¿Quién no se ha echado alguna vez una partida a cualquiera de los múltiples juegos protagonizados por Mario Bros? ¿Quién no se ha lanzado a saltar tuberías, matar hongos marrones o sobrevivir al siempre temido Bowser? ¿Quién no ha cabeceado cientos de ladrillos en busca de los objetos más deseados? ¿Quién no sabe que un champiñón te hace gigante durante algunos segundos? ¿O que la flor te permite lanzar bolas de fuego? ¿Quién no ha celebrado encontrar la estrella mágica y convertirse en invencible? Pues el Real Murcia se sintió ayer como Mario Bros en su día de suerte. Apenas llevaban los granas un par de minutos en el terreno de juego, y ya habían encontrado un champiñón que les permitía convertirse en un auténtico gigante frente a un débil Intercity. Apenas habían transcurrido veinte minutos y la flor de fuego empezó a hacer efecto en un cuadro murcianista que abrasaba a los de Siviero con un cabezazo perfecto de Andrés Carrasco. Y apenas se había sobrepasado la media hora cuando el Real Murcia recogió una estrella que le hizo invencible, no por unos segundos ni por un rato limitado. El efecto se alargó durante los noventa minutos que duró el choque.

Con todos los poderes haciendo su efecto al mismo tiempo, el Real Murcia disputó sus mejores minutos de lo poco que va de temporada liguera. Pese a sumar un triunfo y un empate, las sensaciones ofrecidas hasta ahora por los de Mario Simón no habían sido las mejores. Hubo goles ante el Marchamalo, pero faltó control; se logró un punto en Granada, pero ni se dio continuidad al juego ni se generaron ocasiones de gol. Pues, cuando las miradas se hacían todavía más fijas al llegar a Nueva Condomina un rival de los llamados a estar arriba, los murcianistas pusieron sobre la mesa todas las virtudes que se esperaban pero que no acababan de aparecer.

Se vio un plan, que además salió a la perfección. Y, sobre todo, apareció la chispa, con Julio Gracia sacando por primera vez la varita y con Fran García volviendo a tirar de repertorio. Y con los dos futbolistas más mágicos del Real Murcia en ‘modo on’, Andrés Carrasco demostró que necesita poco o nada para encontrar agua en el mismísimo desierto.

Fue el delantero murciano el que abrió el marcador en el minuto 23, fue el ‘9’ grana el que encarriló la victoria, pero fue el equipo completo el que derrocó a un Intercity que de poderoso solamente tiene la fama. Porque solo necesitó el Real Murcia un minuto para poner sobre el tapete su plan y dos minutos para saber que, de insistir, iba a salir ganador.

La presión alta ejercida por los murcianistas fue la condena de los de Siviero. Cerradas las vías de salida de la defensa, el Intercity dio síntomas de ahogo a las primeras de cambio. Cada robo de balón era una pesadilla para ese equipo con mucho presupuesto pero que pocos localizan en el mapa. Cuando a los diez minutos Manu Herrera pateaba como podía ante la incapacidad de Alexis y Álvaro para quitarse de encima a Andrés Carrasco, Fran García, Dani García y Julio Gracia, ya se intuía que el Real Murcia podía tener una tarde de lo más plácida.

No solo era la presión asfixiante. Era el trabajo y la pelea. Era como si el Real Murcia tuviese un poder que ni el propio Mario Bros tenía, el de multiplicarse, el de estar en todos lados. Porque, ya puestos, no hubo ni un jugador que no se remangara. Se vio a Armando cortar balones entre los centrales; se vio a Mario Sánchez subir y bajar, aunque más fino en la pelea que en la definición; se vio a un Julio Gracia crecido y a un Fran García siempre con una cerilla en la mano para activar la mecha que encendiera el juego de ataque del Real Murcia.

Desactivaron los de Simón al Intercity en apenas un cuarto de hora, y a los 23 minutos ya iban por delante en el marcador. Con la grada y los jugadores contagiándose mutuamente la sobreexcitación que se vivía en Nueva Condomina desde que el colegiado señaló el inicio del partido, la fiesta tomó dimensiones mayores cuando Andrés Carrasco puso el 1-0 en el marcador. Medio gol fue de Fran García, que sacó el compás para dibujar un centro perfecto, pero como los medios goles no suben al marcador, el ‘9’ se elevó entre tres defensas para rematar de cabeza un balón que, con suspense para dar mayor emoción a la cosa, acabó en la red de la portería del fondo sur de Nueva Condomina.

No solo se sentía bello el Real Murcia. Los granas se miraban al espejo y se creían superiores. Julio Gracia puso sobre la mesa su catálogo de pases. Había para todos los gustos. Y Fran García hacía temblar a los centrales del conjunto alicantino. Pero, una vez más, los granas pecaron de fragilidad a la hora de la verdad. No supo abrir la nevera el madrileño cuando ya se había colado en la cocina; y Andrés Carrasco no encontró puerta tras un balón que ganaron por cabezonería el propio Fran García y Mario Sánchez.

Lo único malo cuando el colegiado señaló el descanso fue el marcador. El 1-0 parecía corto, aunque en realidad el Intercity daba poco miedo. No mejoraron los alicantinos pese a posicionarse mejor sobre el campo. Ganaron algo más de balón, pero no inquietaron ni a Serna ni a sus protectores.

Y por si algún agorero desconfiaba, Dani García se encargó de cerrar el partido. En una acción que parecía no traer peligro, cuando todos esperábamos un centro o un pase, el almeriense no se lo pensó. Desde fuera del área, sacó la pierna y, para sorpresa de todos, coló el balón por el primer palo de la meta defendida por Manu Herrera.

Quedaba media hora y al Real Murcia todavía tenía pilas para seguir insistiendo. La pesadilla del Intercity no tenía fin. Sus jugadores ya no sabían de dónde salían tantos futbolistas vestidos de grana. Daba igual para dónde miraran. Incluso pudieron llevarse una derrota más dura. Tuvo el 3-0 Juan Fernández, que había saltado al terreno de juego para sustituir a Fran García, pero el marcador ya no se movió. El ‘nivel Intercity’ estaba superado y el Real Murcia se guardó los poderes mágicos para dentro de siete días, cuando toque visitar San Javier para enfrentarse al Mar Menor.