Fracaso. Esa es la palabra que no quiere leer ni escuchar el actual consejo de administración del Real Murcia. No se han librado de ese término directivas anteriores, que tampoco consiguieron el objetivo marcado pese a inversiones millonarias, sin embargo, ninguno de los fiascos de temporadas pasadas ha tenido tan graves consecuencias en lo deportivo como lo va a tener el batacazo de este curso. En una campaña en la que se va a reestructurar todo el fútbol modesto, el Real Murcia ha fallado, y eso va a meter al club grana en uno de los líos más gordos de su centenaria historia. Con una crisis económica imposible de remontar, los murcianistas camian firmes hacia un descenso a una cuarta categoría que le dejará todavía más fuera de juego de lo que estaba.

Desde hace ya algunas semanas no aparece en el organigrama técnico del Real Murcia el entrenador elegido para comandar este proyecto. Adrián Hernández fue destituido tras una mala racha de resultados que se convirtió en el principio de un cuento de terror. Desde el pasado lunes tampoco pertenece a la disciplina grana Julio Algar. El director deportivo ha sido despedido incluso antes de acabar el curso. Cuando se esperaba que nadie tomara decisiones hasta el final, el consejo de administración servía la cabeza del madrileño a una afición que le consideraba como el culpable de todos los males.

Aunque la crisis deportiva se ha precipitado, todavía quedan cinco jornadas para acabar la segunda fase de la Segunda B. Nadie confía en que el cuadro de Loreto pueda remontar para alcanzar los dos primeros puestos de su grupo, dos plazas que dan acceso a la Primera RFEF. A la espera de ver qué sucede finalmente y en qué puesto acaban los murcianistas, Francisco Tornel y su equipo tienen un mes para meditar y mucho sobre qué van a hacer la próxima temporada.

Como parece que hacer las maletas no es una opción, al KBusiness no le queda otra que pasar unos cuantos días en el rincón de pensar, haciendo autocrítica, un ejercicio que no gusta a un sector del equipo de gobierno grana, pero que no deben ignorar si no quieren seguir agravando la nefasta gestión que han llevado a cabo hasta ahora y que ha provocado que el Real Murcia viva una de las peores crisis deportivas de su historia.

Y es que desde que comenzaran a preparar la actual campaña allá por el mes de mayo de 2020, en los despachos del Real Murcia fueron, por un lado, incapaces de corregir los errores del pasado y, por otro, no supieron tomar decisiones a tiempo para poner fin a graves problemas que ya se habían instalado en el club y que al final han acabado convirtiéndose en una losa demasiado pesada.

Malas elecciones: Adrián y Julio Algar, matrimonio mal avenido

Venía el Real Murcia de firmar un octavo puesto en una temporada que se quedó a medias por la pandemia. Ni una plaza en la Copa del Rey fueron capaces de conseguir los granas. Pero en el consejo de administración, en vez de leer entre líneas, decidieron no cambiar nada. Eso sí, de un plumazo, elevaron los objetivos. Ni Tornel ni sus consejeros se cortaron un pelo. Se habló no solo de llegar a la Primera RFEF. También se puso sobre la mesa el luchar por el ascenso al fútbol profesional. Las palabras no fueron acompañadas por hechos. Ni se apostó por profesionales contrastados ni se elevó el presupuesto de la plantilla.

No contradecir al sector más ruidoso de la grada llevó al consejo a tener que tragar con Adrián Hernández y no poner fin a los amiguismos hizo que Julio Algar también continuara. Al final, la elección de los dos líderes del proyecto no pudo ser peor. Primero porque ambos eran incompatibles, y los puñales por la espalda seguían volando pese a la ‘reconciliación’ pública, y segundo porque ni uno ni otro se había ganado poder seguir en un club que quería volver a recuperar el nivel de exigencia. Nueve meses después ni el murciano ni el madrileño pertenecen ya al Real Murcia, y el consejo, que vive su momento más crítico, se ha dado de bruces con la realidad que no vieron.

El Real Murcia necesita algo más que salvadores

Francisco Tornel, KBusiness o Parmu salvaron al Real Murcia de una situación crítica. El club, manoseado por Raúl Moro, Mauricio García y Víctor Gálvez, necesitaba oxígeno, y un grupo de murcianistas no se lo pensó y tiró del carro. Llevaron a cabo los primeros auxilios y reanimaron a la entidad, acercándola a los aficionados, pero dos años después se ha demostrado que este consejo de administración no está capacitado económicamente para sacar a la entidad del fango. El club ya no necesita salvadores en los despachos, la entidad necesita liquidez, y mucha, porque en todo este tiempo, pese a la reducción de deduda, ni se ha llegado a un acuerdo con Hacienda, ni se alcanzado un play off de ascenso ni se ha acabado de salir del concurso de acreedores. Con pagar los gastos del día a día no es suficiente, y ahora mismo es lo que puede ofrecer el consejo. Con los presupuestos a los que pueden llegar, el fútbol profesional era una quimera, y si se acaba confirmando el descenso, el Rea lMurcia, que ya no puede recurrir ni a las ampliaciones de capital ni al lanzamiento de créditos participativos, se adentrará en un callejón sin salida tan o más grave que la crisis económica que viene arrastrándose desde hace ya varios años.

¿Quién manda aquí?

El problema del liderazgo tampoco es nuevo. Existe desde que comenzara esta nueva etapa. Y no parece que vaya a resolverse si todo sigue igual. ¿Quién manda en elReal Murcia? No busquen la respuesta. No la van a encontrar. Porque esa persona no es Francisco Tornel. El presidente grana, el máximo accionista más barato de la historia del club, no da el perfil para ejercer de ‘dueño’. Influenciable y débil mentalmente, es del último que llega. Esa tarea se ajustaría más al KBusiness, pero el KBusiness son demasiados, y poco a poco se han ido destrozando, hasta el punto de tener varias bajas en apenas dos años de vida. La mayoría de miradas señalan a Emilio García, el consejero sin cargo del Real Murcia. El encargado del área estratégica es uno de los hombres fuertes gracias a que involucró a muchos empresarios en las ampliaciones de capital, sin embargo, tampoco tiene el poder necesario para que su opinión sea la que siempre acabe prevaleciendo. Y, como en cualquier empresa, sin alguien capaz de tomar las decisiones difíciles y de acabar con el debate cuando las posturas chocas, el Real Murcia camina sin un rumbo, en el que todos opinan de todo, llegando incluso a interferir en las tareas de los propios trabajadores del club.

Patada al proyecto a las primeras de cambio

El fútbol son resultados y en el fútbol la impaciencia siempre acaba ganando. Cuando el KBusiness aterrizó en el Real Murcia, como buenos aficionados, se creyeron su propio cuento de hadas. Hablaron de un Murcia de todos y vendieron un proyecto basado en la cantera. Y un sector de la afición, posiblemente cansada de dar tumbos, no dudó en comprar todo lo que escuchaban. La presentación del Plan Director se convirtió en un acontecimiento el primer verano. Una plantilla llena de murcianos y de futbolistas de la casa, un Murcia alejado de su lado más derrochador... Pero la realidad siempre acaba imponiéndose a la ficción, y con la presión por obtener resultados y conseguir objetivos más ambiciosos, todas las ideas románticas quedaron en saco roto.

Ahora mismo nadie sabe cuál es el proyecto del Real Murcia. El dar continuidad a las plantillas quedó dinamitado entre el mercado de fichajes de verano y en el de invierno; la apuesta por la cantera pasó a mejor vida cuando Juanma, Josema y Meseguer fueron vendidos a las primeras de cambio o cuando Silvente o Pedrosa salieron del club en enero para dar paso a fichajes que no dan el nivel, y así ha ido sucediendo con todo lo que se prometió cuando llegaron, hasta convertir al nuevo Murcia en el viejo Murcia. La pregunta ahora es: ¿Qué proyecto se venderá en el próximo Plan Director?

Un mercado de invierno comandado por aficionados y no por gestores

Si había dudas sobre el cambio de rumbo que había dado Francisco Tornel y su equipo, el pasado mercado invernal confirmó que el Real Murcia actual no tiene nada de nuevo. Al más estilo Deseado Flores, los gestores granas se saltaron todos los principios que habían escrito en las paredes de Nueva Condomina, para hacer una auténtica revolución en una plantilla que antes de marcharse de vacaciones navideñas había ganado al UCAM.

De hacer unos retoques que mejoraran las carencias, se pasó a destrozar la plantilla. Impulsados por los aplausos de los aficionados, que les aclamaban a golpe de tuit; y alentados por un Adrián Hernández que no dudaba en traicionar a sus propios jugadores para presumir de nuevas adquisiciones, con experiencia y caché; el consejo se sintió el protagonista del cuento por un día. Eran felices fichando, fichando y volviendo a fichar. Olvidando sus funciones de gestores y luciendo la bufanda grana a la hora de tomar decisiones, consiguieron que hasta los más reticentes dentro de los despachs aceptaran, dando la razón a sus más críticos, a los quecriticaban lo hecho en verano.