Con la madurez, Casemiro ocupa en el terreno de juego el sitio omnipresente que lucía José Martínez 'Pirri'. Defiende, corta, crea, golea y arrastra a su equipo hacia la victoria con una sencillez solo al alcance de los grandes. Son muy diferentes, pero no tanto. A veces me lo recuerda poderosamente, como el sábado contra el Sevilla, aunque el español lideraba desde muy joven.

Casemiro no llegará a los ciento setenta y dos goles de Pirri con el Madrid -más de diez por temporada-, pero su veintena larga le han dado a su equipo puntos y partidos importantes. No ganará diez ligas con los blancos, pero ya tiene cuatro Copas de Europa. Es improbable que alcance las dieciséis temporadas seguidas de titular que alcanzó el ceutí desde que llegó con dieciocho años del Granada, pero ocupará un lugar relevante en la historia del Real. Y tampoco será un mito blanco porque Pirri era un futbolista tan versátil como todoterreno. Un tipo carismático y poliédrico que con la misma garra que lideró siempre a su equipo en el campo y en el vestuario era capaz de jugar de defensa, de medio „su sitio natural„ y hasta de delantero ocasional al tiempo que acababa sus estudios de medicina. Un monstruo dentro y fuera del fútbol que asumió con suficiencia el legado de todoterreno de Di Stéfano, sin llegar tampoco al carisma ni a la excelencia técnica y la importancia global y revolucionaria del argentino que inventó el jugador total.

Pirri, leyenda blanca, fue cuarenta y dos veces internacional y logró otros dieciséis goles cuando nuestra selección era un convidado de piedra en las competiciones internacionales, aunque fuimos campeones de Europa en 1964 ante la URRS de Yashin -el único portero Balón de Oro-, justo antes del verano en que se incorporaría al Real Madrid. Y tal era su pundonor que jugó una final de Recopa contra el Chelsea con el brazo en cabestrillo porque tenía el radio roto y una final de Copa contra el Barcelona con fiebre elevada desde el amanecer y la clavícula rota desde el minuto diez de partido. Por esa extraordinaria actitud, don Santiago Bernabéu le entregó la Laureada del Real Madrid.

Por su parte, Casemiro es el medio centro titularísimo de Brasil con veintiocho internacionalidades -dos goles-, con una Copa de América en su palmarés individual y dos campeonatos del mundo con la sub-20 carioca. A sus veintisiete años se encuentra en la madurez deportiva con años todavía por delante para alcanzar mayores logros tanto con Brasil como con el Real Madrid. Se podría decir que ahora empieza su mayor relevancia en los anales del fútbol mundial.

Pirri no lo tuvo fácil cuando llegó a un Madrid en crisis post Di Stéfano siendo todavía juvenil, en el que lucían Gento, Santamaría, Amancio, Puskas y Zoco, pero Miguel Muñoz le dio la manija del equipo junto al también joven Velázquez, y con De Felipe, Sanchís, Groso, Serena, Pachín, Betancort y Serena formaron el equipo ye-yé -todos españoles-que conquistó en 1966 la sexta Copa de Europa merengue. Y Casemiro tampoco lo tuvo sencillo en un Madrid oscurecido por el glorioso Barça de Guardiola. Mourinho,y luego Benítez, le dieron alternativas, aunque no se atrevieron a mantenerlo de titular, y después con Zidane, su verdadero valedor, se hizo con el puesto de medio centro y hasta hoy.

Pirri y Casemiro representan un fútbol parecido y dentro de sus diferencias aúnan el tipo de futbolista que adora el Bernabéu. Serían titulares en cualquier equipo del mundo con cuantos entrenadores tuvieran porque, además de sus cualidades técnicas y tácticas, son deportistas en la mejor extensión de su concepto humano.

Y llegamos al 'casirubiales' Bartomeu. Él y el presidente de la Real Federación Española de Fútbo (RFEF) son primos hermanos dando explicaciones sobre ceses y fichajes. Se contradicen tanto y tan cómicamente que bien podrían suceder a los extraordinarios Tip y Coll, aunque lo suyo, por falta de gracia, sería para chuflas verbeneras. Con lo fácil que hubieran tenido exponer que eligieron a Luis Enrique y Quique Setién por considerarlos mejores que los cesados, se empeñaron en justificar sus actuaciones hasta convertirlas en desvaríos. Medias mentiras tras medias verdades hasta enseñar las vergüenzas, porque parecen desconocerla en singular. ¡Qué jetas!

Esperemos que Quique Setién haga jugar al Barça como él quiere y sabe y tanto añoran los culés. El fielato será Messi. Si cuenta con su bendición, podrá, si no, adiós mis pavos. ¡Suerte!