Hace dos años llegó el fin voluntario de Cristiano en el Madrid y ahora el del ciclo del mejor Messi en el Barça tormentoso del desastre Bartomeu. Y Simeone con su barba a remojar.

El Atleti vivió un jueves de silencio ante unos animosos alemanitos y el Barça un viernes de dolores ante alemanazos de goles y postín. Vía crucis tan penoso como inesperado: los colchoneros por favoritos y los culés por humillados. Pero sin atenerse a vitolas, el fútbol continúa. Deberán reinventarse por Can Barça y reflexionar por el Wanda. No obstante, es una película reiterada. Ya lo decíamos, acordándonos del Madrid post Di Stéfano cuando perdió a Cristiano.

Como también alabamos erróneamente las expectativas del Atlético de Simeone sin tener en cuenta que la dificultad pronosticadora nace de la propia grandeza del fútbol y que el miedo es libre; petardazo técnico. Sin embargo, lamentablemente, hicimos pleno con que el Bayern era demasiado arroz para el capitidisminuido Barça. Apenas un Messi andante con diez más. También se lo advertí a amigos culés: una banda sin batuta.

El Madrid ganó la Liga porque alguien la gana siempre, pero deben evitar el error del Barça de estos años: los campeonatos domésticos taparon debilidades. Si los blaugranas giran en torno a un Messi caminante, los blancos ensayan el canto lento de sus envejecidos cisnes; otrora relucientes en Europa con los goles del portugués desertor y la imprescindible suerte del campeón. También soplan vientos de cambio por el Bernabéu, aunque Zidane se resista: confía más en los nombres y la experiencia que en la juventud.

El fútbol español debe pasar una ITV implacable. Temo que a la apuesta joven de Florentino le falten años y paciencia. Que la renovación post Messi produzca años luctuosos por Canaletas. Y que pronto doblen campanas por el fin de la excelente época rojiblanca de Simeone.

El Madrid continuará buscando goleador, con Zidane también en entredicho, e incluso central de garantías —ojo a Upamecano—; el Barça una nueva identidad, nuevos dirigentes, nuevos jugadores y otro milagroso Guardiola —ahora también a la baja—; y el Atlético oteará nuevos horizontes porque tener en el banquillo en cuartos de Champions al jugador más caro de su historia —Joao Felix— , es síntoma preocupante de que el carismático Cholo es el primero que no cree en el cambio de piel; en el fondo prefiere la garra a la calidad.

Así como nos deslumbró el Liverpool de Klopp, ahora maravilla la sinfónica del Bayern de Flick. Y ambos demuestran que la calidad no está reñida con la velocidad y la entrega. Es más, sin esas tres cualidades coincidentes en el espacio y el tiempo el fútbol sería hasta aburrido. Pero eso es complicado sin hambre y con años de más.

El Manchester City apabulló al Madrid con su previsible fútbol en los dos partidos; errores aparte. El Bayern humilló al Barça a partido único, acortando el campo y llegando a puerta con ambición. Y el Leipzig corrió a pelotazos al Atlético con un juego simple a uno a dos toques. Y los tres tuvieron más la pelota, corrieron más, tiraron más a puerta y metieron más la pierna. Simeone, señalándole al árbitro con los dedos las faltas que recibían sus jugadores, refleja la impotente realidad de nuestro fútbol.

En cualquier caso, esta Champions solo aclara que los errores cuentan tanto como los aciertos, que correr es obligado, la velocidad imprescindible y que goles son amores.

Cantaba Machado que “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre el mar”. Y me permito cambiar queda por llega para titular este final de temporada. Todo llega, y los finales de ciclo son historia viva del fútbol. Lo difícil e inteligente es tomar decisiones antes de que se gangrene la herida.

Minguella recordaba a Bernabéu refiriéndose al Barça actual. Don Santiago, que andaba con su barca por Santa Pola en el verano de 1964, regresó inspirado a Madrid y mandó llamar a un Di Stéfano de 38 años para decirle: Alfredo, te agradecemos tu entrega y los innumerables triunfos. Esta será siempre tu casa, pero puedes hacer aquí lo que quieras menos seguir jugando.

Con algún año potable todavía por delante, no se trata de echar a Messi, sino de ponerle reloj y cabeza en hora.

Y a pesar de todo, amigos, el fútbol continuará haciendo caminos en la mar de nuestras ilusiones. Don Antonio Machado era clarividente.