El Carlos Tartiere dio la bienvenida a la categoría de plata para el FC Cartagena con un empate sin goles que bien pueden agradecer en las filas albinegras. Porque el conjunto de Borja Jiménez se vio claramente superado por su oponente, un Real Oviedo que ya sabe de qué va esto y que a día de hoy es un equipo bastante más conjuntado. Casi todo sucedió desde un balón parado, por los aires, una faceta que el Cartagena en otras épocas ha dominado. El Oviedo tuvo una ocasión detrás de otra, rematando cada acción cercana al área, pero, o bien les faltaba puntería, o bien aparecía el de siempre, el que con sus paradas puso el sello al ascenso a Segunda: Marc Martínez.

Escenario imponente, un estadio que en otro tiempo fue de primera, completamente vacío. El Oviedo, un equipo que estuvo al borde del colapso, es desde hace un lustro un club afianzado en la zona media de la categoría, conservando gran parte de su bloque del curso anterior, con el ‘Cuco’ Ziganda como técnico. Y el Cartagena, con el proyecto a medio construir, no quiso ser protagonista, entregó a los carbayones el mando del encuentro. Acostumbrados a dominar los encuentros en Segunda B, la categoría de plata aún impone demasiado para ser tan ambicioso.

El pitido final, tras los 90 minutos, lo recibieron con ansias, pero con aún más desesperación se esperaba el del descanso. Porque era justo el mejor momento del Oviedo, con disparo al larguero incluido, mientras el Cartagena se descosía en defensa y no encontraba un plan B. En resumen, ni un solo acercamiento al área rival en toda la primera mitad. Borja acumuló futbolistas en el centro del campo, quería tener superioridad en esa zona: Lozano, Clavería, Verza y Carrasquilla. El plan no salió. Simón era una isla en ataque, fajándose con el experimentado Arribas, y al equipo le faltaba profundidad por los costados.

En el minuto 7, primera intervención de Marc para quitarse de encima un testarazo de Arribas, que aún pudo marcar en el rechace. En la derecha, Borja Sánchez era un incordio para Delmás, totalmente superado. Se le iba una y otra vez. La cosa no estaba para regalos, y Verza cometió un error de principiante que se puede esperar de cualquiera menos de un jugador con 33 años y experiencia al más alto nivel. Intentó ceder un balón al portero sin mirar, y suerte que Obeng no anduvo fino para resolver. En el descuento del primer acto llegó el momento de pánico. Para los locales, la lástima es que no entrara ese cabezazo casi de espaldas de Borja Sánchez desde el primer palo porque hubiera presentado candidatura al gol de la jornada. El esférico, para fortuna albinegra, se estrelló en la escuadra opuesta.

Segundo tiempo más igualado

El técnico albinegro tenía que tocar el sistema en el descanso, era casi una obviedad. El cambio que propuso sorprendió por el sustituido, un Carrasquilla que con sus arrancadas por los pasillos interiores era el único que pasaba del ‘5’ en el primer tiempo. Quitaba a un jugador del centro del campo y entraba Nacho Gil, que se colocaba en un costado, y Berto Cayarga en el otro. El objetivo: abrir el campo y entrar por bandas.

El plan empezó a funcionar. En el minuto 53 se vio el primer acercamiento del Cartagena a la portería rival, en una jugada iniciada, con ruleta ‘a lo Zidane’, y finalizada, con disparo desviadísimo, por el recién ingresado Nacho Gil.

Pero para que los albinegros no se vinieran arriba, el Oviedo contestó con otras dos oportunidades de oro; en primer lugar, con una jugada por la derecha de Viti, menos incisivo que Borja en la izquierda, que esta vez sí colocó un centro perfecto para que el joven Javier Mier disparara cruzado, sin encontrar portería. Acto seguido, fallo terrible de Delmás, que no acertaba a despejar en campo propio, provocando la anticipación de Mier, que la cedía al ghanés Obeng y el delantero centro del Oviedo marraba la mejor ocasión de los suyos en todo el segundo tiempo. El mérito, de nuevo, para Marc Martínez, que detuvo el esférico con el pie como si fuera David Barrufet en sus mejores tiempos.

El inicio del segundo tiempo estaba demasiado agitado, pero el carrusel de cambios (recuerden, continúan los cinco por equipo) le metió cloroformo al partido. Entró en una fase en la que parecía que el 0-0 era bueno para los dos, porque, para ser la jornada uno y llegar todos tan justitos de forma, mejor un punto que arriesgarse a empezar perdiendo. Quedaban veinte minutos de partido cuando Borja agitó el árbol, a ver si caía algún fruto.

William y Elady, el plan C

Metió dinamita en cada uno de los costados: el brasileño William, que sigue a préstamo por el Leganés, y el siempre imprevisible Elady Zorrilla, que lleva ya dos veranos en la rampa de salida pero siempre termina por quedarse. José Ángel y Cordero, para reforzar la sala de máquinas, fueron los otros dos cambios.

Al Oviedo se le estaba acabando la gasolina y ya no daba tanto miedo como en la primera parte o en los primeros compases de la segunda. Los de Ziganda habían dominado el centro del campo con el trabajo y la calidad de Edgar, cedido por el Betis, y de Sergio Tejera, una gran promesa del fútbol español, algo venido a menos. Pero en tres cuartos de campo ya no tenían esa chispa del inicio del partido, y entonces era el Cartagena el que conseguía acciones a balón parado.

Los albinegros aguantaron el 0-0 hasta el 85’, y entonces querían ir a por el partido, jugárselo todo a una carta. Pudo salirles bien porque William, pura samba, entró como una flecha al partido y comenzó a destrozar la zaga carbayona por la banda derecha. En una excelente jugada trenzada por ese carril entre William y Delmás, Nacho Gil recibió un centro pasado y tuvo en sus botas el gol sobre la bocina. Pasaban ya cuatro minutos del tiempo de descuento cuando Delmás reclamó un penalti, totalmente inexistente; y en la jugada siguiente el Oviedo se reservó la última opción un lanzamiento de libre directo que Cedric envió a la barrera. Era el colofón a un partido que el Cartagena no mereció ganar, pero que supo manejar para sacar un punto.