Juan de Dios Gambín Vicente (Molina de Segura, 30 de junio de 1990) ha tatuado a futbolistas conocidos como Pepe, Hugo Mallo, Ezequiel Garay Adriano o Quaresma. Fue futbolista en su juventud y también es un gran aficionado a la pesca deportiva. La Perla Negra es el estudio que creó hace unos años, desde donde ha emprendido campañas solidarias como una a favor del Mar Menor.

Usted tatúa a futbolistas, ¿pero ha jugador alguna vez al fútbol?

Sí, estuve federado un montón de años en la Escuela de Fútbol de Molina. Mi tío José Ángel es quien la ha llevado siempre.

¿Se le daba bastante peor que tatuar?

No se me daba bien, pero me defendía, no jugaba mal. Estuve jugando hasta los 15 años, hasta segundo año de cadete. Era lateral izquierdo e interior izquierdo, la zurda de oro. Cuando jugábamos contra equipos guerrilleros me ponían en defensa para parar a los rivales, y cuando eran más light, arriba para que corriera la banda.

¿Por qué se lo dejó?

Porque un año me hice dos esguinces y me rompí el hueso de la mano jugando un partido y me tuvieron que operar. Cuando me recuperé, a las dos semanas tuve un esguince fuerte y ya dije que se había acabado el fútbol.

¿No lo dejó por los tatuajes?

No, es que me tiré un año entero sin jugar y ya dije que se había acabado. Pero aún así sigo jugando al fútbol, alquilamos una pista.

¿Y no le da miedo lesionarse con esos antecedentes?

Todos los años me hago algo cuando juego al fútbol. El pasado año, un esguince pese a que jugamos tranquilamente. Yo es que no sé jugar al fútbol, soy muy animal, no puedo perder ni a las canicas.

¿Cómo entró en el mundo del tatuaje?

Fue porque en la feria de la playa veía a la gente que hacía tatuajes en los puestecillos que ponían. Siempre me había llamado mucho la atención dibujar, pero veía cómo hacían lo de las manos y me compré un kit de esos. Entonces empecé a tatuar a todos mis amigos de la playa por cinco euros. Y después ya me compré una máquina buena, que ahí fue ya cuando me lo tomé en serio.

Pero empezó a ganarse la vida con los tatuajes muy pronto.

Sí, pero fue porque un año en el instituto tuve unos problemas con unos compañeros y yo no quería ir porque no estaba bien. Le dije a mi madre que no iba a seguir porque al final la iba a liar un día. Entonces empecé a hacer dibujos y a tatuar a mis amigos con la máquina que me había cogido y empezó a llamarme gente para que la tatuara. Al final me di cuenta que me podía ganar la vida con esto, que se me daba bien.

¿Cómo le llegó la oportunidad de tatuar a futbolistas conocidos?

Eso fue a partir de Instagram. Empecé a subir las fotos a las redes sociales y me vieron varios futbolistas. También fue por un amigo mí de Pontevedra, que se llama Pedro, y que empezó a compartir mis fotos. Hubo gente que se puso en contacto con él porque querían que yo los tatuara. Entonces surgió la oportunidad de ir a Turquía a tatuar a Pepe, el que fue defensa del Real Madrid, pero ya me habían escrito varios jugadores muy conocidos. Ahora me ha llamado un jugador del Granada, Kennedy, que quiere tatutarse la espalda entera, y también Molinero, que estuvo en el Atlético de Madrid y en el Real Murcia, y que ahora vive en La Alcayna. Tenía proyectos buenos para tatuar a algunos cantantes muy conocidos, pero se ha fastidiado todo porque no puedo viajar.

¿Por qué le gustan tanto los tatuajes a los futbolistas, menos a Andrés Iniesta?

El tatuaje lo pusieron de moda en los futbolistas David Beckham y Guti. Fue tatuarse esos dos y empezaron todos. Yo no veía antes a jugadores tatuajes y, si de tas cuenta, muchos llevan del mismo estilo que esta gente, con nubes y esas cosas.

¿Son muy caprichosos?

Depende de con quién tocas. Hay algunos que se dejan asesorar, pero normalmente quieren hacerse lo que les gusta y es difícil llevártelos a tu terreno. Pero eso pasa también con clientes del día a día.

¿Ha evolucionado tecnológicamente mucho el tatuaje?

Muchísimo. Ya las máquinas van sin cable, funcionan con batería. Cada año el tatuaje avanza muchísimo y hay que estar siempre a la última porque si no te pilla el toro.

¿Cuál es el avance más importante que han experimentado?

Con las máquinas porque antes eran de bobina y ahora son rotativas, pesan mucho menos. Y también el Ipad lo hemos incorporado para hacer diseños, porque antes los tenías que hacer a mano.

¿Mucha gente viene con el diseño ya realizado?

Salvo que sea un pintor que dibuja muy bien, la gente no sabe y siempre hay que retocarlos.

¿Les ha afectado la crisis del coronavirus?

Igual que en todos los sectores, menos en las comidas para llevar, ha afectado. Sobre todo por las restricciones, porque la gente no puede salir de sus municipios y el 80% de mi clientela es de fuera de Molina e incluso de España.

¿De dónde es el sitio más lejano que han venido a hacerse un tatuaje con usted?

De Australia. Una chica que le regaló a su novio un tatuaje de Arnold Schwarzenegger. Le pregunté si es que no había tatuadores buenos en su país, y me respondió que ella quería que se lo hiciera yo. Pensaba que se había equivocado y que creía que yo era de Australia.

¿Y de cuándo le viene su afición por la pesca deportiva?

Siempre me ha llamado mucho la atención. Todo viene a raíz de un vecino, mi amigo Antonio, que falleció con 19 años y que era como un hermano para mí. Todo lo que hacía él lo hacía yo. Era mayor que yo y como a él le gustaba la pesca, me inicié con él cuando veraneaba en la casa de mi abuela en Torrevieja. Con 8 o 9 años me iba sin que nadie lo supiese y me tiraba horas debajo del sol achicharrándome.

¿Ha pillado muchos gallo pedros últimamente?

Sí, bastantes, y una gallina que me comí el otro día que estaba muy buena.

¿Qué le llama la atención de la pesca?

A mí lo que me gusta es el combate que mantienes con el pescado. Como no sabes lo que tienes debajo, no sabes cuándo te va a tirar y si va a dejarlo, esa es la adrenalina que te engancha.

Pero pescar es difícil.

Cada vez es más difícil porque hay mucha gente que pesca y que no respeta las tallas mínimas, algo que el día de mañana vamos a pagar. Y los peces son cada vez más listos, están acostumbrados a ver señuelos y rehuyen de ellos. Antes hacía unas pesqueras enormes con eso, pero ya no.

Hizo una campaña para tatuar caballitos de mar para llamar la atención sobre el mal estado del Mar Menor. ¿Qué le llevó a montarla?

Porque cuando pasaba por el Mar Menor lo veía reventado. Ahora parece que se está recuperando un poco, pero recuerdo irme a bucear y no se ver nada. A mí lo que me mató fue salir por el canal de la Gola y creer que estaba en un pantano y no en el Mar Menor. No se veía nada. Y los caballitos de mar me recordaban a mi infancia, cuando iba y los veía en la orilla de la playa. Sin embargo, ahora es muy difícil verlos.

¿Dedicarse a tatuar solo a futbolistas famosos se lo ha planteado?

No porque la gente que te da de comer es la del día a día. Es bueno hacerse un hueco en el mundo ese porque me lo paso bien€

¿Pero el tatuaje está de moda?

Sí, pero fuerte es desde hace dos años. Ahora no es que no siga de moda, es que hay muchos más tatuadores y ya se ve algo normal.

¿Con cuántos años se hizo su primer tatuaje?

A los dos días de estrenar la máquina me tatué yo la pierna. Ahora está mejor visto y es raro ya que me diga la gente que mi jefe no me deja, salvo en algunos trabajos muy puntuales, donde no los dejan llevar el tatuaje visible. Sí que me llegan muchos diciendo que sus padres no los dejan.

¿Las redes sociales le han dado otra dimensión a los tatuadores?

El 80% de los clientes llegan de las redes sociales. Hoy en día no se concibe un tatuador sin redes sociales, sobre todo Instagram. Antes solo teníamos las revistas, pero eso no llegaba a la gente que tenemos ahora. También estoy realizando seminarios online que me los quitan de las manos.

¿Pero hay mucha gente interesada?

Cada día más, pero no todo el mundo vale para tatuar. Yo siempre les digo que no piensen que por hacer ese curso conmigo van a salir tatuadores. Es fundamental tener una base de dibujo. De hecho, yo era muy friki del dibujo y me ponía con mi tía a hacerlos, y cuando ella hacía uno que era mejor que el mío, se lo pintaba entero porque no podía ser. Yo entonces tenía seis o siete años, era un niño, pero desde entonces he sido un obsesionado del dibujo.