Algo bueno debía tener esta desgracia del COVID. Y así como en la vida impulsa nuevos hábitos, entre los que la vida en familia no es el menor ni volver a las raíces tampoco, en el fútbol también propicia el recogimiento para cuidar lo propio. Pero, claro, el miedo es tan humano como guardar la ropa.

Koeman decide recurrir al cuento de las cesiones para hacer jugadores y enseña la puerta a jóvenes valores culés que aún no han destacado sobradamente. Un futbolista es bueno o no antes que joven o viejo. El carnet de identidad solo es un titulillo que se usa según conviene, pero nunca otorga calidad, entrega, entusiasmo, fuerza ni desecho.

Siguiendo con el paralelismo vital, hay quien madura pronto y quien lo hace más tarde. Todos tenemos conocidos que a los quince años parecían adultos y otros que sentaron la cabeza cumplida la treintena o que a los cuarenta siguen soñando revoluciones pendientes. Los primeros son raros, los segundos normalitos y estos últimos no tienen remedio.

Debería pensar el holandés, porque sus superiores hace tiempo que tienen las meninges en cuitas bochornosas, y reparar que en la historia reciente jamás volvió triunfador al primer equipo ningún cedido blaugrana. ¿Alguien cree que Xavi o Iniesta, o los madridistas Raúl y Casillas, por citar ejemplos significativos modernos, hubieran mejorado sus rendimientos de haber salido a curtirse por esos mundos de Dios? En absoluto. El que es bueno a los diecisiete juega mejor rodeado de calidad que de medianías. Y el que no lo es, ya saben, mona aunque se vista de seda. Ansu Fati se libra porque tuvo a Valverde en el club y después a Luis Enrique en la Selección. Los jóvenes deportistas precisan padrinos como en la vida misma.

El Madrid ha encontrado en su cantera una fuente de ingresos extraordinarios, que es una función paralela que Pérez ha asignado a sus bases, aunque también emula el cuento de cederlos para que maduren. Y es que, aunque le honra su apuesta juvenil, no hay cobardía más evidente que evitar decir las cosas claras. Otra vez, lo político y socialmente correcto antes que el riesgo. Y si, además, renta, champán y canapés.

¿Hacer futbolistas? ¡Que inventen otros!, que decían nuestros mediocres históricos. Es cierto que los grandes no están para madurar futbolistas, pero no lo es menos que tampoco para desperdiciar talento. A veces se enarbola a Carvajal -caso único- como estandarte de lo que pretenden los blancos, pero por esa misma razón deberían haber repescado al Parejo de los veinte largos, que fue cuando cuajó en el gran futbolista que ya anticipaba Di Stéfano de juvenil. Y también el caso Benzemá explica este fenómeno. No recuerdo a ningún jugador merengue a quien le dieran tantas oportunidades desde que llegó muy joven. Ahora, en la treintena, ha roto en el gran goleador que se intuía desde su indiscutible calidad.

Una cosa es madurar y otra pulir, que debería ser la función de los mejores técnicos; quienes debieran estar al servicio de los grandes tanto de números uno como de auxiliares. Vinicius tiene capacidades que ningún otro blanco actual atesora, y no creo que se hiciera mejor mandándolo a cuajarse por ahí. En Valdebebas hay gente como Raúl o Roberto Carlos, además del propio Zidane, que podrían potenciarle el oportunismo, el golpeo, el pase o la inteligencia que necesita. Y no creo que los encontrara en otro sitio. Otra cosa son minutos de juego, pero eso sería en donde fuera el tuerto rodeado de ciegos. ¿Alguien cree que así aprendería más o antes?

El fútbol que viene se nutrirá mayoritariamente del producto propio o en el ajeno por cuajar en detrimento de los fichajes contrastados, al margen de excepciones indiscutibles. Y eso también traerá de bueno que los clubes incorporen técnicos cualificados con tiempo por delante y capacidades pedagógicas por encima de tácticos. Esa será la nueva estrategia: preparar futbolistas a partir de la calidad para nutrir a los primeros equipos, que seguirán siendo gestionados por entrenadores transitorios con escaso poder decisorio en fichajes. El patrimonio deportivo de un club no estará en manos caducas, que cuando se marchan suelen dejar pesadas cargas en lugar de legados potenciales.

Así que lo del ancestral canguelo para arriesgar con jóvenes será historia. Ojalá maduren en esta realidad los dirigentes, que están más huérfanos de bemoles que sus talentos juveniles.

Juventud al poder, que en todo caso es menos ruinoso.