Mi abuelo me advertía sobre vivir entrampao: deber más de lo propio o de lo que se pueda pagar. Y ese es el riesgo que corren Koeman y Ancelotti. Al holandés le han puesto un comodín por encima, Jordi Cruyff, y el italiano siente el vaho de Raúl en el cogote.

El culebrón del Barça descubrió dos realidades. Empezando por el técnico, hay que tener mucho aguante o demasiadas ganas para tragar que te ninguneen. Eso de que «tú no eres nuestro técnico, pero si no encontramos a nadie, seguirás», solo lo soporta un fanático o un don nadie, y ninguna de las dos cosas es Koeman. Se trata de un entrenador con un año millonario añadido, garantizado y cobrable, en cualquier caso. Con público en las gradas, lo malo sería que el desaire personal sufrido pase a bochorno si los resultados no acompañan. No es igual que te largue un presidente por ser herencia indeseada que te corran a pitos con flameo de pañuelos. La segunda evidencia, también lamentable, son los obligados fichajes de ultimo plato.

Otro tanto puede sufrir Ancelotti. En los pocos minutos que duró la conversación con el Real, solo inquietaron los tres años de contrato que tenía con el Everton. Salvado ese escollo, el italiano cerró las urgencias blancas por la espantada de Zidane. Sin embargo, Florentino Pérez vuelve a decepcionar. Tenía descontada desde finales de 2020 la inconveniencia del francés, por eso contactó con Pochettino, pero tras la impaciencia de este no supo innovar, terminando aculado en tablas por la embestida escrita de aquel, recurriendo a un Ancelotti facilón. Había mejores opciones, pero el coyote hubiera tenido más complicado cabalgar de nuevo.

¿Alguien cree que el senatorial italiano hará goleador a Vinicius, útil a Hazard, ligero a Isco, potente a Rodrygo, solidario a Ceballos o elaborará un Madrid sinfónico con la velocidad demandada?

Koeman y Ancelotti vivirán entrampaos; su crédito entre culés y merengues nunca les dará para cubrir las exigencias de dos clubes abocados a reconversiones con mal pronóstico. El dinero disponible en el Barça y el Madrid no llega. A los de Laporta, por coma ruinoso, y a los de Pérez, por férrea estrategia institucional. El blaugrana alega el legado desastroso de Bartomeu y el madridista su apuesta por la inversión juvenil a largo plazo. El tiempo, como siempre, dictaminará.

De sobrao va Laporta en cuanto abre la boca, que no Pérez, quien ejerce de curica en las escasas veces que se explica públicamente. También respecto a la Superliga. El abogado culé, sin embargo, guarda en la manga el as de la necesaria aprobación asamblearia por parte de sus socios para continuar enrolado en la cruzada ante UEFA. Y ambos, hermanados con la Juventus de Agnelli, siempre podrán argüir, ante posibles sanciones, que en sus manifestaciones escritas y verbales han dejado clara su explícita voluntad negociadora con el entramado de Ceferin. Eso es lo que pone de los nervios al abogado esloveno, quien pierde los papeles con tantas amenazas de boquilla, difíciles de cumplir en su máxima expresión. Al final, el expediente se resolverá con multas multimillonarias a los tres clubes díscolos, que quedarán en el limbo de una lucha jurídica de años. Y antes de su fin, se habrá llegado a un acuerdo satisfactorio. Nadie entendería, y menos las televisiones -los financiadores del tinglado- una Champions sin Real Madrid, Barça y Juventus.

En esa pelea hay otro sobrao: Tebas, quien ejerce de trompetero de Ceferin. ¡Qué facilidad tiene este oscuro personaje para pisar charcos! ¿No le dará vergüenza pontificar sobre que el fútbol es de los aficionados, al tiempo que maniobra para llevarse partidos de la Liga a EEUU? Y también hay otro curica: Infantino. El presidente de la FIFA ejerce de confesor áulico de Pérez, Laporta y Agnelli, mientras aparece de hombre bueno para intermediar en el conflicto sin quemarse. Tipo listo, sin duda.

Un sobrao de libro es Luis Enrique. Para expresar su potestad absoluta de seleccionar, alinear y dirigir a la Selección, no debería minusvalorar a informadores y aficionados. Siempre lo ha hecho, aunque al principio luciera impropia chaqueta de cordero.

Lo curioso de estos personajes es que Koeman y Ancelotti juegan sus papeles a fuer de profesionales, que ni Laporta es solo petulancia ni Pérez el personaje manso que aparenta, que Ceferin, Infantino y Tebas defienden con máscaras sus prebendas, y que solo Luis Enrique, quien merece un margen de confianza, juega a pecho descubierto.

¡Aúpa nuestra Selección!