La primera película de Disney que me enamoró fue La Bella y la Bestia. Tenía ocho años cuando la vi por primera vez. Todavía hoy guardo por casa el VHS original de esa historia en la que nos enseñan que la belleza está en el interior. No hace falta que les cuente el argumento. Si no disfrutaron de la versión animada, seguro que han visto la cinta rodada en 2017 con actores reales. La Bella y la Bestia es la vida misma.

Cuando eres un adolescente sueñas con encontrar un príncipe azul. Si además de ser alto y guapo tiene un porsche y un chalet en la playa, mejor que mejor. Luego maduras y el castillo de naipes dibujado en tu mente se derriba, al igual que la casita de paja del cerdito del cuento, con un simple soplido. Sin necesidad de que nadie te lo diga -lo que no significa no escuchar el 'ya te lo dije'-, abres los ojos y te das cuenta que la belleza está en el interior o en el marcador si dejamos de lado el amor y pensamos en los partidos del Real Murcia.

Tenían ayer los granas la oportunidad de dejar atrás la imagen de patito feo que le viene acompañando en la Liga y mostrarse como un cisne parecido al del cuento de Hans Christian Andersen. El rival, el Granada B, era el propicio para que Nueva Condomina viviese una tarde divertida. Llegaban los granadinos al estadio murciano como el equipo menos goleador junto al UCAM (10 tantos a favor) y como uno de los más goleados (19). Tampoco está siendo fácil su andadura en esta temporada. Con 12 puntos, duermen en zona de descenso desde la jornada 6.

No es que el Real Murcia vaya mucho más sobrado. Catorce puntos tenían los de Adrián Hernández, que además acumulaban cinco jornadas sin ganar. Pero entre los partidos que los murcianistas tienen que ganar sí o sí en esta liga estaba el de ayer. Y, como ocurrió frente al Talavera, el Villarrobledo y el Mérida, los granas, en su verdadera liga, no fallaron. Sin embargo, como en La Bella y la Bestia, los pocos aficionados que acudieron a la grada, ante la falta de belleza en el terreno de juego, ya asumen la realidad y se quedan con la belleza del marcador. Porque el 2-0 que aparecía en el electrónico cuando el colegiado señaló el final del encuentro y las luces del estadio empezaron a apagarse no solo fue lo mejor del choque sino que posiblemente lo único destacado.

No pudo jugar peor el Real Murcia. Ya no es cosa de un día, es cosa de no tener plan, especialmente de centro del campo para arriba. Cuando me levanto con el pie derecho pienso que Adrián Hernández no es capaz de enseñar el camino que tiene en su cabeza a sus jugadores. Cuando me levanto con el pie izquierdo simplemente creo que bastante tiene Adrián Hernández con ir salvando algunos partidos, porque viendo a su plantilla, poco o más se puede sacar. Solo hay que reiterar que no hay extremos, que falta un organizador, que la figura del mediapunta no existe... Posiblemente sea una mezcla de todo.

Ayer volvió a ocurrir. Ha comentado Adrián Hernández varias veces que cuando el Real Murcia no marca pronto, a los granas les puede la ansiedad, les falta confianza. Pero ayer ese no fue el problema. A los dieciséis minutos los murcianistas ya iban ganando. Sin embargo, ese 1-0 logrado por Alberto Toril en una jugada iniciada por Juanma Bravo y en la que Dorrio dio la asistencia no sirvió para que los locales se acomodaran en el terreno de juego. Todo lo contrario, fue marcar el gol y dar un paso hacia atrás, dejando el balón y los espacios al Granada B.

No se entendía la estrategia del Real Murcia, o sí, porque evitando tener el mando, eludes enseñar tu falta de alegría. Y es que nadie en el Murcia es capaz de contar un chiste, de marcarse un baile cuando nadie lo espera, de encender la música... No hay alegría porque no hay chispa. Juanma Bravo, uno de los más destacados ayer, no es un organizador ni un mediapunta; Meseguer se apaga demasiado pronto y Peque fue incapaz durante 58 minutos de saber cuál era su sitio. Ni a la contra, si es que ese era el plan, funcionaba la cosa. Con una autovía por delante, viendo la fragilidad defensiva de los visitantes, el Murcia iba a 80.

Tenían los de David Tenorio un dominio mentiroso. Se limitaba su control a zonas poco profundas. Sin embargo, cuando dispones de tanto tiempo y de tantas opciones, aún sin quererlo se acercaron al área de Lejárraga. Con balones centrados, fueron rematando varias veces a la portería murcianista, pero eran tan tímidos como esos niños que no saben levantar la voz. Solo lo corto del marcador y las tan habituales pájaras de los murcianistas podían dar algo de esperanza al filial rojiblanco.

Pero Chumbi apareció para evitar cualquier susto. Si solo unos segundos antes Rui Pedro había centrado de tacón obligando a Armando a sacar el balón del área; el aguileño, como esos muñecos a los que se les gira el cuello 360 grados, remató de cabeza un córner sacado por Armando y ante el que Rachveli no supo reaccionar.

Era el 2-0. Era el minuto 65. Era la sentencia. Pero ni con esa tranquilidad fue capaz el Murcia de poner cordura al partido. En los últimos veinticinco minutos, pese a no sufrir, los granas se empeñaron en confirmar que tienen un grave problema a la hora de situarse sobre el terreno de juego. Como si a estas alturas los futbolistas no supieran cuál es su zona, los murcianistas corrían sin sentido de un lado para otro. Pero ya daba igual, porque nadie miraba al terreno de juego. Las mariposas en el estómago solo aparecían cuando los ojos se embelesaban mirando la belleza marcador.