Hubo una vez, precisamente en el Giro, en la que Óscar Pereiro, ganador del Tour 2006, le dijo al llegar a meta a su director, que era Álvaro Pino, lo bonito que le habían parecido los paisajes italianos, verdes valles de los Dolomitas. La regañina del técnico gallego nunca la ha olvidado. "Paisajes, qué paisajes, si los has mirado es que no te has esforzado lo suficiente".

A cinco kilómetros de la meta de Agrigento, final de la segunda etapa del Giro, los ciclistas solo tienen que girar la cabeza a un lado para contemplar el Valle de los Templos, quizás el mejor monumento de Sicilia, ruinas que servían como culto a Zeus y que están hasta mejor conservados que las que hay en Grecia.

¿Admirarlos? Qué más quisieran algunos, los que van con la lengua fuera, agotados por la humedad siciliana. Ellos quizá si que hubiesen parado la bici, un sorbo de agua del bidón y una foto en el móvil para plasmar como recuerdo la idílica imagen que se presenta ante ellos. Pero van a 62 kilómetros por hora. Y a esa velocidad con más de 160 corredores en un pelotón, con el peligro de los codazos, no hay ocasión para admirar los tesoros griegos, sino para agachar la cabeza y estar pendiente de dos cosas; no perder la rueda del corredor que se lleva delante y, sobre todo, no caer, porque un golpe a esa velocidad puede tener unas consecuencias terribles.

Un libro abierto

El Giro 2020, hasta ahora, es como un libro abierto en el que se coloca el nombre de los ganadores antes de que hayan conseguido la victoria en la línea de meta. Primero, en la contrarreloj inaugural de Palermo, figuraba Filippo Ganna y haciendo honor a su apellido ganó, como estaba escrito. Y, este domingo, en Agrigento, el favorito no era otro que Diego Ulissi, quizás el mejor caza etapas entre los corredores locales. Consiguió la séptima victoria en su particular palmarés con el Giro. Ganó en el nombre de Tadej Pogacar, su compañero esloveno, en un equipo patrocinado por los Emiratos Árabes Unidos, que dirige un técnico español, Joxean Fernández, al que todos conocen como 'Matxin', una escuadra que no se cansa de ganar en todas partes.

Y en ciclismo, como en todos los deportes, si hay un ganador siempre hay un perdedor. Peter Sagan es la gran estrella mediática que se ha apuntado a este Giro. Su fotografía encabeza los carteles que se han hecho como reclamo de la carrera. Sin error a equivocarse, ahora, en Italia, solo hay dos deportistas destacados a la hora de la publicidad. Uno es Sagan, como imagen de un Giro en acción, y el otro Cristiano Ronaldo. Sicilia está llena de pósters del futbolista portugués en los que anuncia una universidad a distancia con cara de buen chico.

'Poulidor' contemporáneo

Con cara de buen chico asume la derrota Sagan, decidido a convertirse en algo así como un 'Poulidor' contemporáneo. El sábado fue el segundo corredor más rápido en la rampa inicial de la contrarreloj, que puntuaba para la montaña, jersey azul como recompensa del Giro, y en Agrigento, también segundo, como segundo o más atrás había estado en todas las etapas que se propuso ganar en el Tour.

Quizá la llegada a Agrigento, una exigente cuesta de tres kilómetros, la carretera que lleva hacia el casco antiguo de la ciudad, desde donde se contempla el Valle de los Templos, era la que mejor le iba a un tricampeón del mundo que parece muy lejos de la forma de antaño. Porque el gran Sagan, el que se ha hecho famoso, el que han tomado como imagen del Giro, jamás habría perdido ni ante Ulissi, ni siquiera ante Pogacar, en una llegada hecha a su imagen y semejanza. Ni siquiera con una maldición de Zeus, ni con todos los rayos y truenos del pasado griego de Agrigento.

Thomas, tercero de la general

Y, entre Ulissi y Sagan, calladito, protegiendo al líder Filippo Ganna, Geraint Thomas ya se ha colocado tercero del Giro con el volcán Etna, que sigue en erupción, esperando este lunes a los escaladores de la carrera rosa.