Pacheta, un técnico racial y modesto, con las ideas más claras que otros de renombre, sintetizó con tan lúcida respuesta su trabajo en el fútbol. Le preguntaban por lo emocionante que estaba la Liga por arriba y por abajo, de lo que ahora hablaremos, y respondió con esa sinceridad que caracteriza a quienes andan la vida por derecho.

Después, quisieron saber lo que opinaba sobre la Superliga. Su respuesta fue otro glosario de sabia y sana sinceridad. Vino a decir que discrepaba sobre quitarle importancia al mérito deportivo, por lo que tenía de desmotivador e injusto, aun estando de acuerdo en que los mejores equipos de Europa fueran fijos a partir de dieciseisavos, por decir algo -puso el ejemplo de la Copa en España-, porque eran quienes generaban el interés de las televisiones y, por lo tanto, el grueso del dinero del fútbol, «del que vivimos todos los demás»; añadió.

No se puede ser más clarividente. Emociones, para los aficionados, y dinero, para los profesionales, son los ejes sobre los que rueda el fútbol.

La salsa del fútbol es la pasión, lo que emociona, y este final de liga es tan pasional como emocionante. Póker por arriba: Atlético, Real Madrid, Barça y Sevilla; y repóker por abajo: Alavés, Valladolid, Huesca, Elche y Éibar, aunque los vizcaínos lo tengan ya muy negro.

Desde hace varias jornadas, las quinielas de candidatos al título se suceden, variando de favoritos según pinchen unos u otros, con el Sevilla lanzado desde atrás. Y la emoción está en que con cuatro jornadas por delante nadie puede asegurar nada -escribo en sábado, sin jugar Barça ni Sevilla-. Cuando queden tres, quizás sí pueda descartarse a alguno, aunque, seguramente, tampoco sería definitivo. Si ganan Madrid y Atlético a Sevilla y Barça, podrían reducirse a dos los candidatos, pero si es al revés o se dan empate o empates, habrá suspense hasta la última jornada; Tenerife y Coruña en el recuerdo.

Los de Simeone siguen jugando en el alambre, tan justos de goles como de juego; Koeman, que parecía el más sobrado en todo, tendrá que hacer juegos malabares para que no se le desenganchen los suyos tras el batacazo ante el Granada; Zidane recuperó sonrisas ganando al Osasuna, más por la frescura física exhibida que por los puntos, pensando sobre todo en el Chelsea -soy optimista para Londres-; y Lopetegui, bastante ha hecho con llegar hasta aquí; lo tiene complicado porque deben fallar tres.

Mientras, siguen deshojándose margaritas. De Messi, Ramos, Koeman y hasta Zidane, cuarteto de tronío de nuestro fútbol, no se sabe dónde estarán la próxima temporada. Los capitanes y emblemas del Barça y Madrid porque acaban contrato y viven momentos distintos; el rosarino peina cartas y al sevillano le barajan; situaciones opuestas a las de sus técnicos. Con contratos en vigor, el holandés, en manos ajenas, suspira por resultados tratando de que le reconozcan méritos, y el francés, saciado de vanidades, dueño de su destino, maneja una calavera shakesperiana con su particular ser o no ser. También en estos tejemanejes anida el ingrávido sabor de las preferencias ante lo desconocido, con argumentos y deseos para todos los gustos. Así es el fútbol y ahí enraíza parte de su atractivo, lo que añade emoción al futuro inmediato.

Por bajar o permanecer en Primera, el repóquer de modestos se juegan un ochenta o noventa por ciento de su presupuesto, lo que afecta gravemente a sus economías; el Elche, por ejemplo, cifra en cincuenta millones de euros lo que perdería por derechos de televisión si cae a Segunda. Y el póker de grandes, más que dinero, disputan la Liga por palmarés y prestigio; Europa la tienen asegurada y el dinero televisivo supone entre un diez y un veinte por ciento, como mucho, de sus ingresos. Esa discriminación relativa en perjuicio de los poderosos, decíamos, era una baza clave de Florentino Pérez para explicar la necesidad de la defenestrada Superliga europea.

Pacheta, excelente técnico del Huesca, donde se ha ganado a la gente en pocas semanas, y ex del Elche, donde lo tienen en un pedestal, tuvo el acierto de sintetizar con claridad y hasta con belleza expositiva el fenómeno del fútbol, lo que le acerca a una visión casi poética de nuestra pasión, en contraste con lo racial de su antigua figura de jugador y la machacona actual como técnico. Agridulce y atractivo personaje.

Emociones y dinero; alimentos de almas y cuerpos. La vida misma.