Fernando Nicolás Medina Werner (San Pedro del Pinatar, 15 de octubre de 1995) es un caso especial dentro del mundo de los deportes de combate asociados a la lucha. Acaba de ser doble subcampeón de Europa de grappling, pero también ha sido once veces campeón del mundo de sambo y jiu jitsu. Dirige el club Grappling 360 junto a otros dos compañeros.

¿Cómo fueron sus inicios en el deporte?

Yo empecé con la piragua. El deporte siempre ha ido conmigo desde que tenía tres años, cuando mis padres me apuntaron a psicomotricidad, que también era para tenerme entretenido porque era muy nervioso. También he hecho tenis y fútbol, esos deportes donde apuntan los padres a los hijos para ver si te haces millonario…

Pues al final acabó en un deporte que incluso le cuesta el dinero.

Eso. Encima no gano y me cuesta el dinero.

¿Y cuándo llegó a la lucha?

Con 15 o 16 años empecé en un gimnasio que había en mi pueblo, en San Pedro del Pinatar. Había un maestro que era muy friki y un fanático de la lucha, que se llama Fernando, y él fue quien plantó la semilla que ha guiado toda mi carrera. Fue la persona que me puso me mi sitio y me guió en una edad mala como es de los 15 a los 18 años, que eres pura hormonas y un trasto, y puedes acabar muy bien o muy mal, pero a mí me encaminaron bastante bien. Entre su trabajo didáctico y la pasión que le puse desde bien pequeño, porque yo estaba entrenando todos los días por voluntad propia, conseguimos encaminar mi carrera.

¿Pero empezó en la lucha?

No, en el jiu jitsu brasileño. Después seguí con el judo y la lucha, y estuve en Madrid dos años en el Centro de Alto Rendimiento. Pero también he competido en sambo y grappling, que es una modalidad de lucha con sumisión. El mundo de los deportes de combate es amplio a nivel técnico. Es como la Fórmula 1, donde para llegar hasta ahí hay que competir en muchos coches de diferentes categorías. Yo tenía una base de lucha a nivel marcial, entendía los movimientos y la sistemática, pero después tienes que especializarte.

¿Por qué dejó la lucha libre olímpica?

Porque no me gustó la sensación. Me gusta para practicarla una vez a la semana por hobby, pero no para competir. Yo es que prefiero los deportes de quimono, que eso te lo dan el judo y el jiu jiutsu brasileño. Lo que diferencia los deportes de combate de las artes marciales es la finalidad, porque en los primeros el objetivo es ganar, y en el arte marcial lo importante destruir un rival. El jiu jitsu brasileño tiene una componente marcial, que busca finalizar la lucha, mientras que en el judo la meta es ganar por ippon.

¿Y por qué se introdujo en el grappling?

Porque el grappling es todo, significa agarrar. El grappling en realidad son todos los deportes de agarre de combate donde no interviene el golpeo. Grappling 360, que es como se llama mi club, es porque practicamos la mayoría de deportes combate de agarre y le damos un enfoque genérico y global con el fin de que nuestros clientes sean muy completos.

¿En qué ha sido mejor?

En jiu jitsu brasileño. El Sumision Grappling lo hago también porque me desenvuelvo bien y en la Federación Española lo necesitaban.

¿Y en qué compite ahora mismo, en todo?

Sí. Soy dos veces campeón de España de sambo y once del mundo, también de jiu jitsu y grappling, y subcampeón de España de lucha libre olímpica. Y ahora he logrado dos subcampeonatos de Europa. En mi club tenemos de todo porque también contamos con Miguel Campos en el judo, quien nos enseña mucho y bien. Hay un ambiente rico en cuanto a técnica se refiere.

¿Cuántas lesiones ha sufrido en su vida?

Me puedes decir una articulación y seguramente tengo algo. Hay que distinguir entre deporte recreativo y de competición, porque la alta competición no es sana. La única diferencia es que yo tengo más riesgo de lesión, aunque pocas sufro para las que me podía haber hecho. De hecho, nunca me he operado. He tenido lesiones articulares, tendinosas y todo lo que se te ocurra, pero siempre han sido leves.

Al final imagino que cuando te metes en este mundo quieres probarlo todo.

Es que al final, cuando entras en algo, es lo que te enseñan, pero solo hay una persona como yo en España que haya competido en las cuatro modalidades de deportes de combate de agarre en la Federación Española de Lucha, que es un compañero en la selección. Somos competentes en todo porque las reglas nos respaldan. Tengo la suerte de tener un don.

¿Y qué hay que tener para dedicarte a esto?

Nada en especial. Es un deporte tan rico que tú puedes potenciar cualquier ámbito de la lucha que vaya acorde a tu tipo físico. Tú eres tan bueno como tiempo de entrenamiento le dedicas a esas técnicas. No es que haya una técnica maestra, es que hay maestros de una técnica. Hay tantas técnicas como cuerpos, pero cada una se puede adaptar a la morfología del cuerpo. Todo depende de cómo y cuánto entrenas. Hay un dicho muy recurrente en las artes marciales que dice que no temas al luchador que entrena mil técnicas, teme al luchador que entrena una mil veces.

¿Ahora está lesionado?

Tengo un esguince, las dos muñecas mal, los dedos y el cuello regular, la cadera desplazada…

¿Y en su casa qué le dicen?

Mi madre es dura conmigo, pero como me ha hecho así, me da igual lo que diga. Pero yo voy a seguir porque sin esto no soy nada.

¿Tiene una fecha de caducidad un luchador?

Sí, claro. Un deportista de alta competición es difícil que llegue a más de los 40 y en mi caso hasta los 35, porque a partir de ahí no sé qué pasará.

¿Cuánto dinero ha ganado en su vida gracias a la lucha?

Yo qué sé, pero llevo diez años compitiendo y he ganado unos mil euros, pero no pasa nada, hay muchas otras cosas que me aporta el deporte que no me puede pagar el dinero.

Bueno, ha encontrado una salida laboral gracias al deporte.

Es que al final no te queda otra si quieres vivir de esto. Tienes que vivir de algo. Pensé cómo podía monetizar todo mi conocimiento y la opción era transmitiéndolo a través de un club, en vivo y en directo, a través de una web con formación online, y también con cursos y seminarios, desplazándome por el mundo. Hago malabares.

Vamos, que trabaja para poder competir.

Casi. Tengo la mala suerte de que no estoy en un deporte olímpico, que encima no se ve recompensado salvo por ayudas de algunas empresas que ahora muchas están en quiebra. Gracias a que tengo patrocinadores como Terra Movil, que me ayuda un poco, estoy sobreviviendo, pero estoy cocinando todo el rato. Tengo 25 años, la mayoría de gente de mi generación no quiere hacer nada porque nos han dado las cosas hechas, y ahora hemos tenido la mala suerte de que todo está cambiando. Por eso vamos a vivir un poco peor que la generación anterior. No estamos en una postura de quejarnos y ver si con suerte nos llega algo. Eso se ha acabado, ahora el que trabaja, mama, no como antes, que el que lloraba mamaba. Lo que tenemos que hacer los jóvenes es ponernos a trabajar y salir adelante con lo que tengamos. Nadie nos va a dar nada hecho ya.

¿Los deportes de combate están ganando adeptos, porque con el coronavirus cómo lo hacen?

Pues nada, con mucho ánimo. Lo hacemos y ya está, porque no queda otra, ya que de lo contrario no como. Si tenemos que entrenar con mascarilla, pues se hace. Tiran para adelante porque hay un auge con las artes marciales mixtas, gracias a la UFC, que ha posicionado los deportes de combate de agarre en el punto de mira. Están educando a la gente a nivel marcial.

¿Y el uso de la mascarilla, cómo lo ve?

Para la alta competición es una imbecilidad llevar mascarilla durante un combate donde te abrazas a un contrincante para estrellarlo contra el suelo. La mascarilla llega un momento que está tan empapada en sudor que lo único que hace es asfixiarte. Es un símbolo político que nos obligan a llevar porque en este país la corrupción política está bien instaurada, pero no veo mal llevar la mascarilla. Se hace y punto.

¿No encuentran padres reticentes a la hora de meter a sus hijos en deportes de combate?

Yo soy culpable solo de mi propia ignorancia, del resto no puedo hacer nada. Los deportes de combate son la mayor herramienta formativa y didáctica para un niño, mucho más que el colegio y cualquier otra cosa, porque te enfrentan directamente con lo crudo de la vida, que es ganar y perder, superar adversidades y a la vez ser leal y ayudar a tus compañeros.

Es que nunca he visto en estos deportes pelearse a nadie por una disputa.

Claro que no porque te educan en la parte animal, que es lo más bueno que le puede pasar a un ser humano. Al final, tu vida entera es una constante lucha contra tus instintos, y cuanto más aprendas a manejarlos, mejor. Y si hay algo que te enseña a dominarlos son los deportes de combate. Dentro de nosotros llevamos un mono que hace cosas malas para la sociedad y lo mejor es enfrentarte a él y dominarlo. Leía el otro día un artículo de Antonio Escotado, que es un pensador que está un poco colgado pero es muy interesante todo lo que dice, donde comentaba que la competición es el mayor grado de cooperación en equipo. No pisar a tus compañeros te está ayudando a ser mejor. Y eso es lo que necesitan los niños, porque lo tienen todo y no saben enfrentarse a los problemas. Para esta generación de cristal donde todo el mundo se ofende por cualquier cosa, una herramienta muy buena son los deportes de combate.

¿Cómo lo hicieron esos meses que estuvieron cerrados?

Nosotros teníamos una sala en el pabellón Príncipe de Asturias y cuando lo cerraron por la pandemia decidimos buscar un local y cambiarnos.

Es decir, que han emprendido en tiempos de crisis.

Así es, hemos emprendido. Yo iba a hacerlo antes, pero teníamos ciertas comodidades y entonces seguimos adelante, pero siempre he pensado que mi futuro no tenía que depender del estado, tenía que depender de mí y prefiero cocinarme mi comida porque le voy a poder echar la sal que yo quiera.

Por cierto, es amigo de Juande Gambín, uno de los mejores tatuadores de este país y no lleva ni un solo tatuaje. ¿Qué pasa, no se fía de él?

Para que me haga la foto y me suban los seguidores en Instagram, sí me dejaría, pero es que no me gustan los tatuajes. Los dibujos me gustan en las paredes y en los cuadros. Hombre, si algún día me tatúo, será él quien me lo haga.