El motociclismo español siempre ha sido cuna de grandes campeones. Cataluña, Madrid y Valencia han sido históricamente los puntos neurálgicos. ¿Pero qué está pasando ahora en Murcia que se ha convertido en una meca de jóvenes talentos? La culpa la tienen una escuela, Pakosta 37 Riders, y un modesto circuito ubicado en el término municipal de Fortuna y que está gestionado por el expiloto de motocross y rallycross Miguel Ángel Herrero. Casi a diario, en su pista, que tiene hasta cuarenta variantes para entrenar, se concentra un grupo de casi medio centenar de jóvenes que tienen su espejo en Pedro Acosta, el mazarronero que lidera el Mundial de Moto3 que ya en el gran premio que se disputará el próximo día 24 de Misano tiene la oportunidad de convertirse en el campeón más joven de la historia, superando a una leyenda como Loris Capirossi. ‘El Tiburón’ es la punta del iceberg, pero no es el único integrante de esta meca de las dos ruedas que nació de la mano de Paco Mármol, quien cuando era un joven que le daba al gas con una Aprilia 50, se colaba a hurtadillas por un agujero de una valla del circuito Fortuna Motorsport hasta que lo pillaron con las manos en la masa.

Acosta, que este año ha causado un gran impacto en el Campeonato del Mundo por ser capaz de ganar cinco carreras en su primera temporada y de batir varios récords de precocidad, es el más conocido, pero detrás de él se están forjando otros jóvenes que han destacado en diferentes competiciones nacionales. Uno de ellos es el alicantino Dani Holgado, líder del Mundial Júnior de Moto3 con el Aspar Team. Más joven es Ángel Piqueras, natural de Ayora y que está destacando en la European Talent Cup, al igual que el manchego David Almansa, un piloto que está apadrinado por el propio Acosta. Y aún con menos edad, con solo 12 años, ha emergido un murciano llamado Carlos Cano que manda con paso firme en el Nacional de Moto5. También acude asiduamente a entrenar Fermín Aldeguer, el campeón de Europa esta temporada de Moto2 y que está disputando las últimas pruebas del Mundial con el Team Boscoscuro, con el que ya tiene firmado su salto en 2022. Pero no solo han aterrizado en Fortuna pilotos españoles, también han llegado desde diversos puntos del mundo. Uno de ellos es el mexicano Guillermo Moreno, quien decidió dar el salto a Europa para intentar cumplir su sueño de ser piloto profesional. Y así ha ocurrido también con varios polacos e ingleses, que atraídos por la fama que se ha ganado a pulso la escuela Paskota 37 Riders, no han dudado en hacer las maletas.

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Galería de Pedro Acosta Juan Trujillo

El trabajo se estructura en la escuela según el nivel y la edad del piloto. A los cinco años empiezan con las minimotos. Después pasan al grupo de tecnificación y solo unos pocos llegan hasta el élite. La duración y días de sus entrenamientos personales se estructuran según la edad y el nivel, como si de un equipo de fútbol se tratara, hasta un máximo de cuatro jornadas semanales. No es raro encontrar hasta cuarenta pilotos una misma tarde en la pista, niños que vienen acompañados de sus padres en sus coches desde diferentes puntos del sureste español. Pero también se está convirtiendo en habitual que otros integrantes de la parrilla de Moto3 esta temporada renuncien a entrenar en sus entornos para hacerlo en Fortuna. Ese es el caso de dos rivales de Acosta, Kaito Toba y Ricardo Rossi, quienes ya participaron la pasada Semana Santa en un stage y que van a repetir estos días.

Fortuna MotorSport, el sueño de un expiloto

El circuito Fortuna Motorsport no está en el mapa de grandes trazados españoles. No es Cheste, Motorland, Jerez ni Montmeló, pero por sus características se ha convertido en un lugar perfecto para aprender y perfeccionar el pilotaje. Al mismo recurren asiduamente los cuerpos y seguridad del estado para realizar cursillos. En 1998, cuando su gestor, Miguel Ángel Herrero, se retiró del motociclismo en activo, compró unos terrenos en una zona casi desértica de Fortuna, un municipio a 35 kilómetros de la capital de la Región de unos 10.000 habitantes según el último censo. Junto a su mujer, Eva Verdejo, comenzaron a construir un trazado que poco a poco ha ido creciendo y que tiene una gran ocupación: «Nosotros trabajamos todo el año bastante bien. Nuestro valor está en la diversidad, porque aquí está la escuela Pakosta 37 Riders y también vienen a entrenar coches y karts. No tocamos mucho la élite, pero sí la base del motociclismo y ayudamos a algunos pilotos, a los que becamos», explica Herrero. En su asfalto se pueden diseñar hasta cuarenta circuitos diferentes, desde minimotos hasta motos de gran cilindrada. Ahora, con la irrupción de Pedro Acosta, ha notado que existe más interés por empezar a entrenar allí: «Cuando uno sale bueno, el resto quiere seguirlo. Ahora ha subido el nivel porque hay mucha gente fuerte que quiere venir a entrenar aquí», analiza sobre el fenómeno que está suponiendo la irrupción de ‘El Tiburón de Mazarrón’.

El talante abierto de Pedro Acosta, a quien se le puede ver poniéndose el mono junto al resto de pilotos, sin hacer distinciones, y hablando con ellos de forma animada, también ayuda a este efecto llamada. Además, hay otro factor muy importante: los entrenamientos de Paco Mármol son diferentes a los demás. «Examino muy bien al piloto, porque cada uno es diferente y no hay un estándar. La mayoría de escuelas lo único que hacen es rodar, rodar y rodar, pero al final eso me aburre, me gusta trabajar directamente con el piloto. Me meto muy dentro de su cabeza. Lo que nos hace diferentes al resto es que con nosotros no vienen a hacer vueltas y a tomar tiempos. De hecho, eso no lo hacemos, no trabajamos con crono, solo cuando hacemos pista, pero en los entrenamientos no se usa», explica Mármol, un molinense de 38 años de edad que también acompaña a Acosta en los grandes premios como preparador, una figura que se están poniendo de moda en el Mundial.

Cada día llegan más jóvenes los pilotos a las manos de Mármol. Acosta lo hizo con seis años y siempre cuenta la anécdota de su primera carrera, cuando en la parrilla le dejó con la moto en las manos y se bajó llorando. Pero para que evolucionen, no solo cuenta el factor técnico, también el entorno. Los padres del mazarronero han sido un ejemplo en la gestión de la carrera de su hijo. Pese a que su padre, pescador de profesión, es un gran aficionado al motociclismo y acostumbra a hacer rodadas, un día se lo dejó claro a Mármol: «Mi hijo, deportivamente hablando, es cosa tuya. Yo no quiero saber nada». Y así ha sido. Ninguna injerencia en el trabajo de su entrenador. Todo lo contrario. Pero ese caso es aislado: «He visto a padres que han llevado por primera vez a la escuela a un crío y han querido que rodara más rápido que otro que ha sido ya campeón de España. Si al chico le quitas la gracia de la diversión, se acaba todo», dice Mármol, quien no considera que Acosta sea un fenómeno. «El talento de Pedro son las ganas de superarse», no duda en decir. El problema que se encuentra asiduamente en otros jóvenes son los familiares: «Lo primero y más importante para formar a un piloto es tener la confianza de sus padres y del entorno, porque en este mundo todos saben. Si tú confías es tanto para lo bueno como para lo malo, pero lo que no puede ser es que yo le esté dando una información al piloto y que el padre le esté dando otra. El 99% de los padres fastidian a los críos», afirma rotundamente.

Pero hay otra característica que hace diferente a esta peculiar escuela murciana: su forma de enseñar a pilotar. «Les suelo soltar el manillar para que se acostumbren a mover la moto con el cambio del peso. Digamos que los puteo muchísimo. Así lo he hecho con Acosta desde el primer día y por eso él tiene una gran capacidad de adaptación. Muchos dicen que tienes que entrenar con la moto que corres, algo que nosotros no hacemos nunca. Nosotros lo hacemos con chatarra», explica Mármol, quien recuerda el primer entrenamiento del líder del Mundial de Moto3 en Portimao con la KTM del Team Ajo Red Bull. Relata que «el mecánico salió sorprendido porque no le habían tocado nada a la moto y él decía que iba bien pese a que ni le habían ajustado el manillar. Me contó que Pedro se había subido en la moto, se le había puesto cara de tonto y solo decía que iba especial. Salió e hizo el mejor tiempo. Todo lo que le toques a la moto le va bien porque se adapta muy rápido», concluye.

Pedro Acosta: «No siento presión porque quien tiene que ganar el Mundial no soy yo, sino los demás»

Tres carreras, solo 75 puntos, quedan para que acabe el Campeonato del Mundo. Pedro Acosta llega con 30 de renta sobre Dennis Foggia, quien se ha convertido en su máximo rival después de la caída que sufrió Sergio García en Austin. Aunque el castellonense tiene aún posibilidades matemáticas, la realidad es que todo se centra entre el murciano y el romano. 

El mazarronero sigue afrontando la situación con total normalidad, aunque los nervios, está claro, van por dentro. En la últimas citas, por diferentes circunstancias, se ha limitado a sumar el máximo número de puntos para mantenerse líder destacado. Ahora que ya llega la recta final, con pruebas en Misano, Portimao y Valencia, se ve cerca de la corona, pero nada está ganado: «Llevo quince o dieciséis carreras siendo líder del Mundial. ¿Por qué no me voy a ver campeón y luchando por un Mundial?», se pregunta el joven de 17 años de edad, quien considera que él no tiene ninguna obligación, sino sus rivales: «Al ser mi primer año no hay presión, la tienen los demás porque el que tiene la obligación de ganar no soy yo», reflexiona. 

En el Gran Premio de las Américas se vio envuelto en un espectacular accidente. Fue un momento tenso que ahora recuerda como una anécdota. Además, ocurrió una semana después del fallecimiento de Dean Berta Viñales en una carrera de la Mundial de Supersport 300. Tras levantarse del suelo en Austin y comprobar que no se había hecho ni un rasguño, Acosta se centró en seguir: «Mi primer pensamiento después de la caída fue cambiarme el mono y volver a subirme, de lo contrario no habría ido tan rápido al box para intentar que arreglasen la moto. Es cierto que por esa caída se podría haber complicado el Mundial, pero gracias a Dios seguimos ahí», comenta. 

Sus orígenes los tiene muy presentes, por eso sigue entrenando con sus compañeros de toda la vida e incluso acude a carreras del FIM CEV Repsol con su preparador para echar una mano, como si fuera un mecánico más: «El único mensaje que les doy a mis compañeros es que se diviertan, porque de lo contrario no van a llegar a ningún lado. Al final el cerebro es el que te hace hacer las cosas porque te gustan de verdad y no porque alguien te diga que lo hagas», dice un joven que recuerda que cuando era un niño practicó taekwondo, «pero me pegaron dos galletas el primer día y me fui para mi casa, sin más. Por eso me quedé con las motos». Tampoco olvida que se bajó llorando de la moto en su primera carrera, pero ahora lo recuerda con la naturalidad con la que se muestra encima de ella: «Yo tenía seis años y es algo que le pasa a muchos niños porque estás ante algo nuevo y ahí se siente la tensión. Pero al final siempre vuelves donde estás a gusto y yo lo estoy en las motos».

Su afán por triunfar lo demostró cuando ganó su primera carrera en el segundo Gran Premio del año saliendo desde el pit lane, logrando así una gesta histórica: «Cuando no estoy ganando en las motos y en la vida, me pongo un poco tenso, por eso me considero competitivo», termina diciendo el joven mazarronero, quien aún no ha terminado de adaptarse al frenesí de los fines de semana en los circuitos, con entrenamientos y entrevistas en jornadas maratonianas.