ElPozo Murcia se ha despedido con crueldad del sueño europeo. El conjunto murciano, que pudo todo lo que tenía sobre la pista del Palau, claudicó frente al Barcelona por 2-1 en la final de la Champions en un encuentro que dominó en todos los aspectos menos en el plano de la efectividad de cara al gol, justo lo que le bastó a la escuadra blaugrana para llevarse el título y ganar otra final -y ya van doce- al equipo murciano.

El encuentro arrancó con ElPozo muy vertical, sabiendo lo que se jugaba y tratando de dominar a su rival manteniendo la pelota, atancando y asfixiándolo en la salida de balón. El ritmo lo marcaba perfectamente el conjunto de Giustozzi, lo único que fallaba era la finalización. Algo que, a la postre, sería definitivo. Y ya no es que no tuviera fortuna en los últimos metros, es que la misma se alió con su rival pues el Barcelona, algo inoperante en ataque y que apostaba por un encuentro de menor ritmo, marcó dos goles con dos tiros -los primeros que hizo- en los que en ambos casos el balón tocó en un jugador para despistar a Espindola y alojarse al fondo de las mallas.

Antes del jarro de agua fría, los de la capital del Segura se mostraban con confianza. Con transiciones rápidas y una veloz circulación de balón, ElPozo jugaba consciente de que la final se podía decidir por pequeños detalles, ganando cada metro y esforzándose como si no hubiera mañana, algo que no dejaba de ser cierto. Las ocasiones de gol se fueron sucediendo ante un Barcelona que no lograba asentarse sobre la pista del Palau. Era como si los pupilos de Andreu Plaza tuvieran en mente otro plan diametralmente opuesto al que tenía Giustozzi o como si se fueran ajustando a la situación según se iba marcando el tempo del duelo. No era improvisación, era adaptación.

Pasa que el cuadro catalán tiene en sus filas a jugadores con una pegada brutal y, si además la fortuna se pone de su lado, se convierte en invencible. Además, en la batalla mental iba por delante al haber saboreado el triunfo en cada final disputada con anterioridad contra ElPozo. El caso es que en esas estaba el conjunto barcelonista, viendo como se desarrollaba el duelo y aguantando las embestidas del contrario, cuando en un córner Ferrao enganchó una volea que tocó en Dyego para hacer que el balón pasase entre las piernas de Espindola. En su primer disparo a puerta.

No acusó demasiado el golpe ElPozo, que mantuvo la mirada fija en la pista en vez de alzarla hacia el marcador evitando así que la frustración se apoderase de sus piernas, y siguió con el guión que se había grabado a fuego por el que la victoria, si no se conseguía por eficacia, se lograría por insistencia.

Sin decelerar en su marcha, ElPozo busco el gol de todas las formas posibles teniendo clarísimas ocasiones que se fueron al limbo y que aprovecharía el Barcelona para, en una jugada aislada, marcar el segundo tras un disparo de Aicardo que tocó en un defensor murcianista.

Con el nuevo gol del Barcelona la situación ya se puso más seria y tensa. Los fantasmas volvían a hacer acto de presencia para un equipo que, por más que lo intentaba, no encontraba la forma de reducir distancias. Antes de llegar al ecuador del primer tiempo, la ventaja era ya importante y no por el fútbol sala visto, sino por la sensación de que uno de los dos rivales llevaba balas de fogueo al duelo.

Sin bajar la cabeza, ElPozo apretó los dientes y se marchó en busca de ese tanto que sería un soplo de aire. Los esfuerzos se centraron en la parcela ofensiva, dejando algo descuidad la retaguardia, pero no hubo manera de encontrar el camino que conducía al gol y el encuentro se fue al descanso.

El segundo acto comenzó. «Todo lo que tenemos son veinte minutos», dijo Giustozzi a sus pupilos. Entregados al sueño de la remontada, el conjunto de la capital del Segura mantuvo el guión marcado en el primer tiempo. No era un mal plan, lo único es que el mismo hacía aguas en su desenlace mientras la introducción y el nudo eran buenos. Ese sueño comenzó a materializarse cuando marcó Leo Santana, haciendo justicia al empeño puesto.

La ausencia de gol es clave

Con el tanto conseguido por el brasileño, la escuadra murciana empezó a creer más en sus posibilidades. Aquello que antes parecía imposible, eso de perforar la meta contraria, se había logrado abriendo paso a un nuevo camino en el que su rival ya sabía que el contrario podía morder.

Dando un impulso más en la presión y en la velocidad en el juego, ElPozo fue con lo que tenía a buscar la igualada. Había final, el sueño era posible. Frente a la colección de disparos del equipo murciano, la cual aumentaba según pasaban los minutos, el Barcelona aguantaba. Incluso, metió algo de miedo con una gran jugada de Ferrao que no llegó a finalizar por muy poco Dyego. Era un aviso: los blaugranas necesitan muy poco para hacer daño. Ante la presión que ejercía el conjunto murciano, el Barça empezó a mostrarse impreciso, sin un plan claro cuando pasaba de su campo. El ritmo alto beneficiaba claramente al cuadro murciano, bastaba por ver si podían mantenerse esa velocidad sin bajar las prestaciones.

Las cosas se complicaron algo más cuando ElPozo, que ya iba sin mirar la retaguardia, cometió su quinta falta dejando abierta la puerta a los especialistas que tiene el Barcelona, aunque no llegaría a lanzarse ningún doble penalti. Dos ocasiones de Fernando que muy cerca estuvieron de igualar el luminoso fueron al antesala de la entrada a los últimos cinco minutos del encuentro. El granadino fue el encargado de ponerse la elástica de portero para un tramo final donde se decidía el partido. Ya con el reloj como un rival más, el equipo murciano empezó con un cinco para cuatro muy dinámico donde los jugadores basculaban de un lado al otro de la pista para intentar encontrar el hueco y, aunque hubo varias ocasiones, en nada quedarían llegándose al final del encuentro y, con ello, al final del sueño europeo. No deja la sensación de que no se ha hecho todo lo posible por lograrlo, como sucedía en otras ocasiones. Quizás en futuro sea más amable con ElPozo pero, por lo pronto, el cielo tendrá que esperar.