La saga Mir no se acaba en Rafa. Su hermano pequeño, que tiene diez años, ya brilla en el Real Mallorca. Su familia está afincada en la isla, de donde es natural su padre, un defensa que jugó en la década de los noventa en varios equipos de la Región. «Me han dicho que mi padre pegaba patadas hasta en la ducha», decía entre bromas, para añadir que «he tenido suerte de ser su hijo porque me ha enseñado mucho, llevó mi carrera en los años complicados, él tomó las decisiones y estoy súper agradecido a su gestión. Estoy en el mundo del fútbol porque lo he visto de él y quizás, si él se hubiera dedicado a otro gremio, no estaría ahora aquí». La experiencia de su padre como defensa también le ha valido a él como delantero: «Me enseñó a superar las defensas. Él pegaba alguna patada más que yo, pero yo marco más goles que él», dijo en un tono distentido. De igual modo, no ocultó que su corazón también es mallorquinista, una tierra «de la que estoy enamorado porque ahora vivo allí, pero criado en Murcia», recalcó el delantero del Huesca.