O el triunfo de la norma sobre la imaginación. Cuando predominan la vida reglada y sus rigideces sobre la libertad de imaginar soluciones, la mediocridad produce una sociedad gris e infecunda. Una sociedad que, a fin de cuentas, prima al rebaño sobre la creatividad; la masa frente al individuo, y los síes borregueros, que decía acertadamente un viejo y sabio profesor, sobre las capacidades humanas de matizar, disentir o enriquecer cualquier debate.

Otra consecuencia de ese tipo de sociedad normalizada es incentivar la pereza frente a la molestia de pensar o de esforzarse para superar inconvenientes. El café para todos es refugio de mediocres bajo la bandera de que inventen ellos, y en tal igualitarismo de mínimos proliferan todo tipo de parásitos; desde los de nacimiento a quienes se adocenan por no hallar motivaciones para prosperar y salirse de las cadenas del rebaño. Esto es, el triunfo de la mediocridad sobre la libertad.

Y ese es el peligro que corremos tras la pandemia del COVID 19. Agravado, además, por las dificultades de prever todas las contingencias con normas correctoras; origen de algunas de las constantes rectificaciones gubernativas, al margen de la jaula de grillos que supone el bien intencionado, pero difuso, asimétrico y descosido sistema democrático español y su estado de las autonomías. En la mayoría de las ocasiones es preferible confiar en la madurez y responsabilidad de los ciudadanos que ir de la mano de la norma y la sanción inmediata, y mucho más en pueblos prolíferos en picaresca.

La prosperidad de cualquier sociedad debe basarse en pocos renglones normativos, pero claros y contundentes, y mucha libertad de pensar, expresar, hacer y desarrollarse. Imaginación al poder, que se proclamaba en el mayo del 68 parisino.

Alemania ha sido un buen ejemplo. El gobierno federal encabezado por Merkel, en lugar de enclaustrar a sus ciudadanos se limitó a hacer recomendaciones sanitarias genéricas, obligándose desde el primer instante del coronavirus a hacer sus deberes: test a mansalva y control de los contagiados. También hay mucho donde copiar en su descentralización administrativa y en su sanidad pública, que sigue criterios de eficiencia porque en lugar de financiarse con impuestos a través de los presupuestos generales se nutre de las aportaciones individuales de sus ciudadanos a través de mutualidades laborales, que deben gestionarse con autosuficiencia. Y los Lander -sus estados federados- se limitan a mejorar o construir infraestructuras hospitalarias y asistenciales. Pero quien dirige la política sanitaria alemana es el gobierno federal con criterio único y universal para todos.

Como consecuencia, entre otras muchas bondades de esa sociedad democrática tan avanzada -llevan varias legislaturas gobernando en coalición conservadores y socialistas sin complejos, traumas ni prejuicios, prácticamente desde su complicada y exitosa reunificación; ¡tomemos nota!-, el fútbol alemán ha sido el primero en arrancar en Europa.

Al fútbol sí se le dejó hacer en España, como a otros sectores productivos. Así, unos clubes han hecho su ERTE, incluso poderosos, y otros no. Aunque también habría que defender a los que sobreviven sin cargar gastos al Estado frente a otros que sí lo han gravado y que luego pueden venir con chequera en ristre para desarbolarlos quitándole a sus mejores jugadores. Ángel Torres y su Getafe lo dijeron bien claro y les asiste toda la razón. Este mismo modesto y ejemplar club también ha sido pionero en idear compensaciones económicas a sus abonados para la próxima temporada, y como España también es diferente en cantidad y variedad de cenutrios, no han tardado varios equipos rivales en tirárseles a la yugular por lo que puede suponer de precedente para el resto del fútbol español. Y es que, la imaginación siempre encuentra en acomodados y cortitos el reverso de la mediocridad.

Como ejemplo de desfachatez, que me expliquen por Can Barça como se conjuga un ERTE con su pretensión de fichar a Neymar y a otros figurones.

Y después de disparates por el estilo, como en tantas otras cosas de esta España nuestra, vendrán las quejas de que alguien perjudica a quienes no necesitan enemigos porque se bastan solos. Y normalmente, no son los más creativos sino los más cutres y rancios de cualquier ámbito social. Ahora, eso sí, carcomidos por la envidia y la impotencia, desean el mal a los atrevidos y emprendedores para regodearse en el fracaso ajeno.

Liderazgo, equidad, justicia, libertad, imaginación, responsabilidad, igualdad de oportunidades, madurez, asunción de riesgos y pocas normas. El papá Estado es de patio de guardería y ya somos mayorcitos.