Cuando se le pregunta a un corredor que ha burlado una caída que siente al ver que se amontonan cuerpos y bicicletas delante suyo, como si fueran heridos en combate, habla de pánico, de pelos de punta, de miedo por no poder evitar lo que muchas veces es imposible; no hay espacio, no hay carretera libre y, encima, el prado o la tierra reseca por el calor de Albacete no es un lugar de salvación: un socavón invita también a irse al suelo. Es la hora del accidente.

Camino de Albacete los ciclistas de la Vuelta sabían que solo había que hidratarse bien para salir lo mejor parados del castigo del calor. Los directores ya habían visto de buena mañana que el temido viento manchego estaba de vacaciones, como media España, y no rompería la carrera en añicos, en pequeños grupos a la caza unos de otros. De no surgir un inconveniente inesperado no había otra lectura a la quinta etapa que no acabase con un esprint masivo.

En su casa, la mujer del hasta ayer líder, Rein Taaramäe, enviaba un tuit con su marido en la televisión, vestido de rojo, y el perro de la familia con un maillot del equipo Intermarche, para que todo el mundo comprobase que el ciclista estonio llegaría a Albacete otro día más como líder de la carrera.

No fue así. Porque se produjo el inconveniente inesperado. Faltaban 11,6 kilómetros para Albacete, grupo compacto, la escapada nuestra de cada día (Pelayo Sánchez, Oier Lazkano y Mikel Azparren) ya había sido capturada. El esprint era inminente. Tiraban ya equipos como el Alpecin, el conjunto del ganador del día, Jasper Philipsen. Todo preparado. Y de repente se abre la carretera. Unos encima de otros. Los que buscan la salvaguarda de la tierra también caen. Algunos, como Romain Bardet, salen rebotados y acaban malheridos, como Mikel Nieve. Y allí, en medio de la montonera, aparece Taaramäe, levantándose del suelo, la bici medio averiada.

Nadie espera. Todos siguen. Da igual que los compañeros de equipo se rezaguen. No hay nada que hacer, el esfuerzo, la ilusión de la compañera que hasta ha vestido al perro con el jersey del equipo, el ciclista que soñaba en aguantar otro día de rojo... todo se va al traste. Por una caída se regala el liderato al corredor francés Kenny Elissonde, que pasó a la fama cuando en 2013 ganó en solitario la gran etapa del Angliru.

Quizá sea solo un líder por accidente de una sola etapa porque hoy en Cullera, ya al lado del mar, con el pelotón esperando que la brisa del Mediterráneo refresque un poco el ambiente, vuelve a haber una llegada corta pero empinada y con Primoz Roglic enganchado a su bicicleta, a apenas cinco segundos de diferencia en la general, aunque el ciclista esloveno no se lo proponga, lo normal es que le supere por fuerza y piernas.

Philipsen derrota a Fabio Jakobsen. Van dos a uno en su duelo particular. Si el viento murciano no lo impide, volverán a verse las caras el sábado frente a la playa de La Manga tras la cuesta de hoy y la cita de mañana con la sierra alicantina donde deberá quedar despejada, con solo favoritos, la parte noble de la general.