«Por lo civil o por lo criminal». ¿Cuántas veces se lleva escuchando esa frase en Cartagena durante los últimos años? Especialmente desde que -¿cómo no?- de forma agónica se consiguió evitar el descenso a Tercera División allá por 2015 y se produjo la entrada de Paco Belmonte y Manuel Sánchez Breis en la entidad albinegra. Desde ese momento, la construcción de un proyecto a largo plazo en el que el paso del tiempo ha demostrado que era lo que necesitaba el club y al que solo le faltaba un ascenso de categoría para poder expandirse de forma definitiva con todos los recursos necesarios. Por el camino, varios intentos frustrados -que ya no es necesario que sean mencionados- en los que una de las frases más repetidas ha sido esa: "Este año hay que ascender por lo civil o por lo criminal". Pues bien, finalmente -haciendo honor a la historia del fútbol cartagenero por la inverosimilitud de algunos de los episodios por los que ha pasado-, el ascenso no ha terminado llegando ni por lo civil ni por lo criminal, sino por lo extraordinario.

«¿Cómo va a subir el Cartagena en El Collao? Con uno menos, con Mariano lesionado y en el tiempo de prolongación. Lo tenían que hacer así, de forma heroica». Era la narración que hacían en la televisión autonómica del gol que hace once años devolvió al Cartagena a Segunda División tras eliminar al Alcoyano. Aquellas palabras, que han quedado grabadas en la memoria de todos los aficionados albinegros, resumían a la perfección lo extraordinario del asunto. Si el Cartagena quería pisar con los dos pies la categoría de plata no podía hacerlo de otra forma que con un sufrimiento máximo y teniendo que apelar a la épica. Sin embargo, si en aquella ocasión parecía que no se podría volver a alcanzar ese extremo, el fútbol y la vida vuelven a demostrar que siempre se puede ir un poco más allá.

Era algo que nadie podría haber imaginado, pero después de todos estos años y play off en los que el camino se terminó antes de tiempo, podríamos decir que ha tenido que llegar una pandemia mundial para que el Cartagena regrese al fútbol profesional. Si ustedes conocen un hecho más más extraordinario -en el sentido referido a 'poco frecuente'- e insólito?

Pues efectivamente, ha tenido que llegar esta crisis sanitaria para que los albinegros abandonen el pozo de la Segunda División B. Y no estamos ni mucho menos achacando el ascenso del Cartagena a esto, pero lo que es innegable es que las circunstancias han superado con creces las de aquel 24 de mayo de 2009. Recopilando excepcionalidades llegadas como consecuencia de la pandemia y que han afectado directamente al fútbol y a este ascenso del Cartagena, nos tenemos que remontar al mes de marzo, cuando se pararon por completo todas las competiciones. Después de varias semanas de incertidumbre se decidió poner fin a la liga regular. Hablamos, por tanto, de un campeonato que ha tenido 10 jornadas menos de lo habitual. Pero sin marcharnos de ese mes de marzo, y para recuperar la línea de la épica, el conjunto Borja Jiménez consiguió terminar como líder del grupo IV en la última jornada disputada gracias al pinchazo del Marbella y a la victoria de los albinegros en Córdoba. Otra vez 'in extremis'. Como también se ha escapado 'in extremis' el club cartagenero de estar inmerso en la reestructuración que se produce esta temporada en Segunda División B y en la que, si ya de por sí es difícil salir, podría haberse tornado el tarea aún más complicada.

Una vez se definió la estructura de la fase de ascenso y se sorteó el rival, no ha dejado de ser insólito tampoco el tiempo de preparación para el encuentro. Muchas semanas y muchos días para analizar al Atlético Baleares en los que los componentes del cuerpo técnico se han estrujado los sesos, cuando lo habitual es contar con pocos días para hacerlo. Una vez metidos en faena, el primer factor y más evidente, era el escenario del encuentro. Partido único en lugar de eliminatoria a doble encuentro y, por tanto, estadio neutral. La Rosaleda se terminó convirtiendo en 'el nuevo El Collao'. Un estadio al que no pudieron entrar las aficiones y que estuvo prácticamente vacío era la imagen que contrastaba con la fiesta del fútbol que siempre son este tipo de encuentros.

Una fiesta que en la ciudad portuaria tampoco fue igual a lo que hubiera sucedido en circunstancias normales. Aficionados en las calles celebrando con precaución, pocas concentraciones y prácticamente todos los monumentos y lugares que pudieran incitar a las aglomeraciones, vallados. Pocos fueron los que aguantaron celebrando más allá de las 3 de la madrugada del lunes -y de forma muy controlada-, imagen que refleja lo inverisímil del asunto si lo comparamos con lo que hubiera sucedido sin la pandemia de por medio. Sin recibimiento al equipo, sin celebración en el Ayuntamiento y sin recorrido por las calles de una ciudad que llevaba mucho tiempo soñando con una noche algo diferente a esta. Una noche extraordinaria a la que no se llegó ni por lo civil ni por lo criminal.