Hace poco mi coach me hacía escuchar unas palabras de Antonio Escohotado en las que el filósofo lamentaba que la sociedad solo tenga ojos para mirarse el ombligo y contar likes. «Te subes al autobús y las personas están mirando a la pantalla y dices: claro, estarán estudiando geología. ¡Qué va! Pobrecitos, ahí demuestran una vez más su cortedad. No salen de un corazoncito, de un ego pequeño».

Cuando hace unos días me contaban que Enrique Roca, excusándose en la incertidumbre económica generada por el coronavirus, no iba a sacar la chequera para participar en la ampliación de capital del Real Murcia, mi cabeza recordó rápidamente las palabras de Escohotado. Y es que si alguien parece empeñado en representar a la perfección la cortedad de miras que provoca el mirarse continuamente el ombligo es el lorquino. Porque de jugar bien sus cartas, Enrique Roca estaría en este momento ensayando su discurso para su puesta de largo como máximo accionista del Real Murcia. Pero, como su mente quedó obnubilada eligiendo tipografías e imaginando cómo brillaría su nombre con letras gigantes en la fachada de Nueva Condomina, ahora tendrá que conformarse con un segundo puesto mentiroso en el libro de socios.

Aunque en realidad solo le supera Francisco Tornel en el accionariado, lo cierto es que el lorquino también será testigo directo de cómo el KBussines le adelanta por la derecha. Porque a los 150.000 euros que tienen en común, hay que sumar las aportaciones individuales que han realizado los distintos socios -sin contar los 270.000 euros de Tornel- así como las acciones que están en manos de las empresas que controlan. Total, que, por mucho que Roca crea que está a solo unos 50.000 euros del notario murciano, el escenario es bien distinto. Si el presidente no saca los pies del tiesto, el actual consejo de administración controla un paquete accionarial de más de 500.000 euros, el doble de lo que tiene en su poder el inversor afincado en Orihuela.

Todo un golpe para una persona que lleva desde hace un año empeñado en tener voz y voto en Nueva Condomina. Al quedarse en fuera de juego en la ampliación de 2018, cuando tampoco supo leer la oportunidad que se presentaba, le entraron las prisas por conseguir acciones, y para ello llamó a la puerta de Mauricio García de la Vega. Esas conversaciones quedarían en nada, porque de repente, sin apenas transcendencia pública, Enrique Roca encontró otra forma de saltar a los titulares. Con dinero en la chequera no pensó en una futura ampliación, con dinero fresco firmó un contrato de cuatro años para poner su nombre al estadio Nueva Condomina, pagando incluso de un golpe todo lo pactado.

Si las cifras filtradas son reales, estaríamos hablando de que el lorquino habría puesto sobre la mesa unos 600.000 euros -150.000 por temporada- por ver su nombre brillar en un luminoso, cuando esos mismos 600.000 euros, invertidos en comprar acciones en esta ampliación a nombre de varias de sus empresas para no perder poder en las Juntas y sumados a los 215.000 que puso en diciembre, le hubieran permitido encargar el traje de máximo accionista. Y con un salvoconducto de más de 800.000 euros, ya nadie, llámese Tornel o llámese KBussines, le hubiera tosido en su camino de baldosas amarillas hasta la presidencia del Real Murcia.

Pero, como el ombligo pudo más que la cabeza, Enrique Roca tendrá que conformarse de momento con mirar desde el exterior las luces del despacho del presidente a la vez que contempla su nombre en la fachada de un estadio que la gente, para su decepción y pese a sus numerosas cartas para llamar al orden a los insumisos, sigue denominando Nueva Condomina.

Quien algo quiere, algo le cuesta. O no.

Para cuatro años le dará la inversión, porque si al quinto no vuelve a pagar, contemplará en directo como retiran el luminoso. Aunque siempre podrá llevárselo y adornar el jardín de su casa. O comprarse un terreno elevado y colocarlo al más estilo Hollywood. A veces quien algo quiere, algo le cuesta. O no. Porque el miércoles un amigo me enviaba una foto para avisarme de que en La 1 estaban entrevistando a Enrique Roca. Pero no era nuestro Enrique Roca. Era el presidente del Consejo Escolar del Estado. Viendo la foto, mi cabeza no pudo parar de pensar cosas divertidas. Jolines, si yo fuera familiar o amiga de ese hombre, le haría el regalo más maravilloso que nunca le han hecho. Le traería a Murcia, y ya aquí, le montaría en un coche, le taparía los ojos y le llevaría a la explanada del estadio grana. En ese momento, le quitaría la venda y le permitiría disfrutar viendo ahí en lo alto su nombre. Y gratis. No me digan que no les gustaría llamarse Enrique Roca y vivir esa experiencia. Espero que el Enrique Roca auténtico no estuviera viendo La 1 cuando salió el otro Enrique Roca. Es capaz de ir a los juzgados y poner una denuncia por robarle protagonismo. Aunque si lo piensan bien, no hay confusión, porque mientras que nuestro Enrique Roca es Enrique Roca de Murcia; el otro, Dios sabrá de dónde es.