¿Por qué empezó a jugar al fútbol?

Empecé a jugar de niño y se me daba un poco bien. Estuve en el Moratalla hasta Tercera División y en esa categoría, siendo juvenil, cada vez que salía al campo marcaba. Estuve probando en la Damm, en Barcelona, y después querían que me quedara en Mataró, pero las condiciones que me propusieron no las cumplieron. Entonces regresé a mi pueblo para jugar en Tercera y fue cuando ascendimos a Segunda B.

En ese momento había dinero por todos lados en el fútbol.

Aquí había dinero a espuertas, no se sabe muy bien de dónde salía, pero a mí todavía me deben dinero de esa época.

¿Y cada vez que salía marcaba?

Sí, era juvenil y estaba tocado por la varita. Salía siempre los cinco o seis minutos finales. Yo estaba para completar el equipo porque aquí teníamos muchos cedidos del Murcia B y cuando jugábamos contra ellos, ellos no podían hacerlo. En esos partidos era en los que más jugaba, pero aun así, como las temporadas son tan largas, iba siempre convocado y cada vez que me sacaban marcaba.

Evidentemente jugaba de delantero.

Bueno, de delantero y de extremo por ambas bandas porque jugaba con las dos piernas.

Vamos, que se adaptaba a cualquier posición con tal de jugar.

Sí, básicamente eso.

¿A qué edad conoció que era diabético?

Al año siguiente del ascenso a Segunda B, el jueves antes de comenzar la liga, nos echaron a un montón de jugadores del equipo. Yo me fui a Calasparra. No era técnico, pero físicamente iba bien, aunque mi rendimiento bajó un montón en ese momento. Empecé a perder kilos y no iba, se me acababa la gasolina. Catalán y Julio Cardozo, que eran los entrenadores, me mandaron a hacerme unos análisis porque habían notado que no iba bien. En un entrenamiento llegué a desmayarme y perdí el conocimiento. A la mañana siguiente me hicieron unas pruebas y estaba en 400 de azúcar en sangre. Mi madre lo pasó peor que yo porque uno de mis mejores amigos también es diabético y ya sabía por entonces de qué iba la enfermedad. Me llevaron al hospital a Caravaca y ahí ya estaba en 600 de glucosa. Me dejaron ingresado y empecé a conocer un poco más de qué va esto.

¿Y cómo asume un joven de 19 años, deportista, que acaricia su sueño de futbolista, tener que parar?

Hombre, sueño ya tampoco era mucho por la edad que tenía y que el dinero del fútbol, que venía del ladrillo, había bajado porque justamente empezó la crisis. Yo ganaba todos los meses más que ahora, la verdad, pero iba año a año, no podía planificar nada. Por eso empecé a sacarme el título de vigilante de seguridad, porque cada año tenía que andar buscándome equipo, siempre con prisas, y era una agonía. Aprobé de vigilante de seguridad y la temporada siguiente ya solo jugué con los amigos porque empecé a trabajar. De hecho me llegué a dejar el deporte por completo, no hice nada durante un período en el que no acepté que tenía diabetes. Llegué a un punto fatal. Por ejemplo, la hemoglobina, que la debemos tener en seis, la llevé a doce, que es una locura. Ahí fue el momento clave porque empecé a correr.

¿Pero por qué eligió correr?

Porque mi vida había girado en todo momento en torno al deporte y empecé a correr, algo que siempre había hecho por el pueblo. Me preparé una de las carreras de Moratalla que se celebran todos los años de asfalto y al poco tiempo me fui metiendo en las carreras de montaña. Al principio hacía distancias cortas, pero la realidad es que donde más cómodo voy es en las ultras, a partir de 44 kilómetros. He hecho los 100 de Elche y también la Falco de Cehegín con sus cinco mil metros positivos. Aunque lo hice mal en esa carrera, sirvió como reivindicación y te explico por qué. Yo estoy volcado con la asociación Adirmu de diabéticos de Murcia y empecé a colaborar con ellos porque los nosotros, hasta septiembre del año pasado, no podíamos opositar a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. La asociación de Murcia junto con la Federación Española de Diabéticos estuvo peleando jurídicamente para conseguir que eso cambiara y utilizamos mi actuación en esa carrera para ello.

¿Pero qué hicieron?

Salimos 200 corredores, se retiraron unos 50 y yo entré en el puesto 77. Lancé a través de las redes sociales que pese a ser diabético no era un enfermo y que no poder optar a ser bombero o policía, cuando habían quedado detrás mía muchos de ellos, era una discriminación laboral. Y de esa forma se denunció el caso.

¿En qué le afecta la diabetes a la hora de correr?

En nada, esa es la realidad. Hoy en día hay unos aparatos que son la leche, que a la vez que te marcan la frecuencia cardíaca te van marcando el azúcar. Solo cuando noto una bajada tomo geles, barritas, fruta... Yo siempre digo que la diabetes no es una enfermedad si la llevas bien controlada. Es una enfermedad silenciosa que afecta si no haces caso.

¿En realidad solo afecta si el afectado se lo toma a broma?

Como me lo tomé yo al principio.

¿Y el ejercicio es bueno para todo tipo de diabetes?

El ejercicio y la alimentación es lo mejor para la diabetes. Yo antes no llevaba alimentación y con el ejercicio solo ya la regulé bastante. Ahora me pincho la mitad de insulina que al principio. De 10 unidades he bajado a 6 gracias al deporte. Pero es que ahora he metido la nutrición y he bajado a 3.

¿Pero correr 100 kilómetros no es de locos?

De locos hay más cosas. Para preparar una carrera de ese tipo no me pongo en manos de cualquiera, tengo entrenador y nutricionista. El entrenador te va metiendo carga poco a poco y al final no te enteras de nada. Yo hice esa carrera de 100 kilómetros y no me enteré, parecía que había hecho una de 30. Ahora que estoy haciendo pruebas más cortas es cuando pienso que me moriría su volviera a hacer de 100 kilómetros.

Entonces se deja una buena pasta en entrenadores y todo eso.

Claro que sí. A día de hoy tengo la suerte de que hay varias marcas que me están ayudando, como Crown Sport Nutrition, el nutricionista y el fisioterapeuta, que son amigos. Gracias a todas las ayuda que recibo puedo seguir, porque de lo contrario el gasto sería importante. Si te pones a echar cuentas, se te van 200 o 300 euros al mes. Pero es que me están apoyando Centro de Nutricion Armando Martínez, Noroactiva, Raidlight, Siroko, Crown Sport Nutrition, Lurbel, MiaoMiao, Fisioterapia Mingo, Biomecanica del Ciclista Javier Fernández, La Casa del Teléfono, Adirmu, Fotografía José Miguel Muñoz, Kampamento Base Molina y el club Mountain Noroeste.

Y los sueldos de hoy en día no dan para mucho.

Correcto. Gracias a esta gente que se porta muy bien, es más llevadero.

¿Y qué retos tiene para el futuro?

A corto plazo, en febrero haré El Buitre de Moratalla, que es mítica para mucha gente, pero especialmente para los de mi pueblo. Después iré al Campeonato de España, en La Palma, que es una maratón, con 3.000 metros positivos, donde se sube al Roque de los Muchachos. Eso es a corto plazo, pero también me he inscrito en el Mont Blanc , en la distancia de 56 kilómetros, aunque el objetivo es hacer en el futuro los 172 kilómetros, las 100 millas, donde van los élite del mundo. Entre mis planes también está hacer el Maraton Des Sables, que es una aventura. Ya he estado en el desierto corriendo y me llama bastante la aventura.

¿Correr en el desierto siendo diabético no es un peligro?

Son retos, una manera de vivir. Yo siempre digo que el trail, correr por montaña o por asfalto, es una forma de vivir. En la carrera del desierto conocí gente que ahora viene a mi casa y le dice a mi padre papá, son la familia. Es un ambiente muy sano, muy humilde...

¿Más que en el fútbol?

Diferente. En el fútbol yo he tenido una suerte que no todos los futbolistas pueden tener, que es jugar en un equipo puntero con el ambiente que yo viví. Siempre he dicho que la clave de que un equipo triunfe es la gente, que si no hay piña en el vestuario no se disfruta, y yo me lo pasé muy bien. Tengo compañeros de aquella época que son amigos míos, que han venido a mi boda y con los quedo todas las semanas para tomar cerveza. Fíjate que yo tenía 16 años entonces y ellos ya estaban por los 30, que podían ser mis padres, pero es que en aquél equipo éramos todos una piña.