¿Qué hace una gallega en una ciudad con 40 grados en octubre?

Sobrevivir. No, la verdad es que surgió la oportunidad de venirme aquí y la acepté. Este año no tenía un proyecto sólido para competir, había perdido el apoyo de la Federación por culpa de una lesión de mi compañera y porque no tuvimos buenos resultados, entonces, tras varias conversaciones, surgió la oportunidad de venirme a la UCAM.

¿Fue buena estudiante?

Tardé tiempo en sacármelo porque en vela viajamos mucho y no estaba nunca en La Coruña, que fue donde estudié, pero la acabé mientras competía.

¿Cómo va la adaptación a la vida laboral?

Muy bien. Mis clases son en el segundo cuatrimestre, por lo que ahora estoy preparándolas y trabajando en el Servicio de Actividades Deportivas. En estos momentos estoy más en labores de gestión que de docencia.

Pero usted hizo también un master, ¿no?

Sí, hice dos master en la UCAM, uno de Gestión de Entidades Deportivas y otro de Periodismo Deportivo.

¿Le gustó el periodismo?

Me gustó, estuvo bastante bien. Hice las prácticas en La Voz de Galicia, entrevisté a algunas deportistas gallegas e hice algún reportaje chulo.

¿Se ve como periodista?

El periodismo surgió un poco porque el año anterior había retransmitido alguna regata y también hice algún trabajo de comentarista en los Juegos de Río para la Cope y para la Liga FoxSport. Por eso surgió el interés, y como había un Master de Periodismo en la UCAM, me interesé y lo hice.

¿Cuesta adaptarse a no tener la vida de deportista?

Sí que cuesta porque estás acostumbrado a estar todo el día haciendo cosas. Yo noto que antes me tiraba el día pensando en la solución a la vela o el tornillo que no funcionaban bien. Ahora que no tengo esos problemas, me doy cuenta de la importancia que le daba a cosas que nadie en su vida se había planteado. Después dejé de competir pero seguí estudiando y tuve la oportunidad de hacer los Master por la ayuda de la UCAM, porque de lo contrario quizás habría sido imposible.

¿Esto es un paréntesis o un adiós definitivo a la vela?

La puerta de la vela no está cerrada para siempre porque es lo que más me gusta y es lo que he hecho hasta ahora. Además, es un deporte donde se puede competir hasta bastante mayor y el ejemplo lo tenemos en un campeón olímpico en Río que tenía 54 años. Decir que nunca más voy a competir, no lo veo. Ahora, como no iba a tener una buena situación compitiendo y sí trabajando, pensé en mi futuro y en las posibilidades que podía tener aquí.

Y se recorrió mil kilómetros, casi nada.

Sí, tengo una oportunidad y también puedo estudiar el Doctorado. Si mañana o dentro de unos años llaman a mi puerta para proponerme un proyecto de vela, me lo pensaré. Los deportistas tenemos becas y ayudas, pero tengo ya 30 años y debo pensar en el futuro.

¿Y por qué la vela y no otro deporte?

Por tradición familiar. Mi abuelo era regatista y sus hijos y mi madre fueron todos al cursillo de vela. Por eso mis padres nos apunta a mí y mis hermanos. También competí en natación hasta los 15 o 16 años y practiqué otros deportes en el colegio.

¿Qué sensaciones se viven cuando se gana una medalla olímpica?

De felicidad, obviamente, porque la final los Juegos fueron el premio al trabajo de cuatro años. Pero es que para nosotras el premio ya fue ir a los Juegos porque la clasificación fue bastante dura y tuvimos una selección que no se cerró hasta meses antes de los Juegos. Llegar allí ya fue un sueño cumplido. En Londres 2012 recuerdo que todo salía bien, que disfrutábamos de la competición y al final conseguimos navegar lo mejor que sabíamos en la regata más importante de los cuatro años.

Es que su deporte es muy complicado.

Nuestro deporte tiene bastante incertidumbre por el medio, que está en constante cambio, pero supimos controlar la situación y, sobre todo, disfrutar de navegar. Nosotras no teníamos ningún tipo de responsabilidad de tener que hacer un resultado, sabíamos que estar allí y meternos entre las ocho primeras, ya era un buen resultado, pero navegamos muy bien en cuartos de final. En semifinales sí que estábamos un poco nerviosas, porque hasta ese momento no había llegado tan lejos. Y la final fue contra el equipo australiano, con un día de mucho viento y unas condiciones bonistas para navegar.

Es que el barco en el que ustedes navegaban, el Match Race, era agradecido para el viento.

Sí, pero a nosotras no nos venía bien porque estábamos diez kilos por debajo del mínimo. Solíamos ir bien con poco viento, pero fue la nota predominante durante todos los Juegos, aunque a nosotras se nos dio bien.

¿Le dio la medalla para vivir mucho tiempo?

Pues poco porque encima tuve la mala suerte de que después de los Juegos, nuestra categoría se eliminó del programa para Río. Cuando ganamos los Juegos, las ayudas y las becas ADO eran de cuatro años, pero tras esta noticia nos dijeron que nos la quitaban, pero eso ocurrió bastante tarde. Entonces tuve que cambiar de barco, comprarme uno nuevo e irme a 470, además de buscarme nueva compañera, entrenador y todos los gastos que eso conlleva. Al final conseguimos que nos dejaran la beca los dos primeros años, pero eso es insuficiente para hacer una campaña hasta los Juegos de Río. Tuvimos que hacer mucho trabajo para buscar patrocinadores, entrenar por nuestra cuenta, tirando de entrenadores de cualquier sitio porque la Federación no tenía, al margen de los gastos de material y los viajes.

¿Se pasa de estar en una nube a chocar con la realidad en muy poco tiempo?

Un poco el choque fue la campaña hacia Río, que fue muy dura. Vivimos momentos jodidos porque la Federación no apoyaba ni a mí ni a ningún equipo de mi categoría. No había entrenador y todo lo teníamos que hacer nosotras. Tuve que tomar las riendas del equipo y hacerlo todo, absolutamente todo, desde planificar competiciones, el calendario, hasta buscar preparador físico, entrenadores€

Se convirtió en gestora deportiva sin quererlo.

Así es, hice un Master de gestión tremendo. A todo eso había que sumar el trabajo propio de un regatista, que es el mantenimiento del barco, algo que hacemos nosotros porque casi nadie tiene una persona de mantenimiento. Un barco lleva mucho tiempo desmontarlo, montarlo, transportarlo€ Fue una época de mucho trabajo, donde aprendí muchísimo porque antes había sido campeona olímpica, de Europa y del mundo, pero siempre había estado en un equipo donde mis compañeras me sacaban seis años y, encima, respaldado por la Federación, con entrenador y todo. La beca solo me daba para vivir en una residencia, para nada más, pero estaba cubierta por la Federación en todo. Luego me encontré que si yo no me preocupaba por el equipo, nadie lo hacía por mí. Después de Río cambié de compañera, estuve navegando con Ángela Pumariega, y nos iban los resultados bien. Teníamos un entrenador muy bueno, pero mi compañera se lesionó y tuvimos que parar. Entonces fue cuando decidimos dejarlo.

¿Tardó tiempo en tomar la decisión?

Tardamos tiempo porque era una decisión económica. Estuvimos buscando la solución de seguir al margen de la Federación, pero vimos el calendario y era muy complicado porque había tres regatas en Japón e irse para allá supone muchos gastos. También pensé que había otras cosas.

Y ahora, a dar clases. ¿Es una responsabilidad ponerse delante de un alumnado?

Bueno, en realidad ya he dado clases de vela otras veces. Antes de ser profesional ya lo hice, porque todos los que navegamos hemos dado clases. También di algún clinic o entrenamiento privado, pero más enfocado al rendimiento que a la docencia, como ahora, pero es algo que me gusta, no me da miedo, me apetece.

¿Y los alumnos la reconocen, saben que ha sido campeona olímpica?

No, se enteran porque siempre se lo suele decir alguien. Ya di unas clases en la UCAM a los alumnos de TAFAD y la verdad es que estuvo bien. Fue la semana que acababa de llegar, no tenía ni piso. Fue una prueba de fuego y la verdad es que la solventé bastante bien. Éramos tres profesores y uno de ellos le dijo a los alumnos que yo era campeona olímpica.

Y en la UCAM tiene como compañero a David Cal, que también es gallego.

Con David me llevo muy bien y ahora que estoy en el Servicio de Deportes estoy con él.

¿Y el futuro, lo ve más allá de la docencia?

No lo sé, ahora quiero ir día a día. Cuando era deportista, todos los años teníamos un Mundial, pero en realidad nuestra vida se estructuraba de cuatro en cuatro años. Ahora estoy aquí, tengo la posibilidad de quedarme más y también es la verdad que es la primera ver que me voy tan fuera de casa. Voy a ver cómo me adapto, pero ya te digo que no tengo tiempo para aburrirme porque estoy todo el día de un lado para otro. Aquí ya estoy empezando a hacer vida normal y la verdad es que tengo ganas de que vengan a verme mis padres.

¿Qué le dijeron sus padres cuando les dijo que se venía a Murcia?

Bueno, mis padres lo iban sabiendo porque estaba abierta la posibilidad, pero sí que mis tíos y mucha gente que se ha enterado ahora me pregunta a qué he venido aquí. Además, de mi entorno poca gente conoce Murcia, ya te lo digo, poca gente, pero yo les dije que a mí me había gustado las veces que había estado aquí. Y, por supuesto, todo el mundo con la broma del calor.

Si es que aún estamos en manga corta en octubre.

A principios de septiembre pensaba que iba a estar todo el día sudando y me preguntaba cómo iba a ir a trabajar, pero ahora ya se ha relajado un poco, no mucho, pero se está bien.

En su tierra seguro que van ahora con pantalón largo.

Y en agosto también. Allí siempre tienes que llevar una chaqueta encima, aunque sea agosto, y aquí todavía no me he puesto ni una chaqueta.

¿Le han enseñado ya qué son los paparajotes?

No sé lo que es aún.

Pues no se coma la hora de limonero.

Lo apuntaré, pero también me llamó la atención que aquí nunca llueve y nada más llegar yo tuvimos las lluvias más torrenciales de los últimos años.