Contrastables, imponderable y voluntarias, marcan presentes y futuros. Mendoza echó a Antic siendo líder el Real Madrid, regalando la Liga al Barça, y Bartomeu les devolvió el favor, años después, replicando la desventura con Valverde, también en cabeza.

Mala suerte y fortuna varia en base a contradicciones, porque de tener otros presidentes, tal vez el serbio no hubiera tenido que emigrar al Manzanares para conseguir un doblete con el Atleti de Gil y los blaugranas no hubieran regalado la Liga pasada al Madrid de Zidane. Aunque este fortuito blanco también ha afectado a otros personajes como Florentino Pérez y Pochettino, y hasta a Tuchel, al PSG y a su jeque.

El presidente blanco sabe que el ciclo de Zidane se alarga demasiado. Tanto como su luenga sombra sobre el grupo de jugadores que lo encumbró. El francés gestionó bien egos y calidades para hacer un equipo campeón, pero fuera de ese enorme éxito le sobrepasa la nueva estrategia de su presidente. Apostar por la renovación no le distingue y exprimirá hasta el final a sus veteranos, que le responden admirablemente desde un sentido de la lealtad encomiable. En todo caso, es irreal un Madrid perseverante contra grandes y pequeños. Los blancos no son fiables por mucho que hasta ahora le hayan respondido a su técnico en momentos clave. Y él es consciente.

También sabe el tricampeón consecutivo de Europa que su baranda no le va a traer vacas sagradas de otros lares para ir sustituyendo sus desgastadas piezas. Lo de Pogba fue un ejemplo, que ha reforzado la tesis presidencial con el gatillazo Hazard. Pérez tiene otros planes, por eso quería a Pochettino, un técnico al que sí le agrada la sangre joven. Y eso también lo sabe el francés.

La contradicción del presidente blanco es que para cumplir su hoja de ruta debe prescindir de su mejor fichaje, tanto de futbolista como de entrenador. Pero, infiel a su personalidad, no forzará directamente el cese de su talismán, como hubiera hecho con cualquier otro; dejará que él mismo tome la decisión en un ejercicio de noble prudencia. Pérez debe mucho a Zidane. Tanto como seguramente continuar de un modo incontestable en el palmito. Así, una pareja de éxito viven vidas paralelas, cada cual a lo suyo, e irán hasta el final en su desencuentro. Sus caracteres no son bizcochables. Eso sí, desde el respeto mutuo que se profesan.

Aventuro que Zidane, ocurra lo que ocurra esta temporada, que a pesar de las apariencias no pinta bien; dirá adiós elegantemente en junio y Pérez le rendirá justos honores de figura señera del madridismo. Aunque muchos futboleros, madridistas y no, etiquetan de técnico mediocre al gabacho, cuando pase el tiempo, se recordará su entente como la segunda época grande del Real tras la de Bernabéu y Di Stéfano; hitos relevantes del fútbol español.

Igual que lo está siendo la apasionante realidad de Simeone en el Atlético. Tanto que ya se equipara a Luis Aragonés en el santuario colchonero. El argentino será otro hito grande del fútbol patrio, hasta el punto de que su estancia en el Atlético marcará un antes y un después. Esta temporada puede ser la que rompa definitivamente los moldes rojiblancos. Lástima que no pueda contar con alguno de los grandes delanteros que han jalonado su etapa: un Griezmann, un Falcao o un Costa en plena forma. Con alguien así, el Atleti actual no solo apuntaría a la Liga sino también a la Champions; los goles hacen mejor a todos.

El azar también jugó con Lopetegui a favor del Sevilla. Su salida desquiciante del Madrid, tras su inapropiada llegada desde la selección, propició que el mejor director deportivo español, Monchi, lo llevara a contracorriente a Nervión. Si tienen paciencia y le nutren de gol puede llevar a los sevillistas a cotas desconocidas en su palmarés. Ganas de reivindicarse y argumentos técnicos tiene.

El reverso de tan hermosa realidad es el contradictorio Valencia. Es increíble que un empresario como Lim destruya en tan poco tiempo lo que apuntaba a grandeza. Parece que le hubiera molestado el éxito. Y ese suicidio económico es algo impropio de quien debería mirar el rendimiento de sus inversiones. Suena a que, aburrido, la finalidad es recuperar su dinero acabando de desmantelar la plantilla y después venderlo para obtener alguna plusvalía.

Azar, contradicciones y realidades en una actividad, el fútbol, que solo se parece a una empresa en la necesidad de manejar personas y números.