A Julio Algar no le deben pitar ya los oídos, porque Julio Algar lleva casi dos años escuchando críticas. Ni un día tardó la afición murcianista en convertir al madrileño en su ‘pim pam pum’ favorito, y dos años después nada ha cambiado. Ayer, como ocurrió una semana antes en el derbi frente al UCAM, el director deportivo fue protagonista del partido del Real Murcia. Tanto en el descanso, cuando el marcador estaba 1-1, como al final, cuando el electrónico reflejaba un 2-2, un sector del público que acudió a Nueva Condomina no dudó en pedir la dimisión de Algar. Pagó los platos rotos el encargado de confeccionar plantilla, que, para suerte del consejo de administración, se ha convertido en el escudo perfecto, y es que con los aficionados centrados en el director deportivo, Tornel y sus consejeros, que tienen tanta o más culpa que el madrileño de esta crisis deportiva, se escaparon de los pitos y las pañoladas.

Aunque tampoco crean que se montó una tormenta en las gradas del estadio murcianista. Nada de eso. Para lo que se vivió, con el Murcia de nuevo coqueteando con el descenso, con el Murcia rezando y celebrando los goles del UCAM, las protestas apenas duraron unos segundos, muy ajenas a lo que sucedía cuando Jesús Samper todavía mandaba en el club centenario, donde cualquier derrota se convertía en una revuelta contra el propietario.

Los tímidos ‘Algar, dimisión’ fueron lo poco destacable de lo que se vivió alrededor de un partido que volvió a decepcionar tanto a la afición, que el murcianismo ya ha perdido las ganas hasta de quejarse. O por lo menos, de momento, porque en la segunda fase cada partido va a ser una batalla con el cuchillo entre los dientes, y el Real Murcia no puede ni permitirse un fallo.

Habrá que esperar a ver si la afición sigue centrando su ira en un Julio Algar que parece que no tiene entre sus planes dimitir o si el enfado se traslada a un consejo de administración que de momento se escapa pese a ser el verdadero responsable de la caída a los infiernos del Real Murcia. Porque aunque el Real Murcia evitó el séptimo puesto, lo cierto es que la sexta plaza también es un auténtico fracaso, ya que no es ese un lugar que corresponda a un equipo que antes de la llegada de Tornel siempre peleó en los play off.

Lo tendría fácil Algar. Su dimisión le ahorraría seguir teniendo que pagar todos los platos rotos y señalaría a los verdaderos responsables. Algo parecido a lo que ocurrió cuando Pedro Cordero cortó por lo sano y rompió su contrato con los murcianistas. Sí que el cartagenero fue el que destrozó la plantilla en el mercado invernal de 2018, dando casi una decena de bajas y apenas fichando a tres jugadores, sin embargo, cuando salió dejó claro que él solo hacía lo que le decían, y en el club hay muchos consejeros que no entienden esa frase que dice ‘zapatero a sus zapatos’. Y lo que vivió Cordero en 2018 es lo mismo que ha ocurrido ya con Algar en este mes de enero, donde un sector de la directiva apostaba por revolucionar la plantilla y otro grupo prefería hacer solo unos retoques.

Pero no solo cojea el Real Murcia por su mal planificación deportiva. El Murcia también cojea por la incapacidad de los responsables de poner orden hasta en situaciones simples. Una de las que se repite todas las semanas es la de jugadores que ven tarjetas amarillas por tonterías. Alberto Toril es uno de ellos. Ayer volvió a ocurrir. Con lo que hay en juego, el delantero, que hace unas semanas se escapaba al confundirse el colegiado y amonestar a David Segura cuando ya estaban en la grada, se puso a discutir tontamente con el colegiado hasta que vio la cartulina, es la quinta, y si la Federación confirma que se mantienen las tarjetas, el mallorquín se perderá el primer partido de la primera fase.