Hassiba Boulmerka (Argelia, 10 de julio de 1968) está acostumbrada en su vida a romper con estereotipos. Cuando ninguna atleta musulmana competía sin hiyab y en pantalón corto, ella rompió con todo pese a que expuso su vida y sufrió dos atentados de grupos terroristas de su país. Fue campeona olímpica en Barcelona 92, donde no solo ganó una medalla de oro, «gané la vida», dice. Llora de impotencia cada vez que ve a compatriotas suyos dejándolo todo y se subiéndose a una patera para venir a Europa.

¿Qué le ha traído por Cartagena?

He venido porque estamos ligados en un proyecto de colaboración en materia de desarrollo agroindustrial. Es un proyecto que vamos a desarrollar en el sur de Argelia, donde ya hemos hecho experiencias similares y estamos también ejecutando otros.

Venir a España debe de ser especial para usted, por los recuerdos de todo lo que ha vivido en nuestro país.

Cuando vengo a España me siento como en mi casa. He venido muchas veces, aquí me entrené mucho cuando en Argelia no podía porque estaba amenazada de muerte por el terrorismo. Tengo muchos amigos que me ayudaron mucho en toda la preparación y conozco España de norte a sur, pasando por Barcelona, Zaragoza, Jerez o Sierra Nevada, donde me entrenaba en altura para coger fondo.

¿En aquellos momentos difíciles, cuando estaba amenazada de muerte, encontró en España el cariño que no tenía en su país?

Tenemos una cantidad de similitudes entre el sur del Mediterráneo en general, porque tenemos la misma genética, las mismas costumbres culinarias, somos gente de sangre caliente y yo siempre he tenido una relación permanente con España, Italia y Francia. Yo he estado mucho tiempo en España, pero mi hogar estaba donde tenía las competiciones, me he recorrido todo el mundo de norte a sur y de este a oeste, nunca me he sentido refugiada en ningún lado porque me considero ciudadana del mundo.

¿Qué recuerda, al margen de ese oro, en los Juegos de Barcelona, cómo vivió ese momento?

Es muy importante lo que voy a decir. Para cualquier atleta, ganar una medalla es una victoria deportiva, pero para mí supuso ganar la vida. Vivía en una sociedad donde existían muchas prohibiciones de carácter cultural, también legales y religiosas. La mujer no tenía mucho margen para emanciparse en su vida. Estuve amenazada de muerte porque gané una carrera con pantalón corto. Fui considerada como un demonio porque fui el mismo año campeona del mundo y campeona olímpica, y eso no cuadraba con la mentalidad de aquellos momentos. Cuando gané la primera medalla olímpica y estaba con la bandera de Argelia extendida, un periodista dijo 'Hassiba, un ángel o un demonio', y lo decía porque había ganado.

El Premio Príncipe de Asturias de 1995 no se lo dieron solo por sus éxitos deportivos, sino también porque usted era un símbolo de libertad.

Así es. No me lo dieron exclusivamente por una actividad deportiva, sino por unas cualidades humanas que incidían en mi persona. Su Majestad el Rey actual, en el discurso que hizo cuando era Príncipe y me entregó el premio, habló de Argelia e hizo referencia a unos versos de Albert Camus para hablar de mí. Fui considerada un símbolo del sacrificio por una meta de superación y liberación de la mujer. Yo pagué caro ser una mujer coraje.

¿Llegó a temer por su vida?

Claro que sí. Yo me escapé de dos atentados contra mi persona. Cuando vine a recoger el premio Príncipe de Asturias, lo hice de incógnito, me llevaron a recoger el premio escoltada por los servicios de seguridad españoles para que no tuviera ningún problema. Fui en Barcelona 92 la atleta más protegida porque era la deportista sobre la que existía más riesgo sobre su vida.

¿Y no le dieron ganas de abandonar, de dejarlo?

No, nunca.

Pero un deportista de élite debe estar mentalmente bien para ganar y así debía ser imposible, pensando que su vida corría peligro.

Cuando gané la primera medalla en el Mundial de Tokio 1991 y regresé a Argelia ya percibí que mi vida había cambiado totalmente. El primer viernes donde se hacen las oraciones, el Imán de la Mezquita de Constantina, mi ciudad natal, ya dijo que yo no era musulmana porque corría con pantalón corto. Y también dijo que estaba en contra del Islam. Este hecho me afectó muchísimo porque yo soy musulmana, pero no soy una fanática. Yo no puedo ser de otra manera porque todos mis antepasados eran musulmanes. Entonces fue cuando me di cuenta de que mi imagen había cogido mucha fuerza y que creaba mucha crispación en todos estos responsables, tanto políticos como religiosos. Fue cuando me di cuenta de que mi victoria no era solo deportiva, que era una victoria de la mujer en Argelia.

¿Y hemos avanzado, ahora la mujer tiene más libertad en su país?

Es una pregunta difícil de responder. En algunos casos se ha avanzado, y en otros, se ha retrocedido. Yo siempre he estado al lado de la verdad. Es como la cirugía, que duele pero cura. Hay cosas que se pueden decir y otras que no porque no todo el mundo acepta la crítica.

¿A nivel deportivo, las mujeres de su país pueden competir hoy en día como usted lo hizo?

La batalla deportiva ya está ganada, ahora hay que ganar la batalla política.

¿Hay nuevas generaciones de atletas que puedan llegar a ser como Hassiba Boulmerka?

En el año 2000 ya hubo otra chica que en Sidney -Nouria Mérah-Benida- que ganó la medalla de oro en los 1.500 metros.

¿Y desde su posición en el Comité Olímpico qué está haciendo para que exista igualdad?

Soy la madre Teresa de la mujer argelina. Estoy en la Comisión Olímpica de Argelia y me ocupo del deporte y la mujer. Cuando fui elegida por el COI para la comisión de los atletas estuve en la comisión de Deporte y Mujer, y también soy miembro de la Comisión Deporte y Mujer Africana y de la Mujer Árabe.

¿Qué recuerda de su llegada al COI con Juan Antonio Samaranch?

Llegué al Comité Olímpico Internacional en un período donde todos los miembros eran personas mayores y yo era la más joven. También llegué en un momento con bastantes escándalos por la adjudicación de los Juegos Olímpicos de Salt Lake City. Eso es lo que me tocó vivir tan joven y siendo mujer. Yo era la parte revolucionaria, pero estaban los que no querían eso. Tuve bastante apoyo de colegas y amigos. Y a partir de entonces obligaron a todos los comités olímpicos a traer en sus delegaciones a mujeres. Exigían que aunque no fueran deportistas, que fueran médicos o cualquier otra actividad deportiva. Creamos una asociación con la Ministra de Deportes de Francia, Marie-George Buffet, que después fue secretaria general del Partido Comunista Francés, y organizamos marchas en París para que las mujeres participaran en los Juegos Olímpicos. Y ganamos esa batalla. Conseguimos que el COI en cada comisión exigiera un 20% de mujeres y también en la Asamblea General.

En todos estos años que lleva trabajando en estos ámbitos, ¿nota que se tiene más en consideración a la mujer deportista? En España, en los últimos Juegos, las mujeres fueron las que más medallas aportaron.

Cuando era joven, en mi país había una política de deporte mucho más favorable que la actual debido a la globalización. La gente era mucho más disciplinada, tenaz, se sacrificaba mucho más. Las mujeres ganan más medallas porque ya son más numerosas que los hombres. Hoy día todo el mundo se cuestiona si el deporte está al servicio de la política o la política al servicio del deporte. Cuando la política entra en el medio deportivo, está muy bien y es bienvenida. Pero si la política entra para romper los valores del deporte, hay que rechazarla.

¿Qué mensaje le puede transmitir a deportistas jóvenes de su país?

El deporte no es solo competición, es un proyecto de vida, es una vida. Y para tener éxito en el deporte hay que tener una buena cabeza.

En España abandonan muchas chicas el deporte con 16 y 17 años.

Pero ese es un problema mundial. Han cambiado los hábitos, la juventud ahora mismo es esclava de las redes sociales, y cuando yo inicié mi carrera no existía ni el fax.

¿Entonces no hay solución?

Sí, la solución sería retomar los valores familiares, de la naturaleza, el bosque, el aire, el agua y también entender que para ganar hay que sufrir. Alguien que sabe sufrir sabe ganar.

A España llegan casi a diario pateras con gente de su país, que abandona su continente y lo deja todo. Eso es algo que me pone los pelos de punta. ¿Qué siente cuando lee o escucha noticias de ese tipo?

Mi sentimiento es un dolor profundo. Soy una persona fuerte mentalmente, pero al mismo tiempo muy sentimental. Si ves los vídeos cuando yo era atleta y ganaba, gritaba y lloraba. No hay nada más horrible que la injusticia. Lo que está ocurriendo en estos momentos en los países de África, que han sido colonizados, a los que les han quitado la riqueza, no los han dejado estudiar, los han dejado con todas las enfermedades, es una injusticia. Y justo al otro lado del mar hay otra vida, otro mundo. La gente no tiene nada que perder, es descubrir esta vida o morir. Me siento muy impotente para poder hacer cualquier cosa.

¿Sigue llorando cuando ve una injusticia?

Claro. La cosa más odiada y lo peor de cara a Dios es la injusticia, yo la he vivido. Me querían impedir que hiciera deporte simplemente porque era mujer.

¿Si pudiera volver atrás, cambiaría algo de su vida, volvería a ser atleta?

Es una gran pregunta. Si tuviera que regresar a mi vida deportiva, lo volvería a hacer, pero desde el punto de vista personal y familiar no lo haría. Mi vida, durante 20 años, fue un hotel, un avión y el estadio, no tenía ninguna vida al margen. Todos los días de la semana eran totalmente iguales. No podía vivir ningún tipo de fiesta, ni cristiana ni musulmana ni otras. Viví mi vida con mi madre porque mi padre emigró a Francia y a él lo veía una vez al año. Mi madre, que era pobre, estaba siempre conmigo, y en el momento que yo empecé a ganar dinero y a tener una posición, ella falleció. Eso para mí fue un sacrificio enorme. Para ganar medallas tuve que dejar a mi familia, mis padres, mis amigos, y eso es lo que echo en falta, haber estado más tiempo con ellos.

¿En qué anda metida ahora?

Vivimos en un mundo cruel, cuando somos atletas siempre estamos rodeados de luces y aplausos, pero una vez acabada la carrera deportiva todo se apaga. Como hemos vivido prácticamente siempre alrededor del deporte, pasamos bruscamente a la verdadera vida. Encontramos un mundo muy difícil que no es el nuestro. Tenemos que afrontar una nueva vida totalmente desarmados y muchos atletas caen en depresiones y problemas psicológicos. Muchos de estos atletas pierden el dinero porque no saben cómo invertirlo o se rodean de gente que se aprovecha de ellos. Es difícil de vivir. Yo he tenido la suerte de encontrar una vida normal después de dos años de tranquilidad y reposo, y entonces quise vivir otra vida diferente a la deportiva. Soy una persona a la que le gusta hacer cosas nuevas. Entonces me integré en el comercio. Llevé la perseverancia y la tenacidad del deporte a la vida profesional, y cuando llegué al mercado de los medicamentos en Argelia, comencé a hacerle preguntas a los diferentes laboratorios. Quería saber cómo estaba clasificada como clienta. Algunas veces me decían que yo era la séptima o la octava, y eso me afectaba porque soy tan competitiva que quería ser la primera. No paré hasta que llegué al podio de los tres mejores empresas de distribución del país. Y mi empresa tiene más mujeres trabajando que hombres.

¿Y cobran lo mismo los hombres y las mujeres?

Claro que sí, por supuesto. Desde que dejé el deporte y me integré en el mundo de los negocios ya han pasado dieciocho años. He aprendido muchas cosas, he conocido a mucha gente.

¿Apoya desde su empresa el deporte?

He creado la primera escuela de deporte en mi ciudad natal, Constantina, en homenaje a mis entrenadores. Ya contamos con 400 jóvenes atletas de entre 8 y 12 años de edad. Con toda mi actividad profesional y todos los cargos que ostento en el mundo olímpico, además de la escuela, no tengo mucho tiempo para dedicarme a más cosas, pero cuando me estreso me pongo en contacto otra vez con el mundo del atletismo y me tranquilizo.

¿Qué consejo le da a las mujeres de su país que viven lo mismo que usted en su día?

Que hay que tener coraje, seguridad en sí misma y que comprendan que unas guerras se ganan de una vez y que otras se ganan poco a poco.

Ligada a Rotary Cartagena

La Fundación Rotary Cartagena, que preside Juan Martínez y que cuenta con Paco Madrid y Alejandro de las Heras, este último de la empresa Alcántara Systems, como algunos de sus miembros, y bajo la coordinación de Ana Martín, ha puesto en marcha junto a la exatleta Hassiba Boulmerka un proyecto para crear un Banco de Alimentos para familias vulnerables que permitirá la adquisición de cereales evitando las modificaciones de precios que se producen. Gracias a ello, Rotary Cartagena aportará el capital necesario para para dar dos raciones diarias de cereales a 17.000 personas de forma indefinida.

Datos personales

  • CAMPEONA OLÍMPICA | Hassiba Boulmerka ya era un icono cuando ganó en Barcelona 92 el oro olímpico. Antes fue campeona del mundo en Tokio 91 y posteriormente también subió al podio en Stuttgart 93, donde fue bronce, y en Gotemburgo 95, oro.
  • MIEMBRO DEL COI | La argelina ingresó en el Comité Olimpico Internacional siendo presidente Juan Antonio Samaranch. Consiguió que todas las comisiones del organismo tuvieran un 20% de mujeres. Su llegada al COI supuso la apertura a la mujer.
  • EMPRESARIA DE ÉXITO | Hace dieciocho años decidió crear una empresa que se dedica a la distribución de medicanmentos. Ahora es la tercera compañía con mayor volumen de trabajo de su país y tiene empleadas a más mujeres que hombres.
  • APOYO AL DEPORTE DE BASE | Ha creado en su ciudad natal, Constantina, la primera escuela de deporte, que cuenta con más con 400 jóvenes atletas entre 8 y 12 años de edad. También es miembro de la Comisión Deporte y Mujer Africana y de la Mujer Árabe.