Mari Roca Soler (San Javier, 5 de noviembre de 1989) es fisioterapeuta en el Centro Virgen de la Caridad. Se aficionó a las largas distancias a raíz de empezar una relación con su pareja, Miguel Madrid, montañero que ha subido el Everest. Antes era una mujer sedentaria, fumaba y odiaba el deporte. Hace una semana realizó 455 kilómetros en bicicleta por los límites regionales para despedir el estado de alarma.

¿Cuándo comenzó a hacer deporte?

Cuando conocí a Miguel Madrid, mi pareja, hace unos nueve años.

¿Y antes no había hecho nunca nada?

Hasta los 21 años llevé una vida completamente sedentaria. Trabajaba de camarera en un negocio de mis tíos y en el colegio era la típica chica gordita que odiaba el deporte y la hora de educación física. Pero es que también fui fumadora y no me cuidaba nada. Pero a raíz de empezar con Miguel empecé a andar, me apunté al gimnasio y me iba de espectadora a sus carreras.

Pero una cosa es hacer deporte y otra ultras.

Me encanta la larga distancia. En los últimos meses antes del confinamiento hice tres maratones en tres meses. Y ahora me llama mucho la bici y nos estamos planteando hacer grandes distancias con alforjas.

¿Con alforjas, cómo es eso?

Eso es para hacer largos viajes de cicloturismo, mil kilómetros, por ejemplo, con portaequipajes.

Otra forma de hacer turismo, sin duda.

Sí, exactamente, turismo y deporte. Es más, ya tenemos varias cosas por ahí previstas.

¿Y qué locura se les ha ocurrido?

Pues me gustaría ir a Javier, de Navarra, que es un pueblo que está hermanado con San Javier y todos los años hacemos una peregrinación con motivo de la Javierada que se realiza por San Francisco Javier, pero este año, por la situación del coronavirus, no se ha podido realizar y me haría ilusión ir en bicicleta, que está a 600 kilómetros.

¿Cómo surgió la iniciativa de recorrer toda la Región por los límites fronterizos?

A nosotros nos gusta ver qué distancias hay entre dos puntos para hacerlas caminando o corriendo. La vuelta a Murcia hace tiempo que nos la planteamos e incluso vimos la posibilidad de hacerla por etapas, pero al final la hicimos del tirón porque nos encontrábamos fuertes. La hicimos el mismo día que acabó el estado de alarma como una despedida.

¿Y cuántos kilómetros hicieron?

455 kilómetros con 4.000 metros de desnivel positivo en 23 horas y media, de las que más de 16 estuvimos en la bici. Paramos para comer, cenar y repostar agua.

Debió terminar con las piernas molidas.

No creas, porque este tipo de aventuras suelen ser más duras mental que físicamente. Cuando estábamos llegando a San Javier, en El Mirador, me propuso Miguel ir hasta San Pedro, que solo estaba a 5 kilómetros, y creía que no podía, pero lo hicimos. De hecho, acabé bien de piernas. Hace un año hice algunas cicloturistas donde recuerdo que sufrí calambres y pensé que ahora me iba a pasar lo mismo, pero hicimos muy buena gestión del esfuerzo y la hidratación, teniendo muy en cuenta tomar sales y magnesio, además de beber mucha agua, y eso nos ayudó mucho.

¿Sufrió alguna pájara o no dio tiempo?

Sí que hubo pájaras. A 10 kilómetros de llegar a Jumilla sufrí una. Habíamos parado 15 kilómetros antes en una gasolinera, pero no compramos comida porque íbamos a parar y pillé una pájara monumental. Tuvimos que parar. De todas formas, todo fue perfecto porque planificamos bien la ruta y realizamos el tramo más duro al principio. Tuvimos también en cuenta la dirección del viento y del sol, pequeños detalles que marcan la diferencia.

¿Y qué satisfacción le queda?

Cuando lo haces la primera vez y notas esa satisfacción y orgullo, eso te aporta un plus de confianza que puedes extrapolar a tu vida diaria. Yo llego al trabajo el lunes y pienso que si he aguantado tanto tiempo encima de la bicicleta, también voy a superar ocho horas de jornada. Te da confianza para afrontar las situaciones del día a día.

¿Se siente ahora más realizada que cuando tenía una vida sedentaria?

Por supuesto que sí. He ganado mucha confianza para afrontar otros retos en la vida. Cuando trabajaba de camarera había dejado de estudiar tras acabar la ESO, pero a raíz de conocer a Miguel y hacer deporte, me saqué un ciclo formativo de Grado Medio de Auxiliar de Enfermería, después hice el TAFAD y acabé en Fisioterapia. El deporte me ha dado confianza para seguir creciendo como persona y superarme en todas las áreas.

¿Por qué estudió fisioterapia?

Porque una de las asignaturas cuando hice TAFAD era anatomía y me encantó estudiar el cuerpo humano. Me pareció increíble poder enfocar mi vida hacia la salud deportiva y en septiembre tengo previsto retomar los estudios para hacer CAFAD.

¿Y ser madre no entra en sus planes?

Qué va, ahora mismo no me lo planteo. Quiero hacer tantas cosas y tantos proyectos... Miguel tiene en su cabeza muchas montañas y yo no quiero quedarme en casa. Tenemos parejas de amigos que los hombres hacen deporte y las mujeres cuidan a los niños, pero yo no me veo así, me veo haciendo lo mismo.

Cuesta más trabajo que la mujer haga deporte.

También es verdad que me dicen que cuando se me active el reloj biológico querré tener niños, pero el mío lo debo de tener apagado porque no me llama la atención ahora mismo. No tener hijos me parece una opción muy respetable. Antes se pensaba que las mujeres no se realizaban si no eran madres, pero yo me siento realizada y no lo necesito para ser mujer.

¿Ha animado a amigas suyas a hacer deporte?

Sí, incluso a mi hermano, que tuvo una época de coger mucho peso y llegó hasta los 120 kilos, pero al final se puso a las pilas porque le animé. Empezó a perder peso y a compartir muchos momentos deportivos conmigo. Poder influir con hábitos saludables a los demás es muy chulo. Como fisioterapeuta animo mucho a mis pacientes a que lleven una vida sana.

A ver si se queda sin clientes si son tan sanos.

Sí, pero siempre hay alguno por ahí. También es muy chulo llegar los lunes al trabajo y que los pacientes, que ya conocen tus aventuras, te pregunten qué has hecho durante el fin de semana.

¿A veces no le cuesta levantarse temprano?

Yo soy de las que se tira de la cama rápidamente para hacer deporte, pero para ir a trabajar me cuesta más levantarme. Cuando llega el fin de semana y me suena la alarma, no me cuesta ningún trabajo porque me lo tomo con ilusión y ganas.

¿Y cómo han vivido el confinamiento?

Al principio lo pasamos mal. Cuando nos encerraron en casa pensaba cómo iba a pasar quince días así, y cuando siguieron ampliando los plazos no me creía que pudiéramos estar viviendo eso. Al final nos fuimos adaptando y haciendo mucho deporte. Incluso hicimos un reto en casa muy chulo, un Everest.

¿Un Everest en casa, explíqueme?

Vivimos en una casa con sótanos dos pisos. Un día nos planteamos hacer un reto de completar mil metros de desnivel subiendo y bajando escaleras. Al final nos picamos e hicimos un Everest, que son 8.848 metros. Hicimos una planilla en la íbamos poniendo cuadraditos cada vez que subíamos y bajábamos las escaleras. Íbamos sumando metros y al final nos salió que habíamos recorrido las escaleras cinco mil y pico veces.

Pero eso tiene que ser muy monótono.

Muy aburrido. Al principio nos habíamos planteado hacer unas quince horas en total, pero el día que alcanzamos 1.700 positivos de desnivel, pensé que no podía completarlo porque era muy duro y no había una motivación. Pero al final lo conseguimos.