¿Cómo llegó al ciclismo?

Pues estuve federado en varios deportes, como baloncesto y atletismo, aunque era muy malo. A mi padre le gustaba el ciclismo y formaba parte de la directiva del club de Alhama junto a quien ahora es mi suegro. Un buen día me puso una bicicleta a mi medida y empecé a salir con él. A mí no me gustaba porque los fines de semana había que madrugar y hacía frío, pero seguí. Fíjate que entonces salíamos con chándal, sin casco, un cuadro.

¿Y viviendo en Alhama cómo acabó en la pista en lugar de ser un escalador?

Fue muy curioso porque a mí no me gustaba el velódromo. Me metí en un club muy humilde de Torre Pacheco que nos obligaba a entrenar en el velódromo, pero a mí me daba miedo el peralte hasta que un día lo superé y al poco tiempo fui campeón de España. Además, mi constitución física no era la idónea para ser un escalador.

¿Qué pruebas hacía en pista?

De todo excepto velocidad pura. He hecho medallas nacionales en todas las modalidades excepto en velocidad.

Ser pistard en España es un mal negocio.

Muy mal negocio. Fíjate que me retiré con 24 años, pero no fue solo por eso, es que se juntó un poco todo. Sí que era mal negocio, aunque del ciclismo se puede vivir si te lo montas bien, pero decidí dejarlo porque no me apetecía nada.

Vamos, que lo dejó por salud mental.

El diploma ese me costó demasiado, me costó una depresión, pelearme con mis padres, con mis amigos... El deporte es sano, pero el deporte de élite no lo es, al menos para la cabeza.

Pero qué pasó, ¿la presión?

No es que fuera incapaz de soportar la presión porque estaba acostumbrado a correr mundiales, europeos y todo. Lo llevaba bien, pero el seleccionador de entonces, Juan Martínez Oliver, me demostró que el ser humano puede ser muy malo. No sé por qué, me trató muy mal. Eso fue lo que me motivó a entrar en esa depresión y lo pasé muy mal. Por ejemplo, hice el récord de España y no le valía.

Y que usted era muy joven.

Sí, tenía 22 o 23 años. De hecho, una semana antes de correr la olimpiada yo no quería participar. Llamé a un amigo mío llorando y no me salían las palabras. Le dije que lo dejaba.

¿Tuvo que estar en tratamiento por la depresión?

No porque cuando lo dejé fue una liberación. Además, yo terminé en agosto con el ciclismo y en octubre estaba trabajando en PcComponentes.

¿Tan agotado acabó de la bici?

Es muy difícil de explicar, pero sí. Antes de los Juegos yo ya tenía decidido que lo dejaba.

¿Y cómo tenía fuerzas para entrenar?

No lo sé. Igual que el seleccionador era un cáncer, el preparador físico era mi psicólogo y tenía el apoyo de mis compañeros. En 2004, en Atenas, era juvenil y ya me dijeron que podría estar para Pekín 2008. Empecé a creérmelo y dije en ese momento que tenía que ir a unas olimpiadas sí o sí. En 2008 me quedé en la reserva. Ese fue el proceso.

¿Entonces su última carrera fue en Londres 2012?

No porque a mi jefe de PcComponentes le gusta mucho el ciclismo e intentó rescatarme. Me ayudó bastante para que siguiera pese a que no quería, pero me lo puse tan fácil que volví en diciembre de 2012. Me llamaron de la Federación Española para una concentración. Pensé que igual me quedaba otro ciclo olímpico, pero cuando entré vi que el seleccionador era el mismo perro con distinto collar.

Pero no terminó tan asqueado de ciclismo porque es el seleccionador regional de pista.

No, aunque también te digo que si tengo el diploma colgado en casa es porque un día vino y lo puso mi madre, pero no es algo que admire, para mí es algo más. No lo odio, pero no le tengo cariño.

¿Y qué sintió cuando consiguió el diploma?

Bueno, es que es una historia larga. Se celebraban tres mangas. En la primera nos quedamos a medio segundo del récord de España e hice la arrancada, que no quería hacerla nadie porque es complicada. La carrera fue muy bien y me abrí a una vuelta del final porque solo hacía falta que entraran tres en meta y ya había hecho mi trabajo. Y entonces el seleccionador vio la excusa para dejarme fuera en la siguiente manga. Me fui a la Villa y empecé a leer en la prensa que tenía una lesión de rodilla y en otro que tenía gastroeenteritis. Entonces supe que estaba pasando algo. Fui a pedirle explicaciones y le dije que mis padres se habían gastado una pasta para ir allí, un capital. Pusieron en el velódromo banderas con mi apodo, Gatico, y yo quería saber si iba a correr para decírselo a ellos. El seleccionador solo me dijo que no iba a discutir más conmigo.

¿Y qué pasó entonces?

Me pusieron de reserva. Me fui al McDonald's y desde allí vi cómo corrieron mis compañeros y esa noche me fui de fiesta. Salí por la puerta de atrás. A los meses vi al seleccionador en Mallorca y me vino a dar la mano, pero le dije que a un tío que me había robado no se la daba.

Imagino que para sus padres fue una gran decepción.

Un desastre. Es que mi pueblo entero estaba volcado. Pusieron una pantalla gigante en la plaza para ver la carrera y yo no salía por ningún lado.

¿Y cómo se supera eso?

No se supera, sin más. Se queda la espina clavada. De hecho no me gusta hablar de esto y casi con nadie lo he hecho. Es que hubo muchas historias, como que las bicis desaparecieron una semana antes de la carrera...

Vamos, que aquello fue un milagro.

Mira, es que no sé qué pasó, si fue el seleccionador o alguien de arriba que quería a otro en mi puesto. Me pasó de todo, hasta tener que devolver la ropa.

¿No le hicieron devolver el diploma?

No, pero es que tardaron años en mandármelo. Fíjate que también era tradición que los olímpicos nos tatuáramos los aros, pero yo no me los hice hasta que pasó mucho tiempo, como tres o cuatro años después. Mi mujer a veces me pregunta si me gustaría cuando tengamos un niño que fuera olímpico y no sé qué contestarle. No me arrepiento de haber estado en unas olimpiadas porque cumplí un sueño y eso marca.

¿Se gastó mucho dinero su padre en su carrera deportiva?

Mis padres fueron mis patrocinadores toda la vida. Bicis, concentraciones... Con 18 años le dije que me dejaba la bici porque quería ser persona, pero mi padre fue quien provocó que siguiera.

Pero no se olvidó totalmente del ciclismo después de dejarlo.

Desconecté, me peleé con mis padres y muchos amigos porque me preguntaban cosas y a mí se me iba la cabeza. No tuve una depresión de medicación y todo se quedó ahí, pero no quería saber nada de ciclismo. Me saqué el título de director deportivo porque al ser olímpico tenía facilidades, pero estuve cuatro años sin utilizarlo.

¿Dejó de montar en bici?

Sí, unos cuatro años, pero me dio por jugar al pádel e hice algún triatlón porque el cuerpo me lo pedía. Pero un día que me levanté temprano, me puse la ropa de la bici y mi mujer no se lo creía. Salí a rodar y al poco tiempo me llamaron de la Federación Murciana diciéndome que había cambiado la directiva y que estaban buscando un técnico de pista. Me animé y me convertí en seleccionador regional. Y estoy muy contento.

Vamos, no aborreció el ciclismo.

No, pero también te digo que si en la tele hay a la misma vez una carrera ciclista y un partido de baloncesto, me quedo viendo el baloncesto. Estuve jugando poco tiempo, pero es que me gusta mucho.

Pero me contó también que ha empezado a correr.

Sí, de hecho hice el maratón de Valencia en 4 horas y 5 minutos. Empecé a correr porque salía con mi mujer a andar y un día nos animamos a trotar un poco. Recuerdo que me ganaba ella, que acababa muerto, pero fui a más y me picó el gusanillo.

¿Y cuál fue su primera carrera?

Una de cinco kilómetros en Fuente Álamo. Corrí como mi hermano mellizo, que él hizo último y yo acabé solo un poco mejor. Pero después hice un 7,5 en Las Torres de Cotillas y salté a un 10. Hice la media de Lorca, vi que acababa bien, y decidí dar el salto al maratón. El problema es que estas navidades he desconectado y no he vuelto a arrancar.

¿Notó el muro de los 30 kilómetros en el maratón?

Sí, existe pero yo lo noté a los 33 o 34. Sé que repetiré, no este año, pero volveré a hacer un maratón. Pero también es cierto que ahora mismo no tengo un deporte definido, aunque tengo pensado meterme en otro.

¿Vivió el dopaje en el ciclismo, lo vio?

No. Y de hecho, tenía un colega que decía que en las olimpiadas creía que iba a pasar algo, pero nunca nada, cero. Solo tengo un amigo que dio positivo y fue por cocaína, pero eso no fue por montar en bici.

¿Nunca escuchó nada?

Sí se escuchaban tiros. Yo vivía en Mallorca, en el centro de alto rendimiento con Joan Llaneras, y nuestro mundo era ese. Solo salíamos para ir a concentraciones a Sierra Nevada, nuestro dopaje era subir el hematocrito con entrenamientos en altura. También es cierto que en la pista hay menos fama, y como no hice mucha carretera, quizás fue por eso.

¿En qué época disfrutó más del ciclismo?

En 2008, en el Terra i Mar de Valencia, me sentí ciclista, pero también en 2010, el año que ganamos el Campeonato de España en pista con la cuarteta que formábamos Luis León, Eloy Teruel, Rubén Fernández y yo, casi nada, que eso no se va a repetir nunca.

¿Y llegó a vivir del ciclismo?

Sí porque antes de los Juegos tuve una buena beca y aquí en Murcia también me daban otra. Por hacer sexto en el Europeo me dieron unos 8.000 o 9.000 euros, además de la beca nacional.

Vamos, que vivía bien.

Sí, la verdad es que sí, de hecho el piso está pagado ya. En parte, gracias al ciclismo, he pagado la hipoteca, bueno, al menos le pegué un par de pellizcos buenos. El problema era mi salud mental, que valía más que todo el dinero del mundo. Igual aún podía estar corriendo, pero no me arrepiento de haberlo dejado.

¿Y se siente realizado como seleccionador?

Aunque una vez tuve un problema con un director y pensé qué necesidad tenía yo de hacer esto, lo cierto es que se recondujo el tema y es una labor que me gusta estar con los críos.

Lo que no le gustará tanto es a su mujer.

Sí, a ella también porque dice que mientras que estoy con el ciclismo no estoy de fiesta.

¿Le respetaron las lesiones?

Sí, solo una tendinitis en 2011. Tengo un currículum casi inmaculado. Solo me perdí una vez una carrera por un problema de rodilla y me fastidió muchísimo porque era en China y quería ir.

¿Si le dieran la oportunidad de tener 20 años menos, volvería a ser ciclista?

Seguro, sí. Aun sabiendo lo que ha pasado volvería a hacerlo. Es que la cabra tira al monte, pero tomaría precauciones y lo haría de otra forma.

¿Todo lo que vivió le ha hecho madurar más?

Mi mujer dice que no, que soy un inmaduro. Cuando estoy con los críos pienso que soy como ellos, que aún soy ciclista, que soy uno más. Cuando hablo con los chicos antes de las carreras no me veo como técnico, sino como corredor. No sé si es bueno o malo porque a veces pienso que soy compañero de ellos, pero en realidad no lo soy.

Toda su vida, de una u otra forma, ha estado ligada al ciclismo. ¿También su vida matrimonial?

Así es. Mi suegro era el presidente del club de ciclismo y siempre iba con mi padre, pero mi mujer y yo no nunca habíamos tenido más relación que hola y adiós pese a que nos bautizaron juntos el mismo día. Pero coincidió que ambos nos separamos de las parejas que teníamos casi a la vez, empezamos a vernos y todo se fue haciendo cada vez más grande hasta llegar aquí.