Fue un alegrón de madrugada. Recién llegado de un largo viaje para el recuerdo, escuché bajo las estrellas la retransmisión de Onda Regional y viví la emoción del ascenso del Efesé a Segunda. Antes había remitido desde mi terraza a amigos cartageneristas mensajes de ánimo. Los imaginaba con el corazón encogido por tantas sinsabores recientes y antiguos y con el alma de la inquietud en vilo. Les deseaba de todo corazón que pudieran vivir la fiesta que disfrutamos en Murcia con el Real un grupo de compañeros hace ya veintisiete años, en junio del 93.

Y es que, aun sabiéndose superiores y sintiendo en los adentros la deuda que el fútbol mal llamado profesional tenía con el equipo de sus entrañas, el bicho de la desesperanza anidaba en ellos por los recientes sinsabores vividos.

Por fin, al filo de la una, el calor de la noche veraniega se tornó en rubores de alegría y gritos de júbilo hacia ese techo luciérnago que sonreía desde su naciente oscuridad amanecida, pareja al bordado blanquinegro que tanto une a tantos. Esta vez, las estrellas sí eran ventanas esperanzadas hacia un futuro mejor. Ni más ni menos que lo que merecen sus almas preñadas de fe.

Y es así porque en Cartagena se han aunado tres pasiones en los últimos años, haciendo bueno aquello de que no importa tanto las veces que te caigas como las que seas capaz de levantarte con ánimo renovado. Tres pasiones encarnadas por el propio club, sus dirigentes, empleados y futbolistas; por la afición, a través de sus abonados, empresarios colaboradores y cartageneristas de a pie antiguos y nuevos; y por la Cartagena irredenta que tantos anhelos ha visto frustrados y tantas alegrías necesita para encarar el mañana desde su verdadera importancia y no desde la impotencia ancestral activa o pasiva que demasiadas veces se desboca. Cuando escuchaba a su actual alcaldesa gritar a los cuatro vientos el emocionante y contagioso ¡campeones, campeones!, no pude reprimir el recuerdo también emocionado de los cartageneros a los que he sentido sufrir en silencio tras cada varapalo. Regidores municipales de todos los colores políticos, antiguos presidentes y directivos, exfutbolistas tan entrañables como señeros, aficionados y amigos con quienes tanto comparto. Y un ¡enhorabuena, Cartagena! brotó también por mi garganta desde mis profundidades hacia ese cielo que también me sonreía por otros motivos.

Pasados los momentos del alma, toca análisis. Reflexionar por qué cuajó la noche. Y el motivo fundamental de estas horas magnas tiene nombres y apellidos: Paco Belmonte y Manolo S. Breis. Dos murcianos que emigraron a Cartagena hace años para hacer realidad la ilusión de su vida futbolera. Sencillamente, han hecho una gestión magnífica logrando conciliar desde la seriedad, la pasión y el conocimiento esas tres pasiones que antes decía. Nadie en Cartagena les ha negado ese valor ni el merecido reconocimiento aun en los malos momentos; nobleza obliga. Y como siempre en la vida, se recoge fruto cuando se hacen las cosas bien. Solo cabe desearles la misma suerte en la próxima temporada, que sé muy bien que comenzaría en la misma madrugada del éxito. Ellos y sus colaboradores inmediatos empiezan hoy a jugar sus partidos. Esos que cuando empiece a rodar el balón de nuevo tendrán que continuar los de corto. El trabajo discreto que les ocupará días, semanas y otras largas madrugadas hasta que el árbitro siguiente dé el primer pitido de Segunda. En medio, momentos agradables: planificar y e incorporar a nuevos valores; y también duros: decirles a jugadores que han colaborado en el ascenso que no se cuenta con ellos. Conozco la intimidad de tales sensaciones y su ingrávido sabor agridulce. Pero sé que lo harán con garantías porque otra de sus virtudes fue profesionalizar el club empezando por ellos mismos.

Y cuentan con más fortalezas. Las de docenas de empresarios de distintos tamaños que están a su lado para arroparlos en lo anímico y ayudarles en lo económico. También el apoyo fervoroso de los diez mil abonados largos que tendrán en Segunda; ¡qué afición! Y como guinda, el respaldo de su Ayuntamiento, gobierne quien gobierne. Cuando se trata de luchar por Cartagena, todos son Cartagena y después de lo que sea. Una ciudad tras un sueño.

De un murcianista de niñez y corazón, que también es hace años abonado entusiasta del UCAM y del mismo Cartagena: ¡A por los siguientes, por grandes que sean!

Cabeza, corazón, templanza y que la suerte acompañe.

¡Aúpa Efesé!