Y por fin, el público volvió a La Constitución en el día de la Constitución. Eso sí, fue una Constitución diferente. Gélida como la tarde y aséptica como saludar con el codo. Hacía nada más y nada menos que nueve meses desde que se jugara el último partido con público en el vetusto campo azulgrana. Y de la misma forma que nueve meses le cambian la vida a unos padres primerizos, estos nueve meses parece que lo ha transformado todo. Ha transformado en apuros al Yeclano, en territorio propicio para visitantes lo que antes era un auténtico fortín, y en bloque fiable y compacto lo que antes era un UCAM descarriado en el camino del Señor.

El orden y sobriedad de los 900 espectadores que acudieron al derbi entre el líder y el colista puso en evidencia el ejemplar civismo que se requiere en un contexto de pandemia por parte de una sociedad madura. Un diez al público, que respetó escrupulosamente la normativa y otro diez para los colaboradores del club y personal municipal. Siguiendo las recomendaciones y también a la fuerza por no disponer de su centro neurálgico, la Peña CurvaBar ya estaba en sus posiciones antes de que los jugadores saltaran a calentar. Había muchos aplausos y muchos cánticos pendientes desde aquel lejano Yeclano 2 Mérida 2 y lo cierto es que no pararon de animar a los suyos ni con el partido completamente decidido.

Sin llegar a ser ese rugido de pequeño Anfield, el aliento de la grada se le notó al Yeclano desde el primer momento. Los de Sandroni parecían recobrar ese pulso intenso y ese esfuerzo solidario tan reconocible en los últimos años. Pero aun así, La Constitución, con un asiento sí y otro no, no fue lo mismo. Muy a pesar de los cientos aficionados costumbristas a los que les gusta seguir de pie el partido, desde megafonía se insistía en la obligatoriedad de permanecer sentados sobre el helado cemento de los años 70. Ni siquiera la Paca podía sacar su ya famosísimo café con ´trocico´ de bizcocho para darle un calentor al cuerpo.

Con el intenso frío que hacía y con un panorama socialmente apocalíptico con todo el público distanciado que permanecía sentado en sus asientos hasta en el descanso, se venía a la mente ciertas letras del maestro Sabina diciendo aquello de «una casa sin ti es una emboscada, el pasillo de un tren de madrugada». Así es vivir el fútbol en tiempos de pandemia.

Entre el respetable hubo conciencia de que la que tuvo Vaquero con 0-0 era la única bala para derribar al flamante carro de combate universitario. Entonces, La Constitución entendió con el gol de Aketxe que el partido «ya no era ayer sino mañana» y que para el Yeclano, una semana más, «la liga siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido». Pero esta vez, esos amigos en común que le vieron, le enseñaron, con su linterneo, dónde habita la esperanza.