Hay veces en la vida que, a través de una derrota, se alcanzan cotas inimaginables de gloria. Y una de esas bonitas veces sucedió este sábado en La Constitución, donde miles y miles de yeclanos permanecieron de pie más de diez minutos tras el pitido final de un intenso partido de Copa del Rey, ovacionando con orgullo la raza, la entrega, el pundonor y la honra de un humilde equipo de fútbol que, pase lo que pase en lo que resta de temporada, ya es eterno en la memoria colectiva de Yecla.

Algunos dirán que sólo fue un partido de fútbol, otros que el que escribió esta crónica estaba bajo los efectos de estupefacientes en un evento opiáceo para el pueblo, pero lo que sí es seguro es que la totalidad de que asistieron al choque recordarán este partido dentro de unas cuantas décadas. Y eso que como partido fue vibrante pero ni mucho menos fue el mejor que se haya visto en la historia. Simplemente fue uno de los más especiales que se recuerden. Con esa componente heroica de las eliminatorias a pecho descubierto de la Copa. Con la ilusión del humilde David contra el enorme Golliat. Con un Yeclano bravo y noble plantándole cara a un Elche que estuvo a la altura de los buenos ganadores.

Porque el Elche jugaba contra el Yeclano y el alma de 3.500 personas metidos en un romántico campo de estrechas dimensiones, y para eso hay que saber adaptarse al contexto. ¡Qué contexto! Un lleno absoluto histórico. Y no hay satisfyer que iguale los orgasmos que provocan los mosaicos azulgranas, los preciosos linterneos y la conversión momentánea en mini Anfield cuando se corea 'el abuelo'.

Tanta era la emoción y las ganas que los de Sandroni salieron atenazados de la ansiedad por corresponder a su gente y reincidían en pequeños errores que no se les había visto en toda la temporada. Los veinte primeros minutos corrieron a cargo de Pacheta. Él vivió en el 92 como jugador el último lleno en La Constitución, y observó ante el Badajoz que o los suyos se empleaban a fondo o podían salir por enfermería. Como balas, los franjiverdes salieron a por todas tanteando la portería de Serna en un remate de Pere Milla y una contra que Josan definió con demasiada altura. Poco después, se adelantaban en el marcador en un exquisito centro de Iván Sánchez cabeceado con desparpajo por el prometedor canterano Mourad.

El Elche pudo quitarle grandiosidad a la cita instantes después cuando la zaga azulgrana salvó bajo palos el segundo, pero la mejor noticia para el Yeclano en esos momentos es que sólo perdía de uno y de esa forma se iba a aferrar a la Copa. Una vez que se despojaron de las presiones innecesarias, los jugadores azulgranas fueron calibrando sus cualidades y acabaron la primera parte con mucho esmero y algunas llegadas interesantes pero insuficientes. En el vestuario, Sandroni les debió decir que estos partidos no se piensa en ellos sino que directamente se disfrutan, y con esa viveza, garra y pundonor que les caracteriza salieron en tromba a por el partido. Y tras intentarlo en varios arreones, Alayeto remachó un rechace de San Román tras una majestuosa internada de Mario Sánchez hasta el corazón del área.

El Yeclano entonces zarandeó al Elche ante el fervor y la efervescencia de un público que, con las lucecillas de sus móviles, realizaron la jugada más bonita del partido y guiaban a sus reyes hacia el portal de San Román. Tal era la fuerza del remolino azulgrana que sólo la podía parar una leyenda hecha futbolista. Un tal Nino, acompañado de la flor y nata ilicitana, pusieron toda la carne en el asador para hacer frente a los gladiadores que tenían enfrente. A poco menos de diez minutos, el emblema franjiverde la puso de dulce al área pequeña donde Pere Milla la picó con maestría para poner el 1-2 y casi por deferencia con la dignidad del Yeclano, el conjunto ilicitano desaprovechó múltiples contras en el correcalles de los minutos finales.

De esta forma, por los conocidos galones de la Dama de Elche se quedaba la Dama Oferente del Cerro de los Santos con esa agridulce gloria del que sabe que el que ofrece todo lo que da no está obligado a más.