Un siglo y un año después de obtener la primera medalla olímpica de fútbol, España se ha asegurado, como mínimo, la misma plata que conquistó en Amberes-1920 o la que cerró el siglo en Sydney 2000, aunque el objetivo sea siempre el recordado oro de Barcelona (1992). Equipo tiene para aspirar al premio máximo, aunque se enfrentará a un rival de envergadura muy acostumbrado a subir al podio. Al vigente campeón, nada menos, de 2016. Al subcampeón de 2012. Al tercero de 2008.

Dentro de este gran grupo, que como mínimo, se llevará una medalla de plata, se encuentra Rafa Mir, que ha logrado hacer historia siendo el tercer medallista olímpico de la Región de Murcia. Antes de él lo consiguieron Antonio Peñalver Asensio, en Barcelona 92 en la prueba de decatlón, y más recientemente la baloncestista Laura Gil, que se alzó con la plata en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

Rafa Mir se ha eregido como la gran sensación a la vez que el torneo ha entrado en su fase más compleja. De hecho, fue el héroe en los cuartos, con un ‘hat-trick’, que permitieron soñar a a España con el oro olímpico.

En la final, que se disputará el sábado (13.30, La 1) en Yokohama, se medirá a Brasil, palabras mayores, que venció a México en los penaltis (4-1) tras el empate a cero en el tiempo reglamentario. La Brasil del veteranísimo (38 años) y laureadísimo (44 títulos, récord mundial) Dani Alves, capitán y uno de los líderes, por edad y personalidad, del equipo más carismático del fútbol, también en la vertiente olímpica según las cuatro últimas ediciones.

La clasificación llegó por la vía agónica (no tanto como Brasil): en la segunda prórroga seguida, y con un gol a los cinco minutos de la conclusión del tiempo extraordinario, habitual ya para España. Lo anotó Marco Asensio en un tiro parabólico que dejó anonadado a Japón y sin poder reaccionar, cuando el partido se había abierto. Levantó la cabeza, vio un hueco, el único que había, y allá que envió la pelota. El extremo mallorquín marcó su primer gol y reparó la mala impresión que dejó ante Costa de Marfil tras ser sustituido al expresar su enfado por el relevo.

Gol y reivindicación

«Al final hay mucha gente que habla, que critica. Las críticas es algo con lo que tenemos que convivir. Pero algunas críticas sobrepasan algunos límites que no deberían sobrepasar. Soy jugador del Madrid, de la Selección y tenemos que aguantar ese tipo de situaciones. También va para toda esa gente que ayuda… y a los que no», dijo al final, reivindicándose.

Ni será fácil la final ni lo fue la semifinal, aunque Japón carezca del incomparable lustre futbolístico de Brasil. El anfitrión cuajó un torneo impecable, preparado muy a conciencia, en busca del metal que le arrebató España, aunque le quedará la consolación del bronce que peleará frente a México este viernes. Igual que sucedió en 1968. Aguantó hasta la prórroga conservando la portería a cero y nadó y nadó sin alcanzar finalmente la orilla de los penaltis.

Rafa Mir, titular

La Rojita mantuvo los problemas que tenía con el gol, solventados brevemente en la explosión realizadora frente a Costa de Marfil (5-2) en los cuartos de final. Eso problemas iban a ser mayores frente a Japón, la mejor defensa del campeonato con solo un gol encajado. El seleccionador creyó solucionarlos otorgando la merecida titularidad a Rafa Mir, el triunfador en la eliminatoria anterior, eliminando a Marcos Asensio del once. El madridista entró luego por Pedri, agotado después de 72 partidos en 12 meses. Mir, con el 0-0, aguantó hasta el final, obviamente.

La otra novedad, menos relevante, fue la entrada de Marc Cucurella como lateral izquierdo en lugar de Juan Miranda. En la derecha, lesionado Óscar Mingueza, jugó Gil, y fue sustituido al descanso con una amarilla; el árbitro le ahorró la expulsión en la última jugada del primer tiempo, donde España solo creó un par de ocasiones: un cabezazo forzado de Oyarzabal y un mano a mano de Mir solo frente al portero Tani, acción que se repitió a tres minutos del final. Oyarzabal tuvo en sus manos el balón para lanzar un penalti desatascador (m. 55), pero el árbitro se desdijo tras observar las imágenes del VAR y lo anuló.

El dominio español fue más acusado a medida que avanzaba el reloj ante un rival que se sentía cómodo recostado atrás y cada vez más lejos de poder hilvanar el contraataque ganador. Takefusa Kubo fue un alma en pena defendiendo en su propio campo, algo que pareció más un plan de partido. El de la prórroga era otro, al parecer, ya que el seleccionador retiró a su principal referente y lo acabó pagando.