Le costó la vida, pero finalmente el UCAM Murcia volvió a sonreír un mes después. Sufrió de lo lindo el conjunto universitario para sumar su primer triunfo con el técnico Miguel Rivera al frente, un entrenador que no tiene problemas en reconocer que había que revolucionar a un equipo plagado de aptitudes, pero sin la actitud necesaria para mostrarlas.

De la nada al todo a nivel de energía, de derroche físico, de predisposición sobre el césped para ayudar al compañero, el UCAM tumbó a todo un líder, el CD Badajoz, que quedó neutralizado por el buen trabajo de un equipo universitario que ahora tiene una lucha contra sí mismo: la ansiedad por hacer gol.

Necesitó generar demasiadas ocasiones para ganar por la mínima y casi sobre el pitido final del encuentro. La falta de confianza, menos plausible que hace siete días en Yecla, sigue haciendo mella en un equipo cada vez más liberado, pero que demostró que necesita encadenar más triunfos para seguir creciendo como realmente se espera de él.

Rivera no dudó en agitar el once tras la derrota ante el Yeclano. Galas regresó tras su sanción al eje de la zaga; Romero se situó en la medular; Barbosa entró en banda izquierda; y, lo más destacado, los dos delanteros centros natos, Perales y Aketxe, se quedaron en el banquillo, dejando a Mayoral solo en la punta de ataque escoltado por Álex Camacho.

El UCAM, que en líneas generales no ha tenido hasta la fecha problemas para mostrar cierta contundencia defensiva, sí acuciaba un importante déficit para generar fútbol. La actuación de ayer deja en mal lugar a un Rubén Albés que no fue capaz de dotar a su equipo de mecanismos para crear peligro. Rivera ha necesitado dos partidos para reactivar la imaginación y las ganas de jugar de la plantilla, lo que provocó que la primera mitad ante el Badajoz, exceptuando la falta de gol, se convirtiera en la mejor actuación de los universitarios hasta la fecha.

Tarde o temprano, la lógica debe imponerse sobre un equipo sobrado de calidad para hacer grandes cosas en el grupo IV. Ayer, esa fiabilidad defensiva que siempre estuvo ahí permitió neutralizar y asfixiar a un Badajoz que cuenta con jugadores de la talla de Maestre, Caballero, Gorka Santamaría o Héber Pena, y que se permitió el lujo de incorporar en la segunda mitad a hombres como Chris Ramos y Julio Gracia.

El camino debía iniciarse por dar pasos hacia delante y no mirar tanto en lo que sucedía atrás. El técnico Miguel Rivera leyó a la perfección el partido que su rival podía plantearle, renunciando a jugar con uno o dos puntas de referencia que fijasen a los centrales y dando mucho peso a la movilidad de sus hombres más habilidosos. El encuentro se convirtió en una guerra activa con muchas transiciones ofensivas en el que el UCAM supo y, sobre todo, quiso reinar.

Ya en los primeros diez minutos, los universitarios supieron encontrar el camino hacia el área con poco esfuerzo. Las bandas se convirtieron, en líneas generales, en la principal baza para desequilibrar la balanza a favor de los locales. Entre Rafa de Vicente y Mayoral fabricaron la primera ocasión, pero el pase de la muerte del primero lo achicó bien un Kike Royo, meta visitante, que fue protagonista durante todo el choque.

A los ocho minutos, el UCAM abrió la lata aunque de forma ilegal, ya que el asistente anuló por un fuera de juego riguroso un tanto de Mayoral tras recoger un rechace dentro del área.

La primera media hora de partido fue especialmente eléctrica, repleta de idas y venidas, de escaso control y sin grandes alardes de creatividad. El Badajoz era bien sujetado en la medular a causa de la presión elevada del UCAM cuando los universitarios no disponían del balón en su poder. Solo Héber Pena, a causa de un error local, hizo temblar a la afición de La Condomina. Voló por banda izquierda para llegar hasta el área y sacar un zurdazo potente que Hugo Álvarez desvió lo justo para estrellar el balón en el lateral de la red. Sin embargo, esa fue probablmente la única ocasión clara de gol del conjunto dirigido por Mehdi Nafti, que no disparó a puerta en todo el encuentro.

El UCAM se reactivó y propició grandes minutos sobre el césped. Mayoral pecó de individualista en un contragolpe perfecto. Se la jugó él en vez de ceder a un Higón que entraba solo por el flanco derecho. Tan solo dos minutos después, el propio Mayoral volvería a ser protagonista. Camacho sirvió de cuchara por encima de la defensa, y el delantero abulense se empachó de balón y se quedó sin campo para marcar a placer.

Johan e Higón, que corrieron hasta la extenuación y firmaron una actuación notable, probaron en sendas llegadas al meta Kike Royo, quien se mostró seguro durante todo el encuentro.

Tras la reanudación, el Badajoz ganó peso en el juego, pero en zonas alejadas de la portería de un Iricibar que tuvo muy poco trabajo. Camacho, por partida doble, probó fortuna sin encontrar puerta, y de nuevo Mayoral, antes de ser sustituido, probó en sendas ocasiones desde la frontal: en la primera no olió el arco y en la segunda se topó, otra vez, con el meta visitante.

El ritmo del partido bajó un par de puntos a causa de la fatiga, y los cambios no surtieron el efecto deseado en ninguno de los dos conjuntos. Aketxe estuvo desconectado, y Manu Justo, cuyo estado de forma sigue sin darle para ser titular, lo probó insistentemente hasta que consiguió tirar la puerta abajo.

Con un toque preciso, al que dotó de mucha potencia, alojó la pelota en la misma escuadra en el tiempo de descuento. Para delirio de La Condomina, el gallego representó a todos sus compañeros expulsando toda la rabia con un golazo digno de final de cuento de hadas. Hubo broche de oro para un UCAM que ya disfruta de sus primeros brotes verdes. Ahora solo le queda confirmar su mejoría después de hacer lo que parecía imposible: marcar un gol.