Los partidos aplazados siempre tienen su atractivo. Y ese encanto aparece mientras que no se disputa el encuentro. Los aficionados del Real Murcia lo han podido vivir en este mes. Comenzaron la liga con dos choques pendientes. Mientras que el resto de equipos sumaban, los murcianistas se quedaban en casa tanto en la jornada 1 como en la 2. Y ese retraso fue un incentivo para el murcianismo. Daba gusto mirar la clasificación y hacer cuentas con los dedos, como cuando somos pequeños, para ver dónde se colocaría el Real Murcia si ganaba las dos citas que quedaban por disputar.

Seis puntos había en juego y como en el cuento de la lechera, soñar estaba permitido. Si sumamos los seis puntos..., pero a las primeras de cambio, tres de ellos se escaparon, y lo hicieron para acabar en el lado de un Granada B que lograba su primer triunfo y que ya está por delante de los de Adrián Hernández en la clasificación. ¿Y si sumamos los tres puntos del Betis B...? Pues los tres puntos tampoco llegaron en la Ciudad Deportiva Luis del Sol. Ni los tres puntos ni uno, porque el Real Murcia dinamitó lo conseguido cuando Alberto Toril perforó la portería de Rebollo obteniendo petróleo y poniendo un 1-1 que solo unos segundos antes parecía imposible.

Así de golpe, todas las ilusiones que venían haciéndose los aficionados imaginándose en la parte alta de la tabla si se lograba salvar algo de los dos partidos aplazados, dejan al Real Murcia en medio de una clasificación cada vez más ajustada y que, si todo sigue con la misma igualdad, da la impresión de que va a costar sudor y sangre hacerse un hueco entre los tres primeros puestos.

Si ante el Recreativo Granada, Adrián Hernández no supo guiar a sus jugadores a la victoria cuando tenían a favor las sensaciones y el marcador; ayer, frente al Betis B, pasó algo parecido. No tenían los murcianistas los tres puntos encarrilados, pero sí habían logrado salvar uno. Y cuando Toril había conseguido hacer lo difícil, cuando el delantero, que empezó el encuentro en el banquillo, había metido a los suyos en el partido en el momento en el que más apretaba el filial bético, Adrián Hernández volvió a demostrar que no tiene la cabeza donde tiene que tenerla, porque fue incapaz de hacer entender a los suyos lo valioso de sumar y más en un inicio liguero en el que está todo tan igualado.

Porque si frente al Granada B, cuando el marcador reflejaba un 1-0 más que justo, Adrián Hernández consintió que el equipo fuese dando pasos para atrás a pasos agigantados hasta dar todo el control a un filial nazarí que no perdonó; ayer, en Sevilla, el preparador murciano no supo gestionar un 1-1 que hoy cualquiera firmaría. En vez de pedir tranquilidad, en vez de exigir que se mantuviera el orden y que se apostara por aprovechar alguna oportunidad como la que permitió a Toril poner el empate en el marcador, Adrián Hernández consintió que su equipo aceptase un ida y vuelta en el que tenía pocas posibilidades, por no decir ninguna, de ser ganador.

No podía salir ganador porque el Real Murcia no está preparado para entrar en esa guerra. No podía salir ganador porque el Betis B ya había abierto un butrón que todo el mundo vio menos el técnico grana, que ni con cinco cambios fue capaz de tapar la autopista que permitía a los béticos Fran Delgado y Carmona superar una y otra vez a Adrián Melgar, y colarse con demasiada facilidad en el área.

Por esa zona desnivelaron los locales el partido en la primera parte. No desentonaba el Real Murcia. Con tres jugadores en el centro del campo, los granas mantenían encorsetados a los vistantes. Pero esa superioridad no servía de nada. Porque de nuevo quedó claro que los murcianistas se ahogan por la falta de profundidad. No fue suficiente que Youness avanzara metros. Tampoco los tímidos intentos de David Segura y Pedrosa. Chumbi, ayer sin la compañía de Alberto Toril, sufrió como nunca la soledad. Ni un balón en condiciones recibió el aguileño.

La realidad se le apareció de golpe al Real Murcia en el minuto 24. Adrián Melgar era incapaz de echar el candado a su banda, y Fran Delgado y Carmona le volvieron loco. Fue un centro del primero el que condenó a los granas cuando Edu Luna lo introdujo en su propia portería.

Se llegó al descanso en una lucha sin dueño y con un Real Murcia que solo había mirado al área de Rebollo con dos disparos de Youness que no encontraron puerta. A las primeras de cambio, Adrián Hernández recurrió a Alberto Toril y a la fórmula de dos delanteros. No desnudó el centro del campo. Prefirió apartar a Miguel Muñoz y que Yeray jugase a dar pasos hacia adelante y hacia atrás en función de las necesidades.

Cuando el nerviosismo empezaba a aparecer, cuando el Betis B crecía y Raúl ponía en aprietos a la defensa grana y a Tanis, la delantera volvió a surgir como ángel de la guarda del murcianismo. En una acción a balón parado, con Yeray poniendo el balón y Edu Luna peinando al punto de penalti, Alberto Toril aprovechaba un despiste imperdonable de la zaga bética para poner el 1-1 en el momento en el que el Real Murcia más sufría.

Habían logrado los granas lo más complicado en un partido en el que la intensa lluvia había dificultado la batalla y en el que los jugadores habían visto retrasarse casi una hora el inicio por un caso por coronavirus en el filial bético. Tenían un punto ya en el bolsillo. Tenían a un rival tocado. Pero Adrián Hernández no supo leer el partido.

En vez de guardar la ropa y esperar otra oportunidad, en vez de asegurar lo conseguido y confiar en alguna acción aislada de las que Chumbi y Toril convierten en oro, Adrián Hernández, sabedor de la falta de experiencia de la plantilla y de los problemas defensivos del equipo en momentos claves, guio a sus jugadores a una especie de harakiri que se hizo realidad en el minuto 82 cuando Morillo aprovechó el desquiciamiento generalizado de los murcianistas para poner el 2-1 y dejar al Real Murcia sin esos puntos que tan bien sentaban durante las semanas en la que el cuento de la lechera permitía soñar con seis puntos que no se hicieron realidad.