A finales del mes de abril de 2018 saltaba la noticia. Duda abandonaría ElPozo Murcia ese verano. Después de diecisiete campañas y de liderar la época más gloriosa del conjunto murciano, Tomás Fuertes decidía abrir las ventanas para que entrase aire fresco. La ausencia de títulos importantes en las vitrinas y las salidas de tono del hispanobrasileño llevaban al máximo responsable de la entidad murciana a apostar por fin por un cambio de ciclo que llegaba con retraso.

Con la salida de Duda, ElPozo Murcia iniciaba una nueva etapa. Y el argentino Diego Giustozzi era el elegido para devolver al club murciano el ADN ganador que había perdido en las últimas campañas. Su palmarés con Argentina, a la que había hecho campeona del mundo, dejaba en un segundo plano su inexperiencia a la hora de dirigir a un club y su primera vez en España. El bonaerense aterrizó con tan buen pie y con un discurso tan bien aprendido, que en su primera temporada, en la que la Liga y la Copa de España siguieron sin llegar al Palacio, se festejó por todo lo alto que ElPozo volviese a jugar finales. Dos subcampeonatos nunca valieron tanto para los responsables de la entidad.

Con ese buen comienzo, la temporada 2019-2020 se veía como la de la confirmación de Giustozzi en el banquillo de ElPozo. No solo eso. El curso que ya ha finalizado se presentaba el pasado verano como el de la vuelta a ganar un título de peso, y es que sería difícil que los murcianos no levantaran un entorchado dado que tenían hasta seis oportunidades -Liga, Copa de España, Copa del Rey, Intercontinental, Supercopa y Copa de Europa-. Pero llegados a hoy, ElPozo de Giustozzi sigue con los mismos trofeos que antes de que aterrizase el argentino, porque el técnico no ha logrado llevar a lo más alto del podio a los suyos. Todavía queda una oportunidad, la Final Four de la Copa de Europa, pero el coronavirus ha querido que esa competición no se resuelva hasta octubre, por lo que superado al 30 de junio, que es cuando las temporadas acaban, el champán sigue guardado en las neveras del Palacio de los Deportes.

Del año de la confirmación se ha pasado al año de la decepción. Incluso se podría decir que ha sido el año del cabreo, porque ya son muchos los aficionados que empiezan a dudar de Giustozzi, y no solo porque no ha logrado que el equipo consiga los resultados prometidos. Lo que más ha dolido a los seguidores es que el argentino, que tiene plenos poderes para hacer y deshacer, esté anteponiendo sus intereses personales a los de la propia entidad, manchando el señorío de un club que acaba de cumplir 30 años y que no ha tenido problemas en arrinconar a Andresito, uno de los jugadores que más ha respondido en los últimos tiempos; o que ahora se dispone a hacer el ridículo, sacando de la plantilla a un Álex que era renovado en el mes de marzo.

Quitando los conflictos internos provocados por el propio Giustozzi y consentidos por la dirección, pese al perjuicio para el equipo, pocos son los puntos positivos que se pueden apuntar este año en el haber del argentino. Y eso que, a diferencia de lo que le ocurrió a Duda en sus últimas temporadas en ElPozo, al preparador de Buenos Aires sí le han abierto el grifo de los fichajes.

Hasta cinco incorporaciones llegaban el pasado curso -Marc Tolrá, Pol Pacheco y los brasileños Carlos Espíndola, Leo Santana y Felipe Paradynski-, a las que hay que sumar el refuerzo de Marcel en el mercado invernal. Pero pese al esfuerzo para mejorar una plantilla que sigue sin contar con un jugador referencia y que marque las diferencias, Giustozzi no ha sido capaz de sacar brillo a sus últimas incorporaciones, quedando la mayoría en un segundo plano, incluso alguna de ellas, con el cartel de transferible.

La lesión de Leo Santana, que se ha tirado prácticamente el curso en blanco, o la de Pol Pacheco, que estuvo dos meses ausente por una hernia, han permitido al técnico tener la excusa perfecta. En la enfermería también ha estado todo el año Miguelín, cuyo parte médico es el secreto mejor guardado en el Palacio. Ni su vuelta anunciada a bombo y plantillo fue tal, porque después de jugar unos minutos con el Santa Coloma en febrero, ni se le vio en la Copa de España ni apareció en el play off exprés.

Con lesiones o no, Giustozzi ya se ponía la venda antes de la herida en el mes de noviembre. «Nos debemos a acostumbrar a que no ganaremos tanto», decía el argentino, y eso que todavía no sabía lo que era levantar un título con los murcianos, que es para lo que llegó, porque para sumar tres puntos en los partidos ya estaba Duda, que competía bien en la liga regular, pero siempre tropezaba en unos play off donde el Barcelona les tenía tomada la medida.

Y la frase de Giustozzi se ha hecho realidad. Posiblemente sean las palabras más sinceras del argentino. Porque ElPozo ha ganado tan poco que no solo se ha conformado con no levantar títulos sino que además ha firmado un decepcionante año en la competición regular. Pocas veces en la historia de los murcianos, en el mes de marzo, las opciones para luchar por estar en lo más alto de la clasificación estaban agotadas. Y es que tras la jornada 23, última que se disputa debido a la crisis del coronavirus, el equipo de Tomás Fuertes iba cuarto, a doce puntos del Inter Movistar, que era líder, y a diez del Barcelona, segundo clasificado.

Pero si arrastrarse en la competición regular no ha sido demasiado fracaso para Giustozzi, solo hay que mirar lo ocurrido en las otros torneos en juego. La Copa del Rey, esa competición en que Duda ganó en la 15-16 y en la 16-17, le duró un suspiro al argentino. El tiempo de saltar a la pista y verse superado por el Jimbee Cartagena, entrenado precisamente por el hispanobrasileño.

Ese era el tercer título que se tiraba a la basura, porque antes ya se había tachado de la lista la Intercontinental, en la que los murcianos no fueron capaces de hacer los deberes y ganar al Magnus brasileño, aunque en vez de asumir culpas, Fran Serrejón prefería atacar al Barcelona por no pasar del empate en su encuentro, condenando así a ElPozo a la eliminación.

Los azulgranas precisamente eran la bestia negra en la Supercopa, otra copa que no viajó a Murcia. El choque, disputado en Guadalajara, no pudo empezar peor. A las primeras de cambio, los de Giustozzi ya habían mostrado todas sus carencias, encajando un 3-0. La reacción, como siempre, llegó tarde, y el título acabó en las vitrinas del Palau Blaugrana, dejando a ElPozo sin una copa que Duda sí logró en la 14-15 y en la 16-17.

Ni títulos menores ni mayores

Quitando la Copa de Europa, donde ElPozo si ha ido haciendo los deberes hasta clasificarse para una Final Four que no se disputará hasta octubre por la crisis del coronavirus, los dos títulos más importantes de la temporada tampoco cayeron del lado murciano. Ni siquiera fueron capaces de estar cerca de conseguirlos.

En Málaga, en la Copa de España, se salvaron por los pelos frente al Levante (2-1), pasando a unas semifinales en las que el Barcelona les dejaba en la cuneta, demostrándose una vez más que no ha cambiado nada, que con Duda o con Giustozzi, ElPozo es incapaz de sentenciar a Barcelona o Inter. Perdida la bala de la Copa, ya solo quedaba la Liga.

Después de diez años sin levantarla, los de Tomás Fuertes tenían la oportunidad perfecta. Con la competición regular acabada antes de tiempo, la Federación apostaba por un play off exprés. Las eliminatorias se podrían resolver a un partido. Lo tenía en su mano ElPozo, o eso se pensaba, porque la imagen no pudo ser más decepcionante. Una vez más el trabajo de Giustozzi no se vio por ningún sitio.

Cada minuto de ese choque ante Palma dejaba señalado al técnico argentino. Con Andresito en el banquillo por los fantasmas del propio entrenador, posiblemente incapaz de superar que el cordobés se colgase alguna medalla resolviendo ese choque; con Leo Santana otra vez lesionado, y, sobre todo, sin recursos ni ideas como se vio en cada tiempo muerto o como se comprobó cuando se encajó un gol en la primera jugada después de apostar por el portero-jugador...

Y pasó lo único que podía pasar. ElPozo no solo volvió a casa sin el título de Liga, sino que lo hizo con un fracaso tan grande que deja cuestionado de puertas para afuera a un técnico que, haga lo que haga, sí tiene en el bolsillo a la propiedad, que le renovaba hasta 2022 el pasado mes de febrero.