Actitud para trabajar, cabeza para dirigir, corazón para competir y goles como remedio. Al margen de peculiaridades, esos son los cuatro puntos cardinales del fútbol como deporte de equipo. Zidane los ha hallado, Valverde está en el camino y el Simeone persevera en los suyos. Los blancos juegan hacia arriba desde la calidad y el corazón, hasta el punto de juzgar el empate con el PSG como el de mejor juego en años, el Barça juega en torno a Messi, aun ganando desde la añoranza del juego de posesión de la casa, y el Atleti de Simeone empieza desde atrás su fútbol guerrillero; los cimientos eternos de nuestros grandes. Sus marchamos.

Por eso, no extraña que Zidane halle la paz cuando sus jugadores la enchufan en el arco del portero que menos conocen —Di Stéfano dixit— más veces de los goles que reciben, que Valverde siga cuestionado porque aunque siga disfrutando del número uno sigue sin emular el tan añorado como irrepetible juego de Iniesta, Xavi y compañía, y los del hijo de Jesús Gil continúen en su sufrida cruzada de nuevos dobletes, ahora que llevan tiempo enjaretando equipos para superar lo de meros animadores en todas las competiciones. Don Zinedine estaba tan cuestionado hace unas semanas que el polémico Mourinho preparaba maletas para trasladarse a Madrid, incluso había un acuerdo telefónico a falta de servilletas de ocasión. Pero, una vez más, el gabacho ha demostrado ser más bien don Mimifú, por aquello de las siete vidas que atesora. Y no solo sobrevive, sino que empieza a convencer a muchos que solo lo veían como un domador de egos.

Ha bastado para tan inesperada conversión que su línea media se haya visto incrementada cualitativamente por un Valverde por el que solo apostaba él, seguramente acuciado por el chasco de Pogba aunque ocupen parcelas diferentes, y por el enésimo renacimiento de un Isco mucho más ligero y más parecido a un jugador de fútbol que al de futbito que siempre lució. Perder unos kilos le ha venido tan bien como a Benzema los siete que se limó hace un par de temporadas; ahora sí se puede decir que el malagueño renace de sus cenizas, lo mismo que del francés ser uno de los mejores delanteros centro del mundo.

Pero todo llega acompañado de los goles, aunque solo marque básicamente un delantero y los defensas y medios deban acudir al rescate demasiadas veces. A fin de cuentas, goles son amores.

Y el capítulo de la selección nacional y de la RFEF sigue inexorablemente su curso ramplón. Hablábamos hace dos semanas de la mediocridad de sus máximos dirigentes, Rubiales y Molina, y se refrendó con sus rostros cariacontecidos durante la rueda de prensa de Luis Enrique, por mucho que quisieran sonreír mientras que el ensoberbecido nuevo y viejo seleccionador los dejaba en evidencia señalando que jamás solicitó volver a la selección y que fueron ellos quienes le brindaron la vuelta y no solo en octubre en Zaragoza.

Es decir, que le dieron cuerda al ingenuo Robert Moreno segándole la hierba hasta dejarlo estrellarse ante la prensa. ¡Qué vergonzoso papelón de unos y otros! Pero claro, la poca vergüenza es patrimonio de los mindudis, su ausencia de los prepotentes y el llanto por sus nefastas consecuencias siempre consuela a los débiles. El problema será cuando llegue el crujir de dientes. Y la lástima que, llegado ese lamentable momento, pocos recordarán cómo se muñó la vergüenza. No obstante, bien pueden ponerle velas Rubiales y Molina a sus devociones, porque alguien habrá que les recuerde su calamitosa gestión al frente del fútbol federativo español.

Camino llevan de hasta hacer bueno al tenebroso Tebas, ante quien el mismísimo Al Capone podría parecer San Ignacio de Loyola, y Demóstenes a Villar. Y no por mafiosos u opacos, sino por tontarras y voceras. Así, mintiendo como bellacos, echan al juvenil ambicioso Robert Moreno, tan buen técnico también como eficaz en su gestión, para retornar a Luis Enrique, extrañamente crecido tras su tristísimo lance personal para retornar también a malasombra, sin que se les caiga la cara de vergüenza. ¡Arre burra, que estos mansos no pueden ni con su propia levedad!

Finalmente, la fortuna les ha sonreído en el sorteo de la Eurocopa. ¿Quién decíamos de críos que tenían suerte? Menos mal que tenemos jugadores de primerísimo nivel, aunque extrañemos a una docena, porque si por los citados fuera, lo más fácil sería quedar peor que Cagancho en Almagro.