Con solo tres fuentes de ingresos ya demasiado agotadas -abonos, publicidad y ampliaciones-, no han cambiado demasiado las cosas en el Real Murcia en la etapa de Francisco Tornel y del KBusiness. Aunque cuando las temporadas llegan a la mitad, desde el consejo no dudan en repetir una y otra vez que todo está controlado y que no habrá problemas de pagos, al entrar el mes de marzo, los responsables granas ya no tienen dónde acudir para obtener liquidez. Y es que lo ingresado en la campaña de abonos, lo que dejan los anunciantes y las distintas fórmulas para entrar en el capital social no son suficientes. Se ha visto esta campaña 2020-2021, y también se vivió en las dos anteriores, y en todas ellas el Real Murcia ha llegado al cierre del curso buscando un extintor.

La situación más crítica se produjo en junio de 2019. Con Francisco Tornel y el KBusiness recién aterrizados y teniendo que hacerse cargo de la herencia envenenada dejada por Víctor Gálvez, fueron muchos los instantes en las oficinas de Nueva Condomina en los que se pensó que ese era el final. Sin dinero para pagar todo lo que se adeudaba a futbolistas, la AFE soplaba en el cogote del consejo. Solo cuando se agotaba el tiempo, el Real Murcia fue capaz de cerrar un acuerdo por el alquiler de las antenas telefónicas del estadio que dejaba unos 500.000 euros, eso sí, ahí se agotó esa fórmula de financiación, porque esa cantidad es por los próximos 25 años.

Gracias a esa partida, el Real Murcia abonaba las denuncias y escapaba del descenso administrativo. Pero, pese a reducir el presupuesto en los años siguientes, no se ha evitado que cada final de campaña aparezcan los problemas financieros. Menos crisis se generó el pasado curso. Con la liga parada por el coronavirus y los jugadores y empleados del club en un ERTE, el Real Murcia se ahorró un buen dinero. Y los pagos que faltaban se cubrieron gracias a lo ingresado en la ampliación de capital y a las cantidades que llegaron por los traspasos de Víctor Meseguer, Juanma Bravo y Josema.

Este final de curso no pintaba tan tranquilo económicamente que el anterior. La gestión se le ha ido al consejo de las manos, llegando a necesitar 500.000 euros para cerrar una temporada que decían que estaba completamente controlada. De hecho, los créditos participativos aprobados en la última Junta no tenían como fin ir al pago de los gastos del día a día. Lo que se ingresase iría a los acreedores. Pero el Real Murcia, con la soga al cuello, ha tenido que dar un volantazo para evitar volver a tener problemas con las denuncias ante la AFE y que surgieran los fantasmas del descenso administrativo.

Las malas noticias empezaron a surgir entre marzo y abril, cuando se conoció que empezaban a haber retrasos en los pagos. Poco después, Tornel reconocía que faltaban 450.000 euros para acabar la temporada, y, pese a que se habló de que los pondría el consejo de sy bolsillo, finalmente no han asumido ese riesgo. Han preferido cambiar de opinión y dejar entrar a un inversor externo, en este caso Agustín Ramos, que ha puesto 500.000 euros que permitirán pagar todo lo que se debe.

Lo que no ha querido explicar el consejo de administración es cómo se ha acumulado tal deuda en una temporada en la que el presupuesto era el más bajo de los últimos años y en la que, según reconocían los propios consejeros, los movimientos del mercado invernal apenas supusieron costes.