Tomar decisiones complicadas no es fácil. Ponerse de acuerdo entre un grupo amplio, menos todavía. Y hacerlo en un club de fútbol, casi imposible. Que le pregunten a las paredes de los despachos del estadio Nueva Condomina la de batallas campales que han vivido en el último año y medio. Y es que desde que la ‘democracia’ o ‘el Murcia es de todos’ se instaló en las oficinas del club grana los enfrentamientos han sido casi diarios. De cada guerra salía vivo, con alguna dimisión que otra, pero vivo, el Real Murcia. Sin embargo, en la actualidad, las negociaciones por la renovación de Adrián Hernández han abierto una crisis que amenaza con llevarse por delante el estatus de la institución.

¿Por qué una simple renovación está dinamitando al consejo de administración del Real Murcia? Posiblemente porque los responsables granas, que han ido esquivando balas en temas económicos o judiciales, se enfrentan ahora a un escenario en el que son inexpertos, y que no es otro que el fútbol de despachos.

Sin un accionista mayoritario o sin un Jesús Samper como se suele decir desde el club, un simple entrenador ha conseguido poner en jaque a toda una directiva, y solo porque en el Real Murcia actual, sin esa figura que tanto se rechaza, hay muchas voces que quieren mandar, pero ninguna capaz de aportar la autoridad y el liderazgo necesarios para cortar de raiz cualquier amotinamiento.

No solo eso, desde el fallecimiento del madrileño, la entidad ha ido desprendiéndose de lo poco que sí funcionaba y que permitía al club mantener cierto caché, y que no era otra cosa que su organigrama bien definido y delimitado.

Nadie se capaz de poner orden en el consejo de administración, porque Francisco Tornel ayuda poco, y nadie manda en las oficinas, porque no hay un director general independiente del equipo de gobierno que pueda actuar con objetividad, evitando que cualquier empleado tenga hilo directo con los que mandan. Sin autoridad y sin profesionales que sepan manejarse en el día a día de un club deportivo, el consejo está perdiendo su credibilidad y convirtiendo al club en una entidad poco acorde con su status y que ya no conserva ni esa ambición que siempre la obligaba a luchar por el play off.

No es un problema de ahora. Viene de lejos. Si ha estallado en estos momentos es por el desgaste acumulado, por la desconfianza insalvable y por la aparición en el tablero de ajedrez de Adrián Hernández, quien no solo está demostrando que se maneja mejor en estos escenarios tan típicos del fútbol que el consejo de administración sino que además está consiguiendo que todos quieran comprar esas miserias que antes se intentaban esconder debajo de la alfombra.

Ni liderazgo ni autoridad

Sin una voz fuerte en el consejo todo es más complicado

La democracia no le ha sentado bien al Real Murcia. Cada vez que hay que tomar una decisión deportiva, el consejo de administración se autoagrede. El club grana echa más de menos que nunca una persona que reúna el poder suficiente para tomar la decisión definitiva cuando sea imposible llegar a un acuerdo. Que imponga su autoridad, que asuma responsabilidades y que no se deje presionar por el miedo a ser criticado. Sin esa figura, los despachos de Nueva Condomina se han convertido en un campo de batalla, en el que cualquiera se cree con derecho a mandar.

Francisco Tornel, que es el máximo accionista con apenas 270.000 euros, ha demostrado que no está capacitado para ejercer la autoridad que exige el cargo, pero tampoco da el paso al lado. El KBussines, que ha salido ganador de varias batallas importantes, tiene voz y se ha mantenido unido en cuestiones extradeportivas, pero poco a poco ha ido desgastándose en peleas insignificantes por su inexperiencia en el día a día de un club de fútbol hasta confirmar que también le falta liderazgo.

Y con un panorama como el actual, el consejo de administración está socavando su propia credibilidad y dejando la imagen del club en muy mal lugar. Porque ha consentido que un simple entrenador esté ganando la partida a todo el ‘establishment’.

Deslealtad y desconfianza

Tornel, el verso suelto que no respeta las mayorías

Uno de los grandes problemas del Real Murcia se llama Francisco Tornel. Ni la reducción del consejo de administración el pasado verano ha sido sufiente para poner fin de una vez por todas a las guerras internas que han ido surgiendo desde que PARMU tomó el control del club y que en ocasiones han sido calificadas por los propios implicados de vergonzosas, como la vivida con la salida de Pedro Cordero. Con un máximo accionista empeñado en caer bien a todo el mundo, influenciable, voluble y del último que llega, según lo califican personas que le han tratado, la deslealtad se ha instalado en los despachos, y con ella la desconfianza, y así es imposible trabajar en condiciones, ya sea para renovar a un entrenador, para apostar por un director deportivo o para desarrollar un modelo de club. Porque lo que hoy se vota por mayoría en consejo, mañana lo hace trizas Tornel.

Desprofesionalización del organigrama

Ausencia de un director general independiente

El Real Murcia ha ganado credibilidad. Ya no se habla de impagos. Se ha convencido a los acreedores para que confíen en el club y se está cumpliendo con Hacienda. Pero interiormente el club se desangra por la desprofesionalización. Es un club de fútbol, pero ha perdido su ADN. Las medidas de ahorro han llevado a descabezar el organigrama, dejando en nada puestos claves en las oficinas para que se respeten las jerarquías, evitando a la vez que se lleguen a situaciones como las de hoy, con una batalla campal promovida por Adrián Hernández para salir vencedor y reunir en sus manos todo el poder.

No hay un director general profesional e independiente del consejo de administración. Y si lo hay, no se conoce, porque en un año y medio el club grana no ha emitido ni un comunicado informando quién realiza esas tareas. Pero no un gerente que simplemente se encargue del papeleo.

El Real Murcia necesita una figura que haga de enlace entre el entrenador, el director deportivo o los jugadores, sin que los que mandan en los despachos se impliquen en pequeños encontronazos ni en negociaciones de contratos que a la larga generan tensión. Que los empleados deportivos obligatoriamente tengan que pasar por ese despacho, evitando así lo que está ocurriendo ahora, que cualquiera tiene acceso directo a algunos consejeros para exigir lo que se le antoja. Con esa figura, la guerra Adrián-Julio Algar se hubiera solucionado a las primeras de cambio, porque alguien experto en estas lides hubiera puesto a cada uno en su sitio, recordándoles sus funciones y haciéndoles ver que aunque uno es el encargado de las alineaciones el otro también puede aconsejar, como ocurrió cuando el madrileño recordó al técnico que estaba dejando a algunos de los mejores jugadores en el banquillo, una decisión que condenó al equipo a sumar un punto de 12.

Filtraciones

¿Quién se encarga de la comunicación en el Murcia?

Lo de las filtraciones es otro de los problemas que se ha agravado desde que la profesionalización dejó paso al amauterismo en la plantilla de oficinas. Sin un responsable de comunicación dedicado exclusivamente a esas tareas, con experiencia, criterio y al que se escuche, respete y atienda, el Real Murcia se ha convertido en uno de esos equipos de pueblo en el que el presidente y los consejeros hablan a todas horas, en el que nadie es capaz de elaborar un guion con un discurso común, en el que se saltan competencias, en el que Tornel no tiene filtro y en el que, por ejemplo, los datos de contratos no solo son de uso público sino que además son utilizados para tirarse los trastos a la cabeza.

Competencias no delimitadas

Demasiada implicación en aspectos deportivos

El consejo de administración y las comisiones de dirección están para solucionar problemas, no para crearlos. Pero en el Real Murcia ocurre más lo segundo porque cualquiera con voz se salta inmediatamente sus competencias. Esta extralimitación de sus funciones ha agravado la batalla que Adrián Hernández ha iniciado por su renovación y por el despido de Algar. Y es que algunos de los responsables granas no han dudado en cruzar cualquier límite y bajar al vestuario, comportarse como un aficionado más y elogiar al técnico hasta el punto de darle alas para que piense que es imprescindible y que todos los méritos son suyos. Si alguien le cuestiona o no le felicita, entonces rápidamente pasa al bando de los ‘no adrianistas’. Y así, semana a semana, partido a partido, hasta que, una vez que ha acabado la competición, que es lo que mantenía la tranquilidad, todo ha estallado.

Si hoy los granas se enfrentan a una gran crisis es más porque una parte del consejo ha dado armas a los que ahora se sientan en el otro lado a negociar. No han sido conscientes de que trabajan para el Real Murcia, no para un entrenador o para un jugador concreto, y en vez de cortar de raiz cualquier levantamiento, dejando claro que el escudo está por encima de las personas, se han dedicado a echar leña al fuego, contribuyendo a crear bandos.

Fútbol es fútbol

Una mentalidad estancada en el ayer

No ha entendido todavía el consejo de administración del Real Murcia que en el fútbol se vive al día. Que la crisis más difícil del mundo puede solucionarse con un simple gol. Que cuando se gana, son los mejores; y cuando se pierde, son los peores. Mientras que no entiendan esto vivirán en esa desilusión constante que no les deja trabajar con tranquilidad, porque no pueden pretender que los aficionados les aplaudan constantemente y les reconozcan por lo que pasó ayer, porque a los seguidores solo les importa el hoy.

Nadie olvida que salvaron al club en un momento complicado, que han dado estabilidad a la entidad, que han logrado ganar importantes batallas con los acreedores, pero los reconocimientos no son eternos. Quieren vivir de ese ayer, de defender que los que vienieron antes lo hicieron peor, pero ya estamos en el hoy, y la afición también quiere ver mejoría en lo deportivo, donde no solo se ha avanzado sino que se ha retrocedido. Saltan a las primeras de cambio ante cualquier crítica, y todo eso es tiempo perdido, desgaste y pasos en falso. Y han conseguido que se haga evidente, lo que está aprovechando un entrenador para conseguir no solo un contrato en blanco sino también la capacidad para decidir quién trabaja y quién no trabaja en el Real Murcia.