poca gente se acercó a la plaza debido al mal tiempo. Empezaron los murmullos entre las altas esferas esferas políticas que iban llegando y los organizadores. Pero a medida que la hora del acto se fue acercando, la plaza se fue llenando a pesar del mal tiempo. Los murmullos se convirtieron en alegrías y todo volvió a la normalidad. El club de fans del ‘Tiburón de Mazarrón’ y los vecinos del pueblo no lo dejaron solo. Y todo fue una fiesta. Pero una fiesta para ellos, porque para Acosta, visiblemente constipado y cansado, hizo el esfuerzo para mostrar su mejor cara ante los cientos de fans que rodearon el Ayuntamiento.

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Mazarrón se vuelca con el fenómeno de Pedro Acosta Francisco Peñaranda

Acosta llegó como una estrella mundial. Subido en un lujoso coche, escoltado por dos coches y dos motos de policía, y jaleado por la multitud. Se le vio nervioso en primera instancia. Incluso le costó mirar a sus fans a la cara atrapado por la timidez del ruido. Fue la primera toma de contacto, ya que le esperaba en el salón de plenos de Casas Consistoriales toda la cumbre política de Mazarrón, parte de Murcia y todos sus familiares. Además de invitados especiales como Sete Gibernau, Carlos Checa o Álex Crivillé, que más tarde iban a animar la fiesta.

No iba vestido de etiqueta, sino como podría ir vestido perfectamente en una salida nocturna por el pueblo de Mazarrón con sus amigos. Abrigo y gorra de su patrocinador, y unos vaqueros. Nada de traje ni de protocolos. Se le vio cansado desde el primer momento.

Acompañado de Gaspar Miras Lorente, alcalde de Mazarrón, dejó su huella para siempre en el libro de honor de la villa. Estuvo firmándolo durante tres insufribles minutos, en los que se le veía muy incómodo rodeado de flashes y cámaras de medios regionales y nacionales. «Veo muchos flashes ya hoy», bromeó tras su desmayo ante el presidente del otro día. Se nota que no es lo suyo, que está más cómodo hablando sobre las dos ruedas.

Después de la firma en el libro, se dispuso a salir al balcón de las Casas Consistoriales, acompañado de todos sus familiares -apenas cabían en el balcón-. Salió y fue coreado y vitoreado al grito de ‘tiburón’. Se saltó los protocolos y no leyó nada. Solo se dedicó a agradecer mil y una veces su presencia y que el título era de todos. Ya se le notaba más suelto, dispuesto a dar espectáculo en su sesión de la tarde.

El ‘show’ llega en el Puerto

A diferencia del acto protocolario de esta mañana, Pedro Acosta fue dueño y señor del escenario en el acto del Puerto de Mazarrón. El joven piloto murciano se sintió en su salsa y conquistó a todos con su humor natural. Hizo de showman delante de sus amigos, familiares y vecinos y buscó la complicidad con gran parte de su staff. Y lo consiguió. Vaya si lo consiguió. Surgieron conversaciones cómplices con su madre -que demostró que es la que sigue mandando por muy campeón del mundo que sea-, su abuelo, su padre, y el resto del equipo que le ha acompañado para alzarse con el título de Moto3.

Llegó en un Chevrolet ‘retro’ típico de los 80 rodeado de un ensordecedor sonido de motores provocado por la caravana de motos y quads que le rodeaban. El pitido era insoportable a corta distancia, pero en la fiesta de Acosta todo valía. «¿Habéis venido a verme otra vez?», preguntaba Acosta al reconocer a un vecino. «Pues claro que sí», respondía. Cercano con todos sus fans y con gente de casa, Acosta mostró su mejor versión. La versión de un chico en edad juvenil que tiene más ganas de juego que de actos protocolarios.

Dejó sus huellas para siempre en el paseo del Puerto de Mazarrón. Pero no fue a la primera, sino a la segunda. Y eso que el encargado de poner el cemento le advirtió que no apretara demasiado. Acosta pasó olímpicamente, no salió bien, como había adelantado el encargado y se tuvo que repetir. Misión cerrada con éxito.

Tras dejar huella, al mazarronero le tocaba dar de nuevo la talla con el micrófono. Y esta vez no decepcionó. Desde que se subió al escenario, acompañado por Juan Cervantes, Checa, Crivillé, Gibernau y un exaltado Jaime Alguersuari. Sacó a toda su familia y cuerpo técnico al escenario y trató de ponerlos en evidencia varias veces, pero en ocasiones, la pelota volvió a botar en su tejado y tanto su abuelo como su madre, dejaron algún ‘zasca’ por muy campeón del mundo que fuera.

Después de multitud de risas y de tener un público entregado por la sencillez de un campeón del mundo, el espectáculo se cerró con una tradicional pirotecnia. Un día largo, redondo y merecido para el campeón. Una gran celebración dirigida por un gran piloto. Un día inolvidable. Por y para sus fans. Por y para su tierra.

Tomás Villagrada, el socio ‘0’ del club de fans del tiburón

Toda estrella tiene sus fieles seguidores. Desde antes de que Pedro Acosta se convirtiera en una emergente promesa en el motociclismo, ya había gente que preveía el nivel que el joven podía alcanzar. Uno de estos casos señalados en la vida de Pedro Acosta es Tomás Villagrada. Amigo y patrón del barco pesquero en el que trabaja Pedro Acosta sénior (el padre), fue el primero en volcarse con el joven. Se adelantó a todos y no dudó en crear el club de fans de Pedro Acosta cuando apenas empezó a montar en moto. Él se define como el socio número ‘cero’ de la peña. Y así lo demuestra su carnet. Una peña que, a día de hoy, ha alcanzado tanta popularidad, que ha tenido que frenar las inscripciones. Sí, la entrada al club de fans de Pedro Acosta se encuentra actualmente restringida, pero en palabras suyas, «se volverá a abrir el cupo para la temporada que viene». Empezó el club de fans con tan solo catorce seguidores, y ahora, con más de 600, ha tenido que parar por problemas de aforo en el restaurante Siena, el epicentro de las concentraciones de los logros de Pedro Acosta. Su historia con la familia Acosta viene de largo. De hecho, él y su peña fueron los encargados de estar varias horas antes en el Puerto de Mazarrón para organizar todos los exteriores relacionados con el ocio. Un semblante serio y con cierto nerviosismo para que todo saliera bien, pero siempre con la alegría característica que alberga una concentración motera.