Reflexiona Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus sobre la evolución de la humanidad en los próximos años. Nos invita el israelí a dejar fluir nuestra imaginación y a aventurarnos en un viaje que escapa a nuestras manos. Nos hace pensar, entre otras cosas, en un futuro en el que el hombre no soñará más con la inmortalidad porque la encontrará. El autor de Sapiens incluso se atreve a decirnos que para 2050 se empezarán a ver los primeros progresos y que en menos de 80 años será una realidad para los bolsillos más ricos.

Nadie sabe qué será de nosotros en el 2050. Menos, en 2100. Tampoco se puede afirmar si las previsiones de Yuval Noah Harari son reales. Lo único cierto es que inmortalidad es la aspiración máxima. El hombre lleva soñando con ello desde la Edad Media. Quién no ha escuchado alguna historia sobre la Piedra Filosofal. Quién no ha leído el primer tomo de Harry Potter. Quién no ha visto la película en la que Lord Voldemort -yo soy como Potter, a los malos mejor nombrarlos- perseguía el elixir de la eterna juventud. Pues en unos pocos años la posibilidad de vivir para siempre será más real que nunca.

No sabemos si los Reyes Magos dejaron en casa de Víctor Curto esa roca encantada capaz de convertir el metal en oro y generar una sustancia llamada Elixir de la Vida. Tampoco sabemos si el delantero catalán forma parte de la empresa Calico, que, según nos cuenta Yuval Noah Harari, financia Google y que persigue que se mejore en la esperanza de vida. Solo sabemos que el año nuevo ha sentado de dulce a un Víctor Curto que cuando le acompaña el físico es el delantero más letal de la plantilla del Real Murcia.

No está ya el atacante para muchos trotes. Para desgracia del club grana, que le necesita más de lo que cree y más de lo que gustaría a Adrián Hernández, le pesan sus 37 años -en junio cumplirá 38-. Y le pesa la lesión de rodilla que sufrió en noviembre de 2017. Se está viendo en lo que va de temporada.

Pese a ser uno de los jugadores mejor pagados de la plantilla grana, el catalán apenas ha podido saltar al terreno de juego en diez partidos por sus problemas físicos. Pero cuando está en el césped, el Real Murcia aumenta sus posibilidades de victoria. En 544 minutos jugados lleva cuatro goles, los mismos que Chumbi en 1.110.

Si el pasado miércoles, solo necesitó un rato en la segunda parte para impulsar a los granas a la victoria frente al Cádiz B; en el día de ayer, al cuarto de hora del choque en Algeciras, el '10' ya había logrado el 0-1, un tanto que cuando el colegiado señaló el final del encuentro fue de oro. Y es que ganando en el Nuevo Mirador los de Adrián Hernández mataron varios pájaros de un tiro.

Sumaron un triunfo a domicilio después de cuatro meses; encadenaron una segunda victoria consecutiva y, sobre todo, aprovecharon una jornada perfecta, en la que los de abajo siguieron sin puntuar. El colchón con la zona de descenso ya no es tan fino. Como en el cuento, esta semana los de Adrián Hernández no notaran al dormir el guisante colocado sobre el somier.

Era un partido complicado el que ayer tenía el Real Murcia en Algeciras. No andan finos los gaditanos, pero su condición de guerrilleros obligaba a los granas a corregir sus problemas defensivos si querían salir con vida del Nuevo Mirador. Con los regalos a los que nos acostumbran los murcianistas, hasta el rival más pequeño te pinta la cara. No ocurrió eso ayer. Se encargaron Peque y Curto de dar alas a los suyos con un gol (15') en el que demostraron ser los más listos de la clase, aprovechando la pájara en la defensa local. Pero no fueron los hombres de ataque los únicos protagonistas, y es que el triunfo de ayer es un triunfo de equipo.

Arriesgaron mucho los murcianistas renunciando al ataque y limitándose a defender un marcador muy corto. Se arriesgaron aún más haciéndolo durante casi sesenta minutos. Pero al final la estrategia les salió tan bien que seguro que hoy todavía notan el sabor dulce en la boca.

Cuando las cosas no salen, Adrián Hernández siempre repite el mismo discurso. Sus jugadores no han sabido interpretar el partido. No hay más culpables que los futbolistas. Pues ayer esos mismos hombres que tantas veces se han equivocado supieron leer el encuentro a la perfección. Y ni la inseguridad que sigue mostrando cada segundo Tanis Marcellán tuvo consecuencias negativas.

Con la defensa de cinco habitual, Juanma Bravo y Víctor Meseguer se remangaron para centrar todos sus esfuerzos en defensa. Hasta Dorrio, que ayer volvía a jugar más adelantado, apenas se dejó ver en ataque.

Eran ocho jugadores defendiendo a un Algeciras que en la primera parte no estuvo fino en el remate y en la segunda vio como se le cerraban todos los espacios. Los centros fueron su único recurso, pero pocas veces encontraron un rematador, ese '9' que ayer sí encontró el Real Murcia, ese Víctor Curto que volvió a cantar esa canción de Miguel Ríos que dice que los viejos rockeros nunca mueren, ese jugador al que el murcianismo no dudaría en congelar cuando decida colgar las botas a la espera de que las previsiones de Yuval Noah Harari sean ciertas y la inmortalidad esté al alcance de la mano de la humanidad.