«He decidido ser yo». Con esas cuatro palabras justificó Adrián Hernández tras el partido en Córdoba la no entrada en la convocatoria de Armando y Víctor Curto, dos de los jugadores más experimentados y con más caché de la plantilla del Real Murcia.

Defendiendo que a partir de ese instante iba a ser fiel a sus ideas, el técnico grana crucificaba al centrocampista y al delantero, que tampoco disputaron ni un minuto el pasado fin de semana frente al San Fernando. El capitán, titular indiscutible durante cinco temporadas, desaparecía de un plumazo del terreno de juego. El catalán, por su parte, no contaba ni como revulsivo para las segundas partes.

Pero no eran los únicos. Había alguien más al que el técnico grana no quería dentro del once, y ese alguien se llama Josema Raigal, un jugador que debe ser el presente y el futuro de un club que afirma apostar seriamente por la cantera, un futbolista que lleva en su espalda el 11, lo que ya le da algo de crédito respecto a los recién llegados. Sin embargo en solo dos meses, Adrián Hernández, que siempre se ha destacado que es un gran motivador, no solo ha conseguido hacer desaparecer al muleño de la alineación sino que también le había borrado completamente la ilusión. El 'chico' que hasta mayo conquistaba corazones a base de galopadas, parecía no tener sitio en un Real Murcia de perfil bajo y sin nombres destacados.

Parecía clara la cosa hasta que la sirena del farolillo rojo empezó a sonar con fuerza en Nueva Condomina. Un punto en cuatro jornadas, dos de las cuales se las han pasado los murcianistas en el último puesto de la tabla, han sido suficientes para que Adrián Hernández se disfrazara ayer de Groucho Marx.

Como si del genial humorista se tratase, el entrenador murcianista se marcó esa conocida frase del americano en la que decía algo así como «estos son mis principios, pero si no le gustan... tengo otros». Pues sí, los principios que le habían llevado a demostrar que el que manda en el vestuario es él y el que decide las alineaciones también es él, se le acabaron de golpe cuando el San Fernando dejaba tiritando al murcianismo al abrir una crisis a las primeras de cambio.

Solo quince días después de soltar el freno de mano y apostar por lo que su corazón y su cabeza le decían, Adrián Hernández, con el agua al cuello y desesperado por la falta de resultados, se olvidó de sus palabras y, en un pis pas, le faltó alineación para meter de golpe a Armando, Víctor Curto y Josema. Los tres 'castigados' por no se sabe qué lideraban el equipo que saltó al césped de El Prado y, cuando la cosa se puso fea, porque con este equipo parece que la cosa siempre se va a poner fea en cualquier momento, los tres 'condenados' por Adrián Hernández pusieron sobre el terreno de juego sus 427 partidos de experiencia acumulada para rescatar al Real Murcia como si de los Navy SEALs americanos se tratase.

Como en esas películas de acción hollywoodienses, los murcianistas tuvieron que verse entre las cuerdas para mandar un mensaje a aquellos que quieren matarles antes de tiempo. Porque en el minuto 13 el Talavera ya había hecho saltar todo el plan de Adrián Hernández por los aires.

No solo había introducido el técnico cambios en el once titular. El preparador murciano siguió rebuscando en su manual hasta decidirse por un nuevo esquema. Ayer el Real Murcia saltaba a El Prado con una defensa de tres -Antonio López, Armando y Juanra-, con Alvaro Rodríguez e Iván Pérez con libertad para campar a sus anchas por las bandas. Por su parte, Josema se tuvo que abandonar su sitio en el lateral para asumir las tareas de mediapunta, un puesto en el que de inicio no estuvo cómodo.

Le costó asimilar a los murcianistas la nueva receta y lo pagaron. Y el castigador no podía ser otro que Pablo Aguilera, el delantero que durante dos años fue futbolista del Real Murcia, pero que se tuvo que conformar con jugar en el filial o irse cedido al no tener sitio en el primer equipo. Y como no podía ser de otra manera, el gol del Talavera solo podía llegar por un regalo de la defensa murcianista. Si con cuatro la generosidad es habitual, pues con tres no iba a ser distinto.

A las primeras de cambio los de Fran Alcoy encontraron la gatera para colarse en el área defendida por un Lejárraga que da tanta inseguridad que a veces hace temblar aunque entre medias haya cientos de kilómetros y una pantalla de televisión. Un pase de Zamorano desde prácticamente su casa voló hasta Pablo Aguilera por el boquete que dejaron abierto Antonio López y Juanra. Lentos, confundidos, sin reacción... Se acumularon los defectos de los granas a la vez que Aguilera corría y corría. No solo demostró que es veloz. También dejó claro que no le tiemblan las piernas a la hora de definir. Con calma, mirando a los ojos de Lejárraga, el andaluz ponía el 1-0 en el marcador.

Solo era un gol, pero con una mente demasiado pasada por la falta de resultados y con unas piernas que no acaban de asimilar el escudo que defienden, a los jugadores del Real Murcia les pareció ir perdiendo por una docena. De ahí, que los siguientes minutos el balón solo se dejara acurrucar por los futbolistas del Talavera. Se sentían cómodos los castellano-manchegos, que disfrutaban encarando a la cortita defensa grana, donde las ayudas no llegaba, haciendo que Armando, Antonio López y Juanra sufrieran demasiado. Tanto, que en veinte minutos ni el de Puerto Lumbreras ni el murciano pudieran cerrar el boquete que se había abierto antes del minuto 10.

Mientras que el murcianismo se flagelaba porque todo sale mal -hay que recordar también que Chumbi no estaba en el campo al lesionarse en el calentamiento y que Juanra tendría que ser sustituido en el 41 por unas molestias-, algo cambió en el ambiente. Como esos anuncios navideños que nos intentan concienciar de que en esas fechas ningún niño debe quedarse sin su juguete, el Talavera se solidarizó con los murcianistas.

Por ello, en el minuto 27, San José demostró a Antonio López y a Juanra que si había que quitarse la ropa, él también se sumaba a la fiesta. Si la defensa murcianista llevaba ya mucho rato desnuda; el zaguero madrileño empezó con su propio estriptis. Una cesión del capitán al portero significó el final de los locales y el inicio de un Real Murcia que debe confirmar que el mal inicio liguero solo fue una anécdota, tal y como dijo en rueda de prensa Adrián Hernández, y que está dispuesto a dar mucha guerra.

El pase atrás era tan lento, que cuando el meta Óscar Santiago vino a darse cuenta, ya estaba casi fuera del área y con los Navy SEALs, la unidad especial de rescate del ejército americano, al acecho. Víctor Curto fue el primero en comprobar que de ese lío se podía sacar algo positivo. La presión del delantero catalán obligó al portero local a quitarse la patata caliente de encima. Lo que no esperaba el santanderino es que el esférico cayese a las piernas de un Alberto Toril que estuvo rápido al abrir a su derecha, donde Josema llegaba montado en su Audi. Pese a que la definición es una de las asignaturas pendientes del muleño, en este caso, sin guardameta en la portería, no falló.

Dio alas el gol al Real Murcia. Se vivieron en ese instante diez minutos en el que los granas con velocidad, empezaron a hacer más daño al Talavera. Por fin se acercaban al área defendida por Óscar Santiago, aunque el arreón duró tan poco que cuando el colegiado señaló el final del primer tiempo, los granas seguían sin arrastrar a demasiados adeptos a su causa. Y es que nadie esperaba que los regalos siguiesen llegando del bando contrario. Porque ayer no fueron los murcianistas los que cometieron un penalti infantil. Ayer San José quiso ganarse un contrato futuro con los granas, y si ya la había cagado en la acción del 1-1, en el minuto 47 golpeó dentro del área a Curto cuando el catalán, sin tener ganada la posición y todavía lejos de la meta local, apenas tenía salida. No dudó el colegiado en señalar la pena máxima. No dudó el '10' grana en colocar el balón y en enviarlo a la red como el que se lava los dientes después de las comidas.

A partir de ahí, para sorpresa de todos, el Murcia no sufrió. Ya se encargó la fuerza de élite de transmitir calma y de mandar un mensaje a Adrián Hernández: La experiencia no debe ser negociable y a los Navy SEALs mejor tenerlos de tu lado.