Candi Andrada Barreto (Cartagena, 24 de octubre de 1974), vecina de Fuente Álamo, es Educadora Social y trabaja como Auxiliar Sanitario en el Centro Ocupacional de Canteras. Casada y con tres hijos, hace unos seis años comenzó a correr. Ahora no hay quien la pare. «Soy como Forrest Gump, que cuando salgo a correr me falta calle y no paro», dice.

¿Cómo fueron sus inicios deportivos?

Fue a raíz de empezar a hacer el Camino de Santiago. Cada año que iba, me lesionaba. Una vez vine con una tendinitis y otro, con una uña mal. Y el año que me propuse hacer la parte de León, que había montaña, empecé a entrenar algo más porque si no iba a regresar fatal. Y así fue todo. En Hacienda del Álamo me iba a trotar un poco hasta que empecé a hacer cada día más kilómetros.

Vamos, que empezó sola.

Es que parecía que había corrido toda mi vida. Iban allí otros corredores y me decían que no me costaba trabajo. Como no me había puesto nunca, no sabía si iba a poder o no. Después, cuando vine del Camino y vi que no me había lesionado, porque tuve muy buenas sensaciones Y ningún dolor, una amiga me dijo de apuntarme a una carrera e hice la Correlimos, de San Pedro del Pinatar. Yo no había pasado en mi vida de los 5 kilómetros y esa era de 7. La hice y acabé muy bien, encima es una prueba espectacular. Llegué muerta, pero acabé, y allí, en la meta, un amigo de Cartagena, me dijo que me había quedado la primera de mi categoría. Fui a verlo y no me lo podía creer.

¿Había hecho deporte antes?

No, nada. Yo empecé a correr en agosto y esa carrera era a principios de octubre. Lo único que había hecho era en el colegio, pero después no pude hacer nada porque he tenido una vida muy complicada.

¿Qué le pasó?

Que mis padres se pusieron enfermos cuando yo tenía 19 años y he tenido que cuidar de ellos durante 20 años. Lo que te digo, una vida muy complicada, no tenía tiempo para mí, era solo trabajar, criar a mis hijos y cuidar a mis padres. Ahora están en una residencia porque mi madre tuvo una esquizofrenía y mi padre un ictus y otra patologías. Con 19 años se volvió la tortilla y los hijos tenían que cuidar a los padres. Encima, yo era la hija mayor. Me convertí en la cabeza de la familia y la que se ocupaba prácticamente de todo era yo. Se me cayó el mundo encima. Y en esos 20 años tuve de todo hasta que me dieron plaza en residencia para mis padres. Eso fue hace cinco o seis años, el mismo tiempo que llevo corriendo. Por eso no había descubierto hasta ese momento el deporte. Lo único que podía hacer era salir con mi marido a cenar o con los hijos a la playa. Mi vida social era escasa. Ahora sigo atendiéndoles, pero no es la misma dedicación porque ya no podíamos tenerlos en la casa.

Pues cuando se vio que había ganado en su primera carrera le debió dar un subidón.

Yo es que aluciné, pensé que debía de seguir. Pero sí que es que verdad que se me fue un poco la cabeza porque en diciembre, cuando me fui a una casa rural a Ávila, un amigo me dijo de apuntarnos a la San Silvestre Vallecana, que fue mi primera carrera de 10 kilómetros, y disfruté al cien por cien. A mí, más que la competición, me gusta disfrutar de las pruebas.

¿Cómo se atrevió a meterse en un maratón?

Porque se me fue un poco la cabeza. Cuando en 2015 hice los 10K me animé a hacer la Base Aérea, de 14K, y me dije que si podía hacer eso, también podía con una media maratón. Y en marzo de ese mismo año hice la Media Maratón de Murcia cuando llevaba solo cinco meses corriendo.

Si se lesionaba andando el Camino de Santiago, imagino que tendría más corriendo.

Pues no, todo lo contrario, y eso que no tenía entrenador, iba por mi cuenta. Hice esa media maratón en dos horas, que está muy bien. Después lo dejé un tiempo porque mi hija se puso mala, pero cuando se recuperó volví y empecé con la Running Challenge, aunque ya estaba haciéndola antes y me quedé a dos carreras de hacer podio. Cuando volví después del problema que tuvo mi hija, me prometí que haría un maratón. Y en 2016 fue cuando me tiré a preparármelo, pero tuve la mala suerte de que me apunté otra vez a la media de Murcia y me lesioné. Yo no entrenaba entonces con entrenador y metí unos ritmos muy fuertes, no estaba preparada porque no hacía gimnasio ni fuerza, solo salía y corría. Me lesioné el psoas y estuve una semana sin poder ni andar. Me llevó recuperarme unos tres o cuatro meses, en los que no podía andar ni casi moverme.

Por lo que veo, solo le han frenado problemas familiares.

Así es, por eso muchos de los retos que me he marcado han sido por eso. Correr también me ha servido para liberarme. Soy como Forrest Gump, que cuando salgo me falta calle y no paro. Mi familia me ha apoyado pese a que les he quitado muchas horas como cuando me preparé los 90K del Camino de la Cruz de Caravaca o las siete veces que he hecho la Ruta de las Fortalezas.

Pues es una afortunada porque ha tenido dorsal.

Siempre me ha tocado, aunque los primeros años no había sorteo. El primer año que la hice no corría, pero es que los montes de Cartagena me apasionan y me metí por eso. Siempre que puedo me voy al Calvario y San Julián. Recuerdo que la primera vez la hice en 11 horas y llegué a la meta como Robocop, no me podía mover. El año pasado la hice en equipo con unas chicas de Cartagena, acabamos en siete horas y subimos al podio.

¿Tiene ahora entrenador?

Sí, online, pero lo tengo. Es Iván Noblejas, de Barcelona, que me manda los entrenamientos y formamos un grupo que ya nos conocemos porque hemos coincidido en algunas carreras. El grupo se llama Maratonianos. Todo lo que he avanzado desde que empecé con él hasta ahora es gracias a sus indicaciones.

Con el confinamiento hemos aprendido que hay muchas cosas que se pueden hacer de forma virtual.

Por supuesto. Yo no soy de las locas de correr en casa ni nada de eso. El confinamiento lo llevé trabajando, que nos hicieron realizar turnos de 14 horas dos días seguidos, pero después librábamos cuatro días. El deporte que hacía era bajarme al sótano a hacer un poco de ejercicio con mi hijo. Pusimos en marcha el ingenio para hacer cosillas. Lo pasé peor cuando una compañera dio positivo y tuve que hacer la cuarentena pese a que yo di negativo. Pasé las de Caín 14 días sin salir de casa. El reto que te pongas siempre hay que hacerlo disfrutando, porque es la mejor manera de quedarte con las cosas buenas.

¿Le gusta competir?

No, me estresa muchísimo. Ahora ha sido el Campeonato Regional Master de atletismo y me preguntaron si iba a ir, pero al final no me animé. Sin embargo me apunté a algunas carreras de estas virtuales solidarias, y he hecho dos o tres y en alguna me he quedado la primera. Eso me motiva más que ir a un campeonato a ganar una medalla.

¿Sus hijos y su marido le dicen que está loca?

A mi hijo, que está en Primaria, le gusta, le encanta ir a las carreras. Cuando era más pequeño subía conmigo al podio a recoger el premio. Y cuando hacen en Fuente Álamo la carrera saludable, le encanta esforzarse al máximo. Mi marido, eso de correr, no le va, siempre me ha apoyado, pero me dice que me exijo demasiado, aunque al final lo ha asumido. Sí que ha visto que lo hago porque realmente me gusta.

¿Cómo se preparó su primer maratón sin entrenador?

Con un programa de internet que me bajé. Como tengo mucha fuerza mental, lo hice, soy muy constante. Si no puedo hacer el entrenamiento un día, lo hago a la mañana siguiente. Seguí lo que me decía el programa pese a que me imponía eso de hacer un maratón porque hace unos años estuve de voluntaria en el Maratón de Murcia, cuando la organizaron los Correbirras, y los veía correr y jamás me hubiese visto haciendo esa distancia en ese momento. Sin embargo, cuando empecé a entrenar, lo fui clavando los tres meses. Y cuando hice el primero que se vinieron mis tres críos y mi marido, me sentí genial.

¿Y qué sensación experimentó cuando llegó a meta?

Me puse a llorar y lo hice en cuatro horas clavadas, tal y como lo había entrenado. La emoción es tan grande que es indescriptible. En la meta me recogió mi marido, que había dejado el coche a seis kilómetros, pero estaba tan bien, que no me costó trabajo llegar. Mi sueño ahora es hacer el maratón de Berlín, que una vez me apunté con mi amiga Beatriz Ríos y me quedé sin dorsal. Ahora mismo marca para hacer el de Chicago, ya que tengo 3 horas y 46 minutos.

Dice que no es competitiva pero sí que toma muy en cuenta las marcas.

Siempre intentas avanzar y no retroceder, para atrás ni para coger impulso. No soy competitiva en ganar, pero sí en mejorar. Yo he tenido que luchar contra muchos elementos y al final ha ido saliendo.

¿Algunas veces entrena con Mariano García, el campeón de España?

Cuando yo empecé a correr, el primer año me apunté a hacer los cross porque una de mis hijas los hacía y quería que la acompañara. Se me dio muy bien porque me quedé tercera de la liga y fue increíble para mí porque llevaba solo un año corriendo. Después ya me centré más en asfalto. En aquella época venía con nosotros Mariano, cuando era aún un crío y no era famoso ni nada. Él siempre volvía con la medalla y la copa y él le tiene mucho amor a la pista de Fuente Álamo, que es donde se hace el mercadillo. Pero entrenar con él es imposible porque cuando él se pone a trotar, yo voy con la lengua fuera. Es muy espontáneo y muy murciano.

¿Pero qué le va más, asfalto o montaña?

Pues el año pasado fue el no va más porque hice las dos ligas. Las que no hago son las carreras de montaña muy técnicas porque yo no la tengo.

¿Y cómo es trabajar con niños discapacitados?

Son las personas más agradecidas que te puedes encontrar, un encanto. Estos críos te lo agradecen todo, hasta lo más insignificante. Yo llevo todas las camisetas de las carreras, se las reparten entre ellos y se vuelven locos. También les regalo las medallas. Llevo allí ya 16 años, son parte de mi familia y de mi vida. Yo ahora mismo estoy con autónomos, pero he pasado por todos los módulos y me conocen todos. El año pasado empecé a irme con ellos a actividades deportivas con mi compañero Alfonso, que es Educador, y es una pasada. Hemos estado en los campeonatos de atletismo y también de petanca. Esta profesión es vocacional y tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta.